Paréntesis en Costa Rica
Regresé para Costa Rica unos
días, de nuevo me encontraba en Cahuita, allí donde uno se sentía como en casa.
En la próxima semana se venían posibles cambios que me obligarían tal vez
estacionarme en un sitio para unos meses; pues la posibilidad de ponerme al
otro lado de la barra se acercaba, así que era momento de recuperar el relax
nunca perdido y tomar fuerza para los meses de trabajo que se venían encima.
De nuevo se repetían los
reencuentros y uno de ellos me quedaría marcado en cuanto a preguntarme cosas.
Sí, ese hombre que había estado viajando durante más de diez años por todo el
mundo y que de cualquier cosa que aparecía frente de sus ojos, te podía narrar
una interesante historia. Pues como es normal había vivido de todo; desde la
abducción amorosa a través de la magia
negra en África hasta ver aparecer el amor de forma mágica aunque fuese
pasajera en Asia. Pero un buen día se dio cuenta que tal vez estaba sólo en un
mundo que muy bien lo conocía a él mismo; así que todo aquello parecía una
paradoja.
Un mundo que se había dejado
conocer para no sentirse sólo, pero que tal vez le había dejado a solas entre
una gran multitud de gente que sin ser anónima iba olvidando su nombre a la
vuelta del último hostel visitado. Tal vez era como si anduviera sólo en una
multitud de amores, entendidos los mismos como un sentimiento de cariño familiar que había sido cultivado gracias al
respeto y costumbre a la otra persona. Tal vez se sentía como un caracol con
caparazón transparente el cual se agrandaba con puntos cardinales sin nombre y
en donde la masa de deseos cumplidos habían sido los únicos que le habían
ayudado a querer y a quererse a sí mismo para no perderse.
Pues sin estar perdido podría dar nombre a esos puntos cardinales que tan
bien conocía, pero tal vez llegó el momento que todo estaba allí fuera y dentro
del mismo sólo quedaban pequeños recuerdos de un equipaje con el que un día
partió y que se oponían a dar una fiel respuesta a quien era el mismo.
Así que ante tantas preguntas opté por dirigirme de nuevo al Parque
Nacional del Cahuita allí en donde me podía permitir un paseo natural a cambio
de unos colones colaborativos y en donde gracias a la cantidad de estímulos
recibidos en forma de colores animales o vegetales uno podía pensar que aún le
faltaba mucho para llegar a los diez años.
Mientras seguiría construyendo con lo que tenía a mí alrededor aquello
que me gustará que formase parte de mi vida, el espíritu de Pippi se tomaba
como mi nueva filosofía de vida.
Esos nueve kilómetros de caminata finalizaban con un nuevo rice and bens
con queso compartido, allí en Boca Chica
Ein weiterer Tag Vorteil… un buen recuerdo de ese oso perezoso que
acompañaría mi mochila.