jueves, 27 de febrero de 2014

Aire fresco de Fortuna

Pues a veces las cosas cambian…así que las anunciadas arenas el mar del Pacífico se vieron convertidas en vastas arenas que coronaban ese volcán llamado Arenal, que con más de 1.600 metros  se mostraba en lo alto de ese pueblo que tal vez me dio Fortuna.

Así que una vez más sin que la edad no me hiciera callar lo que tuviera que decir, pues hacía tiempo que había perdido la consciencia “sanadora” de pensar lo que se dice; la verdad es que me empezaba a sentir cómodo con lo que podía volver a vivir. No os voy a engañar, esta semana no había sido fácil para cualquier que tenga sentimientos, pues los mismos a veces no se pueden apaciguar por mi libertad inventada sin juicios de moral. Pues aunque pueda prometer un billete a un mundo sencillo, nunca se si el viaje será para no olvidar.

Tampoco os voy a engañar, aquí de nuevo los precios eran desorbitados para quien no anda con acento de aquellos que viven tras el centro que ahora habitaba, así que me limitaba de algunas aventuras bajo chaqueta de scout; pero al menos un río de agua clara me levantaba de buena mañana entre verdes con nombres botánicos que nunca necesité recordar.

Allí de nuevo me podía empezar a codear con la gente del país y entre comentarios futbolísticos de los que no podía disimular mi ignorancia deportiva y parientes lejanos que vivían en la tierra que me vio nacer amenizábamos tranquilas mañanas que acababan en el bar del pueblo con un arroz con frijoles y algo de carne.

Las tardes se volvían en búsqueda de la soledad hacia esas cataratas de la Fortuna que nunca llegué a visualizar gracias a los dólares que tapaban mis ojos; pero al menos los mismos podían alcanzar sin precio alguno esas nubes que jugaban a esconder una y otra vez ese cráter inactivo que danzaba al son de cualquier sonido que retumbara en mis oídos.

Por el camino de vuelta al hogar las buenas tardes y las sonrisas calurosas de aquellos con los que había compartido baños madrugadores me hacían sentir como uno más en ese espacio ya menos lejano.

Las noches se vestirían tranquilas con plato de fideos precocinados con las aventuras de aquel “tico” que guardaba la posada y que con hegemonía de Pastor a sus cincuenta y pico se proponía llevar la iglesia a la calle con coche rotulado por cada uno de aquellos pueblecitos que nos rodeaban; atrás había dejado el alcohol y otras leyes que se había obligado inútilmente a cumplir.

Pues tal vez podría parecer una nueva vuelta a la simpleza de la vida, pues tal vez ahora es lo que yo necesitaba seguir buscando. Ese nuevo “Dios” se cargaba las leyes inútiles de intentar alcanzar, pues si uno quiere “Every is like Sunday”; siempre y cuando “Sunday” signifique Lunes, Martes, Miércoles, Jueves, Viernes, Sábado o Domingo…pues tal vez no entiendo de idiomas, pues tal vez siento sin días…


Pues aunque pueda prometer un billete a un mundo sencillo, nunca se si el viaje será para no olvidar….




lunes, 24 de febrero de 2014

Mucho de nada, poco de todo

Teniendo en cuenta que la felicidad es un derecho de nacimiento y no un privilegio, sentí que en estos momentos mi cerebro necesitaba descansar de viejos pensamientos y dejar entrar los nuevos. Es por ello que intenté que las horas no tomaran respiro en los próximos días.

Así que después de compartir una cena con gente de buen querer, allí en lo alto de ese mirador que separaba las provincias de San José, Alajuela, Heredia y Cartago de forma lunática bajo palo de hierro; me levanté de buena mañana para dirigirme allí en donde te podías permitir sangrar sin sentir nada, allí en donde te podías permitir sufrir el mal sin protestas.

Toalla prestada del último hostel visitado, bloqueador, Herman Hesse bajo el brazo y unas chancletas del último bazar europeo visitado fueron suficientes para pasar un buen día en esas playas de Jacó con pocas palabras compartidas y en donde no intente imaginarme nada sino vivirlo todo.

A la vuelta tras una ducha de agua fría el ritual del Mango me esperaba tras deshidratación temprana del que olvida que su piel morena no deja de sufrir la mirada de aquel que lo acompaña durante todo el día; así que con agotamiento oportuno la rumba no se alargó más allá de dos Imperiales compartidas con gente autóctona que me incitaba a descubrir al día siguiente el carnaval de Puntarenas.

Cerrado por legañas en los ojos un bus ajustado me lleva a esa calle del Turista de Puntarenas, rostros descamisados sudan al son de esos tambores y palpitaciones condecoradas por el último grado de alcohol aguardado en heladeras portátiles; yo tras el último Churchill sin aires políticos bañado con sirope me retorno al confort de San José.

Cerrado por legañas en los ojos la familia de buen querer me recoge para presentarme el volcán de Irazú, no sin antes visitar la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles de Cartago en donde agua de fe y donaciones por simbología de ayuda se mezclan entre gente devota.

Son buenas sensaciones, allí en donde intercambiamos costumbres y puntos de vista de una sociedad que a todos nos abarca entre arenas de mar que coronan un volcán de ancho diámetro y almuerzos de platos típicos que auguran una tarde de domingo en familia.

Tras los gritos del clásico que se celebra a pocos metros me dispongo a escribir estas palabras pensando en que haré mañana, pues aún me faltan inputs para entender que es “Pura Vida”, más allá de unas bonitas palabras, pues aún me falta algo para sentirme cómodo en todo lo que hago ahora.


Pues tal vez aún no estoy libre de dudas e inquietudes, pues tal vez me he creado un Dios que ha establecido unas leyes que nadie es capaz de alcanzar. Pues tal vez sólo falta crear otro Dios o bien seguir buscando…


jueves, 20 de febrero de 2014

Intentando orientar el camino en San José

De nuevo me encontré desubicado en un clima que no entendía de meses maternos, parecía que el deja vu del año pasado aparecía de nuevo con unas mismas incógnitas por resolver a través de esos ropajes que parecían dejar el algodón para las emociones delicadas. La necesidad de vida estructurada parecía que había vuelto a presentarse como la forma natural de vida, pues esos dos meses de parón habían hecho mella en un sistema que ni siendo ni mejor ni peor era de fácil adaptabilidad para aquellos que hemos vivido tiempo en una rutina tal vez de algodón.

Así que de nuevo me encontraba buscando mi sitio en aquellas primeras horas por San José, al momento que recordaba que tenía que vivir sin miedo a fracasar; pues a pesar de que me había equivocado muchas veces había entendido que el éxito no era el lujo, el dinero o la fama, sino hacer en cada momento lo que uno quisiera con su vida.

Así que aún ebrio de pensamiento me maldecía por la existencia de caminos múltiples dispuestos a convertirse en elogios o fracasos, pues siempre existía el eco detrás de la oreja que me iría repitiendo –“y si hubiera…”

Pero no me podía quedar quieto pensando en que hacer y aún con margen de maniobra, de momento retomaba esos contactos prestados de viejas almas viajantes para empezar a buscar un sitio en donde laburar, en donde dormir, en donde comer…más que nada un sitio en donde compartir todo aquello que parecía encontrarse en ese “nuevo” camino.

A la espera de esas primeras respuestas me acerque al centro de San José en donde los paseos se alargaron desde la Plaza de la Democracia hasta allí en donde la Sabana me dejaba un nuevo espacio para dejar corretear mis ideas. Por el camino recupere ese combinado que tomaba nombre de “casado” y en donde de nuevo se juntaban el arroz, el pollo, el banano frito y esos frijoles que allí se bañarían con zumos de guanábana, tamarindo y melón. La vuelta al recuerdo se venía de nuevo encima, ahora con cara requemada de ese sol abrasador de verano de Febrero; pues tal vez todos por suerte o desgracia necesitamos recuerdos para saber quién somos, pues tal vez puede salir el sol en Febrero…


De vuelta a la nueva casa, me encontraba con un grupo de españoles que decidían al igual que yo su vida entre diferentes caminos que buscaban un final con sonrisa agradable. Compartiendo risas y recuerdos de añoranza me dormía de nuevo a la espera que ese despertador me diera de buena mañana unos buenos días con los que centrar ese movimiento que parecía deslizarse como una “bola” por mis posibilidades de nueva vida.



lunes, 17 de febrero de 2014

A tú encuentro de nuevo

Tengo necesidad de escribir, escribir todas aquellas cosas que sientes cuando estas al lado de una persona. No sé si nunca llegaras a leer mis palabras, no sé si tengo miedo a que puedas conocer mis sentimientos. Sí, ese miedo que nos creamos nosotros mismos para resistirnos a acercarnos a aquello que queremos, ese miedo a expresar todo lo que sentimos y que nos ahoga en la ignorancia; la ignorancia de no conocer todo aquello que podemos llegar a sentir como seres humanos.

Nos negamos la posibilidad de declarar todo aquello que sentimos no sólo a aquellos que no conocemos, sino incluso a aquellos que día a día esconden sus lágrimas para vernos tras una sonrisa cerca de ti. Todo por el miedo a ser incomprendidos o tal vez rechazados, todo por el miedo de perder esa intimidad ficticia que nos niega una vez más la posibilidad de acercarnos a aquello que queremos conseguir.

Yo ahora te recuerdo como aquella a la que la revolvió;  me diste la oportunidad de volver a recordar esos sentimientos de los cuales me había olvidado; me diste la posibilidad de darle sentido a un pastel de pan, me diste la posibilidad de sentir el calor de un banco desnudo de madera, me diste la posibilidad de escuchar la música de fondo de esa paloma de la paz que tal vez se murió de hambre, me diste la posibilidad de sentarme al lado de un conocido que vi por primera vez.

Así que de nuevo me veo preparado para vivir la sensación de no tener hambre sin comer, la sensación de no poder respirar mientras respiro, la sensación de no poder expresar lo que siento mientras te amo.

No te pido matrimonio pues no quiero que nadie desinfecte nuestro amor, no te pido que nos casemos pues prefiero vivir enamorado, sólo te pido que seas mi amante;­­ pues es más fácil ser oportuno e ingenioso de vez en cuando que todos los días que nos veamos.

Ahora recojo todo aquello que recuerdas de mí y vengo de nuevo a verte, espero que me reconozcas, aunque soy consciente que muchas cosas habrán cambiado durante este tiempo entre nosotros dos; tal vez mis bártulos ahora volverán a oler a la inocencia del principiante que no sabe si perderá el miedo, pero esas mismas zapatillas verdes que te recorrieron vienen dispuestas a contar nuevas historias.

Buenos días viaje…nos encontramos en Costa Rica


Y piensa que vivir sólo cuesta vida y hoy el tiempo es una de las pocas cosas importantes que nos quedan…