lunes, 22 de septiembre de 2014

De sorpresa, de visita, de vacaciones, de paso, unos días en……… Barcelona.

Recuerdo que justo hace un año estaba en Valparaíso escribiendo cuatro frases para el cumpleaños de mi hermano. Era de los primeros cumpleaños que pasábamos alejados uno del otro y era difícil ponerle palabras a todo eso.

Recuerdo que justo hace poco más de siete meses estaba de nuevo en el aeropuerto de Barcelona despidiéndome de mi hermano. Ambos éramos conscientes que no sería ni la primera ni la última vez que pasaríamos por esa rara situación. Recuerdo que me dijiste que siguiera viajando, que si era feliz así era lo que tenía que seguir haciendo; pero que tal vez el sería también más feliz si pasaba más a menudo por casa.

Hoy ya no hace falta recordar nada, llego de incognito a Barcelona con la total sensación de estar abandonando por unos días esa rutina caótica que durante estos dos años me permite vivir con naturalidad, con simpleza y con mucha felicidad por allí donde me apetece.

Hoy tenía ganas de darte un abrazo y decirte “Felicitats germà” y por eso estoy aquí.

Me quedo de vacaciones en mi tierra hasta el 24 de Octubre; así que dejaremos las aventuras escritas por unos días para disfrutar con mucha felicidad de toda la gente que a pesar de la distancia y de que pase el tiempo, aun quiero.


Buenos días, buenas noches,… a todos!

sábado, 20 de septiembre de 2014

Que esta pasando…

Llevaba pocos días paseándome por los Estados Unidos y la posibilidad de encontrarme con una sonrisa sincera pasaba por quedarme a la espera de la emisión de cualquier comedia por allí donde no siempre decían las verdades.

La atmosfera transmitía una sensación cargada de miedo, de inseguridad y de desconfianza, tal vez augurada conscientemente por aquellos llamados agentes de control social, los cuáles acababan mermando la posible comunicación entre la gente.

Todo ello se traducía con un sinfín de miradas perdidas hacía un fijo horizonte y un aterrador número de personas que gesticulaban y hablaban consigo mismas. Pues tal vez llegó el día en que estos se dieron cuenta de que el horizonte al que fijaban la vista, si bien cambiaba de decorado a su paso, nunca llegaba a responderles.

Al principio pensé que podría ser debido a esos días de fina lluvia, pues también existe la excusa del tiempo fuera de un ascensor, pero creo que allí pasaba algo más. Me gustaría no pensar que la táctica del control mediante el miedo se estaba volviendo como un estandarte en esas tierras de recompensa y castigo; pues el miedo acaba destruyendo sociedades y matando personas, al momento que lo injustificable se vuelve justificable como táctica de política más eficaz.

Tenía como la sensación de que la gente estaba como abducida y unas ganas aterradoras de romper cuatro cristales y preguntarles qué coño les pasaba me rondaba a menudo por la cabeza; pero tal vez luego sería reducido por un nuevo agente social al cual tendría que despistar marcándome un “monologo”.

Era día 18 de Septiembre y me acerque a Renton, pues hoy hacia 44 años de la muerte de uno de aquellos que hacia arte bajo seis cuerdas; la táctica del Hitchhiking no acababa de funcionar con esas ventanillas selladas al miedo, así que con la combinación de dos buses conseguí plantarme a las puertas del cementerio.

Ahora veo un cuervo negro plantado en lo alto de un arbusto; no sé si los que están allí lo ven como un mal augurio, como un protector o simplemente como algo que vuela; pero al menos sin importar su estado de ánimo siguen su singular ritual frente la tumba. Tararean músicas con las que crecieron y se marcan movimientos compulsivos al tocar cada una de aquellas piedras que coronan el memorial. Tal vez ahora es cuando les veo más personas que nunca; tal vez el arte es la única válvula de escape que les queda para poder dejar de enmascarar la realidad

Modificando a Leonardo, diría que en esas tierras la realidad perece en la vida, pero por suerte aun es inmortal en el arte.

Está claro que Jimi Hendrix fue un vanguardista en muchos aspectos, incluso se adelantó a predecir lo que en aquellas tierras se sentía y fue tal vez cuando dijo;

“Cuando el poder del amor sobrepase el amor al poder, el mundo conocerá la paz”

Enciendo la tele y alguien ha bombardeado Irak de nuevo; las cosas no cambian y Jimi sigue muerto.


Espero que la gente siga cantando, pero para mí creo que se acerca un Good Bye U.S.A.



miércoles, 17 de septiembre de 2014

Cerrando y abriendo nuevos círculos que nos llevan al infinito

Mi sentido de protección no me dejaba desprenderme de ella. Pero si una cosa había aprendido durante este tiempo es que lo que recibimos de la naturaleza es de todos y ella más savia que nosotros, nos hace devolver con señales las cosas allí donde se sienten arropadas o tal vez conectadas con un “algo” que aún no se descifrar.

Así que empezaba a tomar consciencia la idea de que esa piedra se sentiría cerca de los suyos con la compañía de esa especial persona que no por casualidad se había cruzado por el camino y que con gran amor era capaz de acariciar cualquier mundo sin la necesidad del tacto físico para sentirlo cerca.

Tal vez también era la oportunidad para mí para cerrar un ciclo con ella y tal vez su aislamiento físico tomaría forma de llave imaginaria, para poder así dejar de andar con paso circular y abrirme sin miedo a nuevos mundos desconocidos.

Curiosamente en los últimos meses me la había ido separando de mi pecho, había sido como un lento proceso de desapego ni mucho menos pensado; un proceso que inconscientemente había allanado el camino hacia lo que ahora parecía inevitable.

Me intentaba imaginar mi camino sin ella y aunque podría hacer saltar alguna lágrima, era consciente que siempre habría una conexión existente entre ambos y que ya llegaría el momento en que nuevos objetos tomaran el papel del apego. Así que tendría que dejar fluir lo que mi cuerpo me pedía; un cuerpo que intentaba no singularizar hacia un corazón o una mente, como razón de confirmación de cualquier hecho.

Curiosamente, una mañana tras pasar por aquella mesa ocupada por ese pequeño vivero de plantas, observe unas pequeñas patas de conejo que se secaban al sol y presentí que allí había algo de mí; esa misma noche recibía de sus manos esa pata y sin poder articular palabra alguna de agradecimiento me quedaba asombrado al ver como lo pensado una vez más se sucedía.

A la mañana siguiente acabé depositando esa piedra oscura en su mano, al momento que una sensación de felicidad se apoderaba de mí al sentir que todo volvía a su sitio. Una vez más se repetía la idea de que todas las cosas pasaban por algo; pues no era una casualidad que ahora respirara ese aire de Salt Spring.

No son una casualidad los caminos que vamos trazando, pues aunque a menudo por insistencia de nuestro yo, pensemos que forman parte de nuestros planes, los mismo se suceden al libre albedrío de un algo que aún no puedo descifrar.

Una vez más tras gota de plata puedo confirmar que es cuando no pienso que lo veo todo claro.

Ahora ya me podía ir tranquilo de esa isla, era como si hubiera completado una misión que había durado más de un año y medio, así que me seguiría moviendo por llámale “impulsos”, por desconocer como nombrarlos; aunque algunos le llamasen “flow”.

Un pequeño trozo del Perú se quedaba con alma entre esos árboles de Canadá; un pequeño trozo de mí  pasado se quedaba con cariño en esa especial casa.

Tras ritual de tabaco, me llega de nuevo una nueva piedra a la que apegarme; tal vez mi nueva misión es encontrarle un nuevo sitio en este mundo.

Suena “The dreamer” de the Tallest man on the earth, pocos minutos antes de irme.

Agradecido por enseñarme que a partir de ahora antes de ir a dormir, es bonito pensar a quien agradecer lo vivido.

Agradecido a Salts Spring, agradecido a la casa, agradecido a ti.


Hasta mañana





miércoles, 10 de septiembre de 2014

Diferentes movimientos para una misma vida

Adagio en G menor - Albinoni

El miedo a quedarme desnudo frente a la gente me hacían llevar el sonido de la vibración de las cuerdas allí donde se acababan paralizando con la barrera de mi propio lóbulo. Repetía esta acción a lo largo de cada uno de aquellos días musicales en esa isla llamada Salt Spring, en donde sin saber porque la relajación de los músculos llegaba más allá del simple reposo de un cuerpo horizontal.

Cada uno de aquellos sonidos que aparecían de ese pulgar tembloroso tal vez me los acababa haciendo demasiado míos y sin estar orgulloso de ello, asumía que era lo único que había aprendido a hacer tras sepultarme con numerosas capas que según mi estúpido parecer, en épocas de lágrimas ver llorar, eran el único bálsamo para dibujar una sonrisa ficticia. Sí, esa sonrisa suficientemente convincente para aquellos que al igual que yo sólo se permitían llorar con los ojos cerrados.

Andante en G Mayor - Vivaldi

Bajaban cada día a vernos, muchos de ellos llevaban un árbol por cabeza que según parece iban renovando cada año; tal vez era la forma de escenificar, los diferentes disfraces que iban tomando como sujetos evocados a sobrevivir en esa vida de farsa y teatro creada por aquellos que ahora acompañados de ruedas les volteaban por su camino.

Así que me era difícil entender si reían o lloraban, al momento que pensaba que tal vez era estúpido pensar que ellos sólo tuvieran estas dos herramientas para evadir las memorias eclipsadas del miedo. Así que al fin y al cabo acababa mirándolos con la misma cara de aparente neutralidad emocional al momento que ellos giraban su cuello como para direccionarse hacia un nuevo destino

Curiosamente en cada uno de aquellos momentos, sin tener que gesticular mi rostro, uno entendía que no era necesario expresar hacia afuera lo que sentía; pues a veces la percepción, aunque innegablemente a veces desdibujada por nuestro yo, podía ser más útil que la utilización de cada una de las máscaras que llevábamos con nosotros mismos.

Allegro Pequeña Serenata nocturna - Mozart

Levanto el brazo una y otra vez golpeando esa maza afilada contra ese tronco de finas circunferencias que se encuentra apoyado  en esa vieja madre hecha madera. A veces saltan finas tiras suaves y jóvenes de rojo canela con formas familiares que me recuerdan a los que volteaban por mí o su camino.

Agarro un trozo entre mis manos y al levantar la cabeza veo como cada uno de aquellos árboles se desnudan frente de mi sin que yo sienta el vacile de movimiento alguno. Cada uno de aquellos trozos una vez despojado de cualquier corteza opresora se muestra delicado, frágil, suave, lleno, fuerte, próximo,…todo. Tal vez se vieron abandonados de ese fruto de fragancia de miel, pues las abejas aun voltean por las tierras que piso; pero ya no necesitan de nada, pues ya son todo, pues tal vez sus ojos críticos se quedaron sepultados bajo esa tierra. Una tierra que ahora ya no necesita ni de rostro para que quien lo rodee la sienta.

Silencio

Siempre estamos allí aunque la gente a veces no lo vea; uno poco a poco puede ir sintiendo el acompañamiento sin movimiento alguno. Pues la materia muerta esta tal vez más viva que la gesticulación humana bajo el prisma de un “yo” que quiere ser sentido para sentirse vivo; olvidando que la vida puede ser el silencio sin movimiento.

Hoy agradecido a la vida, a la música, a los ciervos, a los madroños y a los humanos que sienten sin ser vistos.

Buenas noches


P.D. al intentar acabar me viene esta canción a la cabeza; allí veo un montón de gente participando de una canción sin ni si quiera pestañear; por suerte cada uno de ellos se van quedando desnudos sin darse cuenta y tal vez más llenos que cuando se levanten del suelo y les toque a ellos actuar.





domingo, 7 de septiembre de 2014

De vuelta al mar

Podría hablar del viaje en esa furgoneta compartida hacia la costa canadiense, de ese sótano de invitados allí en una calle de Vancouver en donde por fin pude dejar las telas azules como método de intimidad o como no de esa preciada cama en esa yurta mongola de Salt Spring que me esperaba después de más de dos meses para recordarme que dormir más que un derecho se podía convertir en un placer.

Pero creo que todas mis palabras, incluso aquellas que tal vez por suerte no se acordaron de ponerles nombre, serían para aquel que seguía erosionando nuestros estereotipados pensamientos, para convertirlos ahora en suavizados murmureos sin derecho a ser juzgados.

Sí, allí me podría mantener en silencio sin tener que dar explicaciones a nadie, sin tener que colgarme ningún cartel anunciando mi estado de ánimo. Era consciente que me acabaría acariciando a mí mismo repetidamente en cada uno de aquellos intentados abrazos para sentirme que tenía a ese viejo amigo a mi lado; pero sólo el fracaso sería no intentarlo una y otra vez.

Yo le contaría lo que había hecho en estos últimos meses de ausencia y le explicaría sobre sus vecinos que había conocido en esa isla. Algunos de ellos se encontrarían allí mismo; pero ahora no me preguntaría, ni me importaría a mí mismo si pudieran estar pensando lo que pasaba por mi cabeza; pues tal vez ellos hacían el mismo ejercicio al momento que disimulaban mirando cualquier horizonte imaginado o no tras cualquier cuartilla infantil que un día se imaginaron haber dibujado.

Seguro que me reencontraría al cabo de pocas horas con cada uno de ellos ya convertidos en humanos y compartiría ruedas inacabables de música con las que yo pasaría con pies de duende sin hacer demasiado ruido; tal vez por miedo a que me vieran demasiado desnudo, tal vez porque no siempre tendría el mar de frente para alejarme cuando quisiera. Tal vez porque todos necesitamos un poco de mar al día para recordar por unos minutos quien somos.

Ahora escribo esto en medio de altos árboles, pero al menos sé que si acerco la oreja un poco más allá, me encontraré a quien siempre tendrá la última palabra gracias a su constante murmureo.


Sino siempre me quedara la opción de pensar que el humano es naturaleza, tal vez también dibujada en cualquier cuartilla infantil olvidada y así me relajaré y decidiré cuando hablo o no; al igual que con aquel que me deja acariciarme mientras lo abrazo.



lunes, 1 de septiembre de 2014

Aparecen de nuevo los egos

Demasiados reniegos encima de esa escalera en los últimos días; siempre por esas putas manzanas que se acababan resbalando de mis manos y que alargaban una vez más el poder conseguir llenar ese cubículo de madera que sólo tenía sentido por los nuevos kilómetros de cancha libre que me daría en la nueva tierra a donde partir, Méjico.

Sí de nuevo me convertía en una pieza más de ese engranaje productivo del cual había despotricado tantas veces en los últimos meses; al momento que mi “yo” se avivaba de nuevo por la necesidad de poseer nuevos logros, pues la ambición aparecía como ese viejo fantasma que se ocupó de anular mi infancia para poder entrar a formar parte de la sociedad.

Como humano enfermizo me castigaba la idea de no poder conseguir acabar el día con los mismos dólares que aquel con el que ahora me hacían competir codo a codo y por el cual ahora ya no existía la idea de que la pérdida se pudiera convertir en felicidad a partir del momento en que llenaba tanto dar como  recibir. Sí esa necesidad de poder sobre los demás la cual no acababa siendo nada más que nuestra debilidad disfrazada de fuerza.

Incluso la llegada al store se traducía con la compra de ese refresco burbujeante de color oscuro de no sé qué oso polar vi un día pasar, por allí donde se decían las verdades tras colador de ideas para poder postular a ciudadano de primera.

Así que un nuevo impulso de mandarlo todo allí donde una sentadilla daba placer me atacaba cada escasos minutos, pero mi palabra dada a aquellos que habían confiado en mí para resistir hasta el final de la temporada acababan congelando cada uno de aquellas iras que se traducían en patadas de genio a cada una de aquellas manzanas que ser reían expectantes en el suelo de la estupidez humana.

La dualidad aparecía de nuevo; el blanco y negro, el bien y el mal, el sí o no parecían la única vía para poder direccionar mis intenciones, pues es sólo eso lo que estúpidamente había aprendido tras años de observación; pues las tres puntas de un triángulo siempre habían estado tachadas de incongruentes. La posibilidad de encontrar un punto medio se perdía al mismo ritmo que el equilibrio de ese funambulista de paseo por una barra de acero frío.

La fealdad a mi palabra daba vida a ese yo que tal vez había olvidado, no por saber quién fuese o dejara de ser; pues tal vez ahora sabia más que nunca quien era, sino por la necesidad de objetivos para pensar de nuevo que era algo dentro de ese ahora ya “soñado” triángulo.

Así que de nuevo intentaba poner mi mente en blanco al momento que pensaba lo que un día decía el amigo Lennon.


“La vida es aquello que te va sucediendo mientras tú te empeñas en hacer otros planes”