No más
vistas ciegas
Él sonreía
mientras sus padres miraban la carta con la intención de poder ordenar algo que
les hiciera sentirse más próximo a su tierra; finalmente fueron unas papas
bravas y unos calamares a la andaluza, al momento que el pequeño asentía con la
cabeza cuando escuchaba la palabra mágica de esa soda cuyo nombre comercial no
es circunstancialmente importante.
Ya me
había cruzado unas primeras palabras con esa familia, pues una misma
procedencia siempre ayuda a que uno comparta el porqué de la presencia en tierras
en donde uno no comparte la primera hoja de su pasaporte.
Una vez
servidos, se sentía en el ambiente una necesidad mutua de intercambiar más
palabras; o tal vez era mi propio instinto y necesidad de saber algo más de ese
niño que les acompañaba, pues sus acciones me revolvían cierta familiaridad
gesticular de la que uno no se desprende por muchos años que pasen. Una
familiaridad mejor dicho de la que uno sueña no desprenderse nunca por amor a sí
mismo.
Así que
llego el momento de esa pregunta intrusiva o tal vez esperada para aquellos que
tienen ganas de dejar fluir todo aquello que llevan dentro para con ello poder
dejar diluir preocupaciones y pensamientos ansiados de ser compartidos.
¿La
adaptación de los niños ha sido buena? era una buena pregunta a la espera de
una respuesta que pudiera encaminar sutilmente mis dudas… y la misma abrió la
caja de pandora al responder que las únicas dudas habían sido aliviadas gracias
a la buena adaptación de ese niño sonriente etiquetado con “autismo”.
Sí, una de
esas putas etiquetas que parecen separar gente que tal vez está más unida que
nunca. Gracias a esa familia descubrí que la primera dama de Panamá estaba
fuertemente implicada en el tema y con ello había creado una institución para
servir a la comunidad de personas con habilidades diferentes (como autismo,
síndrome de Down, parálisis cerebral o retraso en el desarrollo) y sus
familias.
Un centro
que luchaba por Incluir a las personas con habilidades diferentes a la vida
(hogar, colegio, trabajo y comunidad) y prepararlas para que fuesen independientes,
productivos y felices. Así que nuevas gotas de piel aparecían de alegría
cuando el objetivo era reducir la exclusión social y la creación de igualdad de
oportunidades.
Una visita
obligada al centro me esperaba dentro de unas semanas, el nombre de Anne
Sullivan tomaba forma de estandarte dando a ver que todo es posible es esta
vida. Nuevos inputs para seguir viajando en la búsqueda de instituciones que
luchasen por el Autismo despertaban mis inquietudes. Conseguir la fluidez
comunicativa entre ellas a partir de hilos conductores que desinteresadamente pudiesen
aportar algo me ofrecía más pies que nunca.
De la
misma manera que Helen Keller aprendió a entender su entorno nosotros podemos
empezar a luchar por entender el entorno de cada uno de los que nos
rodean, a pesar de las etiquetas que a
veces tienden a separarnos de ellos…no nos hagamos los ciegos frente a las cosas
que aparecen frente nuestro, allí a lo lejos hay luz.