lunes, 2 de diciembre de 2013

Quito. Punto final

Desde esa habitación de la Pza. San Francisco en donde una ciudad tomaba el nombre de la mitad del mundo, me decidía a escribir mis últimas palabras para este año que no entendía ni de calendarios escolares ni laborables.

Sí, de esa ciudad en donde la rotación de la tierra impulsaba por inercia cualquier fluido o masa hacia cada uno de esos dos polos que egoístamente me querían atrapar. Yo por fatiga mental, me quedaba en el centro por así poder obviar con disimulo cualquier camino que me pudiera direccionar la vida. Ese centro en donde la gravedad disminuía y que me hacía tambalear tras cerrar los ojos, pues según parece mi resistencia muscular disminuía al mismo son que la gravedad; o es que tal vez también necesitaba tambalearme tras cualquier neutralidad.

Así que me despedía por unos meses en estas pocas palabras, pues a pesar del conjunto de encuentros y olvidos obligados o no durante todo este año, aún seguía escurriéndome silenciosamente tras ese último abrazo de despedida; pues el apego y desapego aún parecía seguir siendo un sentimiento a superar, o es que tal vez me engañaba a mí mismo por esas cortas despedidas que parecían augurar un rápido reencuentro.

Así que sin más prefacios, descansaría un tiempo con la intención de volver con la necesidad de transformar una visión en un poema o una anécdota en una novela. Pues volvería en el momento que tuviera ese deseo de alterar la realidad en algo más aceptable. Como bien decían buscar alterar el “ser para la muerte”, que somos todos, en una ilusión de transcendencia creada a partir de la belleza.

Así que a la espera de explorar nuevos paraísos e infiernos imaginados o hechos realidad, me despedía con una frase que leí gracias a esas once esmeraldas. La misma respondería mejor que nunca una de las preguntas que se haría la gente cuando de nuevo me viera partir.

“No viajamos para escapar de nuestras vidas, viajamos para que nuestras vidas no se escapen”


Gracias y hasta el próximo calendario laboral, escolar o tal vez dígale natural… la necesidad de que no exista un desapego me sigue “     “  las palabras…