Una del soldadito de plomo, uno que se queda en Nepal
Y ese día fue diferente, fue la
canción lo que llego primero y a partir de aquí una vez más todo se empezó a
conectar. Caía en mis orejas una de esas viejas canciones de Bunbury en donde
hablaba de un soldadito de plomo.
De nuevo un siempre buen recibido
retroceso a la infancia, llenaba mi cabeza de páginas coloreadas al son de las
letras de Andersen.
Sí, era ese soldadito de plomo,
que un día se levantó como pudo, pues según parece tenía una pierna que no
llegó a fundirse en un día de fiesta. Ese soldadito de plomo que se veía
diferente, frente a cada uno de aquellos que le acompañaban en esa caja de
regalo; ese soldadito que estaba preparado para dar vida a cada uno de aquellas
historias imaginadas por cada uno de los allí presentes.
Sí, tal vez era lo mismo que en
la canción, un soldadito de plomo expuesto al linchamiento como deporte nacional,
debido a su aspecto. Y sí, de igual manera, podría pensar que todo era horrible
o terriblemente bello, siempre dependería del cristal con el que se mirara.
Pues llego el día en el que se dio
cuenta, que estar erguido con una sola pierna era símbolo de belleza, todo
dependía de si el ropaje tomaba forma de tutu o de galones inventados.
Curiosamente cada una de aquellas
telas dictaminarían, si seríamos los encargados de mostrar el victimismo y el
fracaso o bien si seríamos los encargados de que el mismo se olvidara al menos
por unos minutos, en cada uno de aquellos que, con una o dos piernas,
necesitaran evadirse de su propio victimismo o fracaso inventado.
Una vez más todo dependía de cómo
quisiéramos ver las cosas. Siempre teníamos que estar preparados para poder
tomar los ropajes que se nos acercaran, los nuevos caminos que se nos
acercaran; tal vez nos equivocáramos, pero siempre hay algo en el día a día que
nos suena mejor, solo hace darse permiso a escucharlo, y sin miedo alguno optar
por ello.
Tal vez cada uno de aquellos
caminos estarán expuestos a un linchamiento de nacional, tal vez habrá gente
que estará encantado de mutilarlos; pero si a uno le suenan bien ya es
condición suficiente para ver cómo tratarlos desde la belleza.
De momento decidía quedarme en
Nepal por un tiempo más y de momento no necesitaba encontrar quien se vistiera con
tutu o sin ello, para pensar que era la buena elección, pues la gracia podía estar
en un camino mal escogido. A partir de aquí
todo se volvería a conectar entre sí y seguiría y seguiría.
El próximo día tal vez me levantaría
con una frase o bien con una nueva canción y tendría que decidir un nuevo
vestuario con el que lidiar para ver él porque de ello. Sinceramente ahora
estaba tranquilo, pues casi ni ropaje llevaba encima, me había quedado desnudo;
pero no por falta de algo, sino por necesidad de nada.