jueves, 31 de enero de 2013

 
Hasta pronto Valparaíso
 
Finalmente sacaste todo aquello que llevabas dentro y esas viejas mesas de madera que sujetaban cada uno de nuestros temores se convirtieron tras el anochecer, en fieles fuelles de madera que en forma de diván compartido se encontraban bañados por el color de nuestra propia transparencia. Una transparencia de líquido ebrio que se daba el derecho a tomar una emoción llena de color, producto del reflejo de cada una de las casas que nos acompañaban, Valparaíso.
Por el camino habíamos andado sin ser vistos, bajo el sonido de viejos buques que tal vez restaban inmóviles en el mar, bajo el sonido de campanas que tal vez partían de la Iglesia de San Luís de Gonzaga, bajo el sonido tal vez de las cumbias de la Compañía Malonera de Boleros del Sindicato de Marineros.
Sí, tal vez si me subía a cada uno de los cerros que me habían dado cobijo a lo largo de estos días podía recordar; los cantos reivindicativos de los Porteños al son de Inti Illimani en Parque Italia, las ebrias subidas por la tortuosa Litre, la "humilde" casa de Pablo Neruda, los días dormidos bajo esterillas ajenas, la chorillana en M J. Cruz, las olas de aquella visita relámpago a la poco emocional Viña de Mar, los encuentros de personas desconocidas en Anibal Pinto a los cuales agradecería para siempre su hospitalidad, las subidas al entrañable Trolebús, el ascensor Concepción, a perros y gatos durmiendo cerca de mi,...
Así que ahora bajando por la Calle Ferrari, no podía creer como alguien podía escribir tras vírgenes paredes, que las emociones eran cortas y que los recuerdos eran largos; pues yo ahora sólo "tal vez" recordaba y en cambio tenia claro lo que sentía.
Así que ebrio de incredulidad subí corriendo hacia el cerro Panteón para dar "fe" de ello. Allí me esperaba el Cementerio de los DIsidentes, al menos ahora me sentiría más acompañado, junto aquellos que según parece un día no creyeron con lo que se les impuso, al momento que yo seguía teniendo claro lo que sentía sin necesitar del recuerdo.
Dos personas se miran...
 
 

lunes, 28 de enero de 2013


Acercándome a Valparaíso­

Dos personas se miran, las palabras no existen para ellos, estas entraron a formar parte de un mundo del cual se quieren desinhibir, estas se vieron intoxicadas por su propio significado, estas se encuentran atadas bajo un sujeto de imperativo humano; pero ellos no lo decidieron, y es por ello que se siguen mirando mientras dejan que sus cuerpos puedan seguir huyendo hacía allí en donde la imaginación no tenga sentido de existencia.

Dos personas se miran, las palabras no existen para ellos; dos personas se miran, dos personas se quieren comunicar.

Dos personas se miran, la música sigue sonando; las palabras no existen para ellos, su propio silencio les ayuda a entenderse.

La música sigue sonando, el arte es el único elemento que puede unir a esas dos personas ansiosas por sentir sin ser sentidas….si es allí, en esa búsqueda de sentimientos perdidos donde se encuentran; es allí, en esa búsqueda de aquello que no tiene nombre; de aquello que no tiene nombre frente a muros tapiados que nada nos deja ver.

Ahora dos personas se miran y no recuerdo si soy ciego, si tengo brazos o si tengo rostro… no sé si imagino, pero sí que siento que me comunico, tal vez porque hay arte, tal vez porque estoy en Valparaíso, tal vez porque el arte es comunicación.

viernes, 25 de enero de 2013


Abandonando Santiago

Finalmente llego el momento de partir de Santiago. Atrás dejaba de nuevo a grandes amigos que no sólo me habían ayudado a tomar consciencia de aspectos tales como; la Dictadura de Pinochet, la política actual de Piñera, la realidad Mapuche…sino que a través de ellos había acariciado aquellos aspectos más humanos de los cuáles muchas veces parece que nos acabamos olvidando. Aquellos aspectos que por suerte aun se mantienen alejados de cualquier fuente informativa ultrajada por la necesidad de dar de comer al capitalismo y que tan sólo florecen a través del propio sentimiento de cada uno de nosotros

De Barrio Brasil a Providencia, de Plaza Yunkai a Barrio Bellavista, no importaba el sitio, cualquier rincón era bueno para conocer las inquietudes, los miedos, las victorias, las esperanzas de cada uno de nosotros. Cada uno de aquellos que me acompañaban parecían estar de vuelto de todo en cuanto a muchos de los aspectos de la vida que a día de hoy yo me pudiera cuestionar; muchos de ellos ya hacía tiempo que habían tomado su mochila como forma de vida y tan sólo bajo la tenue y humilde insignia de cualquier pueblo de donde fuesen originarios habían viajando con ojos abiertos con la única intención de aprender. Era por ello que ahora me dedicaba a escuchar más que hablar para poder conocer, para poder aprender de cada uno de aquellos mensajes que aparecían en forma de alertas y que podrían ir allanando cualquier impedimento existencial que me pudiera ir encontrando de ahora para adelante.

Las últimas palabras que recuerdo de ese bautizado como “kilometro 0”, allí en donde sólo sabes cuando entras, pero no cuando sales…fueron que tenía que seguir mi camino en búsqueda de la luz, pero no una luz en sentido transcendental, sino que la luz tomaba forma en concepto de todo el conocimiento que podía ir adquiriendo, pues en este viaje cada vez tomaban más importancia, no los destinos sino las personas que me iba encontrando.

Así que me desprendía de mis anteojeras para agarrar un bus en búsqueda de un nuevo destino, mejor dicho en búsqueda de nuevas “personas”, al momento que mis oídos retomaban canciones de los Jaivas, del Fulano, de los Prisioneros, …las cuáles me ayudarían a recuperar, ya viejos mensajes que esos días se habían convertido en bellas lecciones.
 
 

lunes, 21 de enero de 2013


Y más Santiago….

 
Seguía en Santiago de Chile y cada uno de mis pensares se centraban más en mi mismo, supongo que era el precio que uno tenía que pagar cuando uno se aposentaba durante arto tiempo en un mismo sitio. Era de esta manera como veía que se iban alejando cada una de las emociones que me pudiera despertar todo aquello que me rodeaba.


Con ello me preguntaba si es cierto que los humanos somos más felices cuando no hay elección o nos dicen lo que tenemos que hacer, porque es entonces cuando no sufrimos. Así me encontraba ahora en Santiago, feliz y con pocas preocupaciones..Pero ello me hizo recuperar nuevamente esos escritos que había redactado hace un tiempo, estos me demostraban que a veces el sufrir te hacía vivir las cosas con más intensidad y con ello la felicidad vuelve con más fuerza que nunca.

 

Difíciles palabras se niegan a ver la luz,
bajo el miedo a encontrar obstáculos que te obliguen a olvidarlas.
 
Intentas recordar lo que sientes,
sin darte permiso a que puedas sentir algo.
 
Quisieras darle un nombre, quisieras no olvidarlo,
quisieras darle un nombre, pero no para recordarlo.

Porque el recuerdo es el olvido,
porque el recuerdo es pasado,
porque hoy existe el presente,
porque hoy estas viva.

¿Por qué me niegas tus sentimientos
¿Por qué me niegas tus palabras
¿Por qué te escondes cuando eres
¿Por qué eres lo que no quisieras ser

¿Miedo a sentir sin ser sentida?
¿Miedo a mirar sin ser vista?
¿Miedo a amar sin ser amada?

Sigue creando miedo,
eres libre para hacerlo

Pero abre los ojos,
porque el amor no es ciego
 

…. para todos aquellos que sienten sin palabras. Pensar que uno puede darse permiso a sufrir, pero también a querer y a ser querido.

 

 

 

sábado, 19 de enero de 2013


De nuevo por Santiago

Después de más de un mes volvía a una tierra que me conocía y absorbido por buenas compañías, los días pasaban sin ser vistos al momento que olvidaba lo que estaba viviendo; según parece las emociones no se permitían florecer con un estado de bienestar. Pero  finalmente llego un momento en que no pude resistirme a la necesidad de sentir algo, así que salí a la Plaza de las Armas acompañado de viejas hojas que había escrito, para con ellas buscar respuestas a lo que estaba pasando.

Necesitas tú soledad para entender que está pasando,
necesitas tú soledad para sentir que aún existes.
 

Como un lobo solitario aúllas con miedo a que te oigan,
y luchas por los que te quieren, sin que ellos te vean.


Olvidaste los que te rodeaban para no sentirte como ellos,
y abrazaste tus sueños sin volver de los mismos.


Con tristeza no quisiste vivir,
y tus caricias buscaste para darte cariño.


Ahora te encuentras junto a todos sin querer nadie de nada,
ahora te encuentras junto a nadie sintiéndote a ti mismo.


A la alambra de hierro te sigues abrazando,
para poder seguir lamiendo tu heridas.


A la alambra de hierro te sigues abrazando,
para poder sentirte que estás vivo.
 

Lucha por despertar de tus sueños y deja soñar a los que te rodean,
porque llegará un día en que sus sueños serán los tuyos


No sé si obtuve respuestas, pero al menos pude sentir cosas, pensar cosas..Una de ellas fue que a medida que uno va creciendo, cada vez tiene más “porqués” para seguir viviendo y que el único problema del viajero es “como” vivir esos “porqués”.
 
 

martes, 15 de enero de 2013


…..Isla de Huapi

De nuevo me sentía con la necesidad de intentar construir con mis palabras, nuevas imágenes que la gente pudiera experimentar con su cuerpo, pues no me podía permitir que los mundos virtuales que nos acechaban día a día acabaran substituyendo inútilmente la necesidad de nuestras percepciones sensoriales.

Para ello me intenté refugiar allí en donde lo natural y lo humano adoptaran un mismo sentido, allí en donde no hubiera sentido el hecho de hablar de primeras necesidades; sólo de esta manera podría desmarcarme, aunque fuese por un espejismo ilusorio, de lo que la sociedad nos intentaba hacer vivir.

Así que tras dejar el Puerto de Futrono me encontré en la Isla de Huapi; allí me esperaba una reducción indígena Huilliche que aún conservaba parte de sus tradiciones ancestrales. Sólo de esta manera podría desarrollar de nuevo esa búsqueda de esa esencia humana de la cual parece que ya no somos partícipes, esa búsqueda de la bondad que actualmente transformamos inútilmente en desconfianza. Si, esa inútil idea de dejar volar la desconfianza para sentirnos más seguros, esa inútil idea de hacer volar la duda por pensar que la misma es bella; consiguiendo que la misma sólo nos haga llegar a la palabra y nunca a la sensación de sentirla.

Pero ese camino de la búsqueda de la esencia del ser no sería fácil para un individuo como yo, el cual nunca había puesto al mismo nivel lo personal, lo animal, lo natural o como quiera que se diga. Ahora seguiría las huellas de los caballos, de los bueyes, de los corderos o de los llamados humanos, unas huellas de vida expuestas bajo un mismo nivel, las cuales me ayudarían a revelar el significado de cada una de las mismas y con ello conseguir una idea global de la vida.

Finalmente tras deambular por la isla durante dos días, acabe acercándome a la llamada “Piedra Bruja”. La Piedra Bruja, compuesta de ceniza volcánica se caracterizaba por poseer en su interior, estrechas cuevas por donde se atravesaba para salir nuevamente y en el caso de no poder pasarla la leyenda decía que muy pronto algo malo le podía ocurrir a uno.

Allí de nuevo la duda se apodero de mí y para poder retomar mi confianza acabe cruzando sin problemas esa piedra ancestral, perdiendo así un poco de mi “yo” a cambio de seguir viviendo sin temor a nada.

 

sábado, 12 de enero de 2013

De los recuerdos del pasado a Coriñanco
La imágenes fueron pasando a través de una ventana que se encargaba de sucumbirme hacia un retorno al pasado; posiblemente tan sólo se trataba de uno de esos anhelos de nostalgia del cual uno quiere ser partícipe, para poder revivir esos bonitos momentos que muchos buenos días nos dio vida. Pero ello no significaba que estuviera intentando escapar de lo que estaba viviendo en estos momentos, pues era consciente que sólo sabiendo donde me encontraba ahora y que era lo que respiraba ahora, era la única manera de saber hasta dónde podría llegar.
Así que no me asusté cuando Niebla, Los Molinos o Coriñanco tomaron el nombre de mi siempre fiel Mataró, mi querida Caldetas o mi vivida St.Pol de Mar; es más, si dirigía mi mirada a lo largo de ese mapa, veía como se acercaba la Costa Brava…así que un nuevo respiro de proximidad se apoderaba de mi al mismo momento que medio anonadado por ese impulso me puse en pié para revivir esos momentos, pero eso sí, sin intentar rendir cuenta a un pasado.
Ahora ya no se trataría de un recuerdo de St.Pol de Mar, sino que Coriñanco tenía nombre propio y por ello ya era suma razón como para ofrecerle humildemente mi total respeto al dejarme poder participar de todo aquello que me ofreciera.
Así que nueva carpa extendida bajo  tapiz verde; un tapiz equilibrado por el hambre de aquel animal que un día perdió cierta consagración cuando partió de la India, se preparaba de nuevo para recibir un nuevo atardecer. Un atardecer que no significaría el fin de nada; pues seguiría manteniendo los recuerdos del pasado al mismo momento que conseguiría que el presente se volviera recuerdo; para poder así seguir disfrutando nuevamente de cualquier imagen animada o no que me permitiría llevar mi consciencia al pensamiento de lo vivido.
El mar, la arena, los olores, el aire, todas las sensaciones se encargarían de volver allí, cuando yo no lo necesitara. Podría pensar que el tiempo no rehace lo que perdemos; pero la eternidad lo guarda para la gloria; así que en ese momento cerré los ojos y el “repeat” se encargó de volver a hacer sonar “Calgary” de Bon Iver, ello me permitió revivir o vivir tal vez cada una de las palabras que había escrito a través de “esa” ventana.


miércoles, 9 de enero de 2013

 

De orillas del Pacífico a las faldas del Puyehue

De nuevo dejamos atrás las arenas soleadas para adentrarnos a la aventura de coronar un volcán, el llamado Puyehue; el cual poco más de un año atrás había inundado de ceniza tanto laderas Chilenas como Argentinas.

De nuevo la naturaleza nos marcaba el camino de la razón, nos marcaba el camino en donde se nos trataba a todos por un igual, un camino que no entendía de fronteras, de nacionalismos, de banderas ni de pasaportes, ese camino que hoy nos dirigía hacia Anticura, en donde esos días el paso de vehículos se había sentido mermado por el cierre del paso fronterizo del Cardenal Zamoré. Pero finalmente tras hacer de la carretera una paseo de tábanos por compañía,  nos pudimos entremezclar con la carga de  de dos viejas camionetas Chevrolet que nos dejarían en el Caulle, punto de inicio de nuestra aventura.

Allí emprendimos nuestro ascenso, tras la guía de las genuinas y entorpecidas canalizaciones que el agua iba formando en búsqueda de la preciada libertad que le ofrecería algún océano lejano. Fue cuando llegamos a más de 1.400 metros de altura cuando nos detuvimos frente un refugio, el cual nos separaría poco más de una hora y media de volcán; allí con la excusa de preparar nuestro campo base nos tomamos un respiro, hasta que el mismo se vio eclipsado por el cielo gris que nos detuvo frente nuestros valientes intenciones de ascenso. 

Está claro que quien acaba resignándose sólo sobrevive, pero por suerte o desgracia no somos inmortales, pues a diferencia de los animales no ignoramos la muerte, con lo que a veces es mejor ser consciente cada uno de sus limitaciones.

En ese refugio pasamos dos días aislados y junto a checos, alemanes, israelís y ingleses, aprendimos el arte de buscar leña, de buscar agua, de compartir alimentos y de conocer tradiciones y costumbres culinarias, las cuales tenían como hilo conductor el preciado arroz con…. asimismo  me ayudo a descubrir viejos relatos de Jorge Luís Borges o la misma leyenda de Martin Fierro.

Del mismo Borges me tomé la idea de que no hay placer más complejo que el pensamiento, aunque siempre exista un estimulo extraordinario que me acabe restituyendo al mundo físico; es por ello que a partir de hoy seguiría pensando con los ojos entreabiertos por miedo a pensar que lo que podía dejar de pensar fuese cierto.


sábado, 5 de enero de 2013


Acampados a orillas del Pacífico – Chiloé

De buena mañana nos dirigimos a Cucao, a la búsqueda de aquellas leyendas que la noche anterior habían estado fabuladas por cada uno de los singulares personajes que nos habíamos ido encontrando por Castro. Según parece, allí a orillas del Pacífico, existían regiones en donde residían indígenas, los llamados Huilliches, los cuales se resignaban a seguir siendo conquistados por aquella gente que parecía no conocer más allá que el significado de aquello que estaba escrito.

Tras pisar esa virgen zona, estacamos nuestras carpas usurpadoras entre dunas y nalcas que con sus hojas de papel de estraza nos ayudarían a cubrir del viento y del más que inevitable frio que nos acecharía por la noche.

Una vez acampados, andamos y andamos a través de un bosque selvático en donde los rayos de sol sólo aparecerían de forma tímida por miedo a romper con aquella naturaleza que había forjado su presente sin entender de pasados y futuros.

Fue tras ese largo paseo, cuando el tiempo acabo perdiendo su sentido y cada uno de nosotros corrió a la búsqueda de aquello que uno no sabe ni si existe; el atardecer parecía anunciar la soledad necesaria que cada uno de nosotros necesitamos. Un yo alejado, ahora sólo podía escuchar los gritos de unos solitarios que no esperaban respuestas, eran los gritos de aquellos solitarios que momentos atrás habíamos compartido ese paso selvático; ahora ellos al igual que yo nos encontrábamos en la búsqueda de esa ausencia necesaria para sentir que teníamos sentido por si mismos.

Al cabo de un rato, sin medir ese espacio ritualizado y sin previo aviso, volvimos andando cada uno de sus espacios glorificados para reencontrarnos exactamente allí en donde la naturaleza muerta nos daba una nueva lección de solidaridad. La naturaleza muerta revivía con dolor su existencia para podernos dar calor a nuestras vidas sin importarle el sufrimiento. Esos trozos de leña nos daban calor sin nada a cambio y con ellos cocinamos una Polenta que mientras compartimos sólo dio audición a unas carpas serpenteadas por el viento, unos pájaros que no dejaban espacio al sueño y un océano que seguía rugiendo.

En ese momento aparecía de nuevo en mi mente Bob Dylan, ahora con su “The man in me” y me iba repitiendo a mi mismo él -“la la la lala….”-. Mientras pensaba en lo que había pasado ese día; ese día ese mar había unido cuatro solitarios, ese fuego había transformado cuatro solitarios y esos cuatro solitarios seguirían con la búsqueda de ese aire que siempre se escapaba para acabar desapareciendo frente suyo.

Yo ahora me retiraría para poder seguir soñando en poder alcanzarlo, aunque sabía que el despertar de la realidad nunca sería un fracaso, ya que el Pacífico nos esperaría al día siguiente para unirnos de nuevo, mientras correteáramos entre unos solitarias olas que en algún momento darían paso a un nuevo “atardecer”.





martes, 1 de enero de 2013


A la búsqueda del Sol de la Isla Grande de Chiloe

La aventura por la carretera austral se estaba complicando por momentos, las comunicaciones parecían mantener un letargo continuo con el presente; al mismo momento yo restaba algo cabizbajo, al ver como se estaban escapando mis ansias de reencontrarme con el sol.

Fue en ese momento, cuando me vi sorprendido por la imágenes del video de "Subterranean Homesick Blues" de Bob Dylan; todo aquello me dio la idea de intentar aprender a disfrutar el viaje de otra manera, así que decidí que a partir de ahora un viejo cartón iría marcando el camino a mis nuevos destinos.

Esa nueva vivencia me ayudo a aprender que la sensación del tiempo es esquiva con la espera, me ayudó a aprender a aguardar mi turno, me ayudo a aguantar el frio, la lluvia…; al momento que caras de consentimiento se encargaban de darme fuerza para seguir escribiendo encima de ese viejo cartón.

En un par de días, con la ayuda de buses compartidos, con la ayuda de coches con nombre propio y  con la ayuda del que aún piensa con los demás; conseguí llegar a Chaitén.

Chaitén, ese pueblo desolado en donde años atrás un volcán se había encargado de cubrir de cenizas las esperanzas de muchas familias. Unas familias que ahora se encargaban de convertir su dolor en hospitalidad, al momento que abrían las puertas de sus casas con afán de compartir sus pensamientos.

Fue en casa de una de esas familias que había sobrevivido esa debacle natural, en donde pude degustar las sopaipillas acompañadas de un té caliente, al mismo momento que intentaba reducir mi ignorancia entorno a la historia chilena. Personajes como Salvador Allende y su cuestionado suicidio, el americanizado Augusto Pinochet o el propio Víctor Jara empezaron a tomar un significado para mí. Asimismo yo intentaba transmitir que era aquello de la crisis española, que ahora estaba tanto de moda en los medios de comunicación.

Tras un buen rato dialogando, llego el momento de agarrar un último Ferry que me acompañaría a ese reencuentro preciado con la luz; el destino era la Isla Grande de Chiloe y allí en la ciudad de Castro me separaría para siempre del año vivido.