Se acerca el fin de un nuevo
principio
A día de hoy empezaba a pensar el
día en que había abandonado el llamado sitio de confort; sí, allí en donde
permanecemos inmóviles visualizando el paso del tiempo bajo la seguridad de
sentirnos acorazados por tierras y personas que conocen más que nadie nuestros
triunfos y fracasos.
Sí, ese día en que había
emprendido el camino de la llamada época del aprendizaje; allí en donde los
triunfos y fracasos se miden con la misma subjetividad con la que yo ahora
evado una derrota, agarrándome sin miedo a tomar como tierra pisada, aquella
que fue presentada tras cualquier nueva mañana de ojos curiosos.
Tal vez había tenido que ir
creando pequeños peñones que yo mismo convertiría en islotes con nombres
propios, para cada uno de aquellos pasos intermitentes en que el subconsciente
necesitaba reposar buscando una nueva escucha de aliento familiar. Sí, esa
necesidad de sentirme que quien me acompañaba en cada uno de esos nuevos días,
tomaba la misma confianza que quien me aceptaba tras esos triunfos y fracasos
ya lejanos.
Tal vez las nubes habían ido y
venido durante todo este tiempo de la misma manera en que a día de hoy las
mismas me escondían ese cráter del volcán Tungurahua. Pero está claro que el
mismo como forma natural también utilizaba la contención por miedo a demostrarse
frente al mundo; aunque un mes atrás hubiera tenido que quedarse desnudo a
cielo despejado bajo una tormenta de rojo ardiente. Pues tal vez el confort
para algunos puede venir representado por esos ojos curiosos que necesitan
florecer tras una época de contención.
Tal vez a día de hoy también
necesitaba cambiar de poza en poza en esas termas abiertas de Baños de Agua
Santa, en busca de agua fría y caliente, para poder buscar ese confort necesario
que te hace sentir neutro. Pues tal vez el confort para algunos puede venir
representado por esos ojos curiosos que necesitan el cambio para sentirse
vivos.
Ahora, en esa casa del árbol en
donde el silencio sólo se vería roto por el voceo de ese mismo volcán que de nuevo
utilizaba la contención como única referencia a su presencia, yo tomaba ese
columpio de forma simbólica y me lanzaba de nuevo a la aventura de abrirme a lo
que se me pudiera mostrar. Eso sí, con la necesidad de pensar que la historia
continuaba, ya había aprendido que los islotes eran necesarios para no dar un
paso en falso que te hiciera sentir perdido en un mundo desconocido por el
subconsciente.
Desde ese columpio empezaba a
pensar que tal vez ya podía ser un viajero; aquel que cuando llega a un lugar
no sabe exactamente el día que partirá, pues no puede saber si se quedara allí
el resto de su vida.
Pero también un nuevo islote
creado años atrás y con nombre Barcelona se acercaba; está claro que allí
podría fijar firmemente mis pies, pero la contención de esos ojos curiosos parecían
tener ganas de conocer nuevas pozas y nubes blancas que escondieran bellas
tierras y personas. Pues así como la luz es movimiento, poder descubrir una
nueva imagen es una ilusión que me sigue corrompiendo.