sábado, 25 de febrero de 2017


¿Alguna vez has puesto la oreja en el suelo?

Supongo que después de atravesar Malasia y tropezarme con un sinfín de plantaciones de palma, las cuales según parece convierten a dicho país como uno de los mayores productores de aceite del mundo. Seria momento de pararse a hablar tanto de las consecuencias medioambientales de las mismas como de las que hacen relación a la salud humana.

Supongo que, al estar viviendo al lado de una mezquita, seria momento de hablar del canto del almuédano en lo bajo de ese minarete sonorizado, que durante cinco veces al día llama a la oración y que nos sirve de reloj a cada uno de nosotros.

Supongo que podría hablar de cosas que pudieran parecer interesantes, al menos por un ignorante como yo que día a día descubre cosas nuevas...

Pero la verdad que hoy no tengo ganas de hacer nada de todo esto, pues tumbado en esa playa de “Batu ferringhi” en la Isla de Penang, uno parece olvidarse de todo ello, para poder hacer rejuvenecer sus sentidos más primitivos; si esos sentidos que seguimos olvidando día a día.

Como he dicho otras veces durante las primeras etapas de nuestra existencia, nos dedicamos a explorar el mundo con los sentidos, nos dirigimos hacia el exterior; hacia lo que podemos ver, tocar, oler o saborear, cualidades que vamos olvidando con el paso de los años.

Hoy nuevamente me doy cuenta que no quiero perder nada de todo esto y lo quiero compartir con todo aquello que me rodea, la naturaleza; si otra de esas tristemente olvidadas.

Al principio tal vez las personas establecen una relación personal, emocional, con todos aquellos elementos de la naturaleza a los que atribuimos un poder, pero debido a la impotencia que supone controlar sus mecánicas causales abstractas, los ponemos en posición de objeto con respecto a los deseos que atribuyen.

Una vez más el ser humano se encuentra desamparado frente a todo aquello que no puede controlar y poseer y acaba simplificando su vida en querer aquello que le ofrezca una respuesta hablada.

Ahora una canción me recuerda preguntas que me sirven para estar tumbado más allá de la orilla de ese mar, mientras veo como el agua me cubre las piernas o lo que quiera que desee. Esa canción me preguntaba si alguna vez había visto un sonido, si había escuchado una imagen, si había tocado un pensamiento….si había probado la nada.

Todo se hace más grande si uno quiere, sólo hace falta que se desprenda de esas anteojeras que utilizamos como caballos para mirar sólo de frente. ¿Tal vez es el miedo al desconocimiento de ver más allá de los que conocemos? ¿el miedo a la incertidumbre? ¿el miedo a no entender lo que anuncia ese almuédano en lo bajo de ese minarete?

Y con ello nos vamos cerrando más y más con lo mínimo que conocemos, porque es lo que estúpidamente nos hace sentir seguros.

Pero como dice la canción – larga vida viviendo, si vivir puede ser esto –. Así que cada uno tome lo que quiera, nunca nada será mejor o peor; sino romperíamos lo mágico de todo ello, ya que empezaríamos a señalar que tenemos la posesión de algo, una posesión de una verdad inventada por nosotros mismos. Así que me callo y escucho la canción frente a un mar que tal vez me habla. ¿alguna vez has puesto la oreja en el suelo?



miércoles, 22 de febrero de 2017


El Buda sonriente se cruzó allí en Kek Lok Si

Finalmente, la llegada a una Isla fue un hecho y de nuevo el mar cerca, algo más que evidente. Le llamaban Penang y la ciudad de llegada era Georgetown. Calles repletas de mochileros que viven años de fantasía tras encontrar el pack de cervezas más económico junto a nuevas caras que desean conocer. Arte urbano, mezcla de religiones, casas coloniales y un clima pegadizo por sudoración que no consigue desprenderse de nuestros cuerpos.

Tras pasar el día entre zumos naturales y platos típicos cuyo nombre no consigo retener, llega el momento de coger un bus y visitar el que dicen que es el templo budista más grande del Sud Este asiático; por torpeza singular ya no sé si cojo el 201, el 202 o que pasa, pero finalmente el último conductor que visito me deja en un cruce de calles, donde parece ser punto de partida de ese templo de Luces o más conocido como Kek Lok Si.

Calles desalineadas son coronadas por farolillos rojos, los cuales nos marcan el camino hacia lo alto de Air Itam. Por suerte allí arriba las luces ya no son predicado del consumismo, sino que las mismas adoran al Buda; con lo cual aun siendo seguidor de mí mismo, me parece más que interesante.

En el propio templo, un sinfín de farolillos siguen colgando con unas etiquetas en su parte inferior; según parece aquellos que dan donaciones escriben el nombre de su familia en ellas, esperando recibir lo que esperan.

Como cualquiera que habla de sus viajes, ahora tendría que seguir hablando del conjunto de estatuas, flores, estanques y demás que uno encuentra allí presentes y que no dejan de sorprenderle. O incluso de la gigante estatua de bronce de Kuan Yin, la diosa de la clemencia, que nunca llego a ver, nuevamente gracias a mi torpeza; a pesar de que la misma mide más de treinta metros.

Pero la verdad es que en el único sitio en donde me planto, es frente a ese buda sonriente que se impone en una de esas salas. Ese monje vagabundo que no estaba interesado en reunir discípulos a su alrededor o ser reconocido como un gran maestro. Ese monje que en lugar de predicar en el templo como era lo habitual, recorría las calles con un gran saco a sus espaldas.

Sí, era aquel que cuando le preguntaban por el contenido de su saco, él contestaba: El mundo entero. Utópico o no, su mensaje era amor, risa y felicidad y como hoy me apetece, me lo creo y me rio con ello.

Cada día veo más claro que los destinos no se convierten en simples lugares, sino que nos enseñan una nueva manera de ver la vida. Tal vez voy a olvidar donde estoy hoy, pero me rio; pues no siempre se olvida aquello que uno quiere recordar y se recuerda aquello que se quiere olvidar.

Hoy me levanto y me rapo la cabeza, no soy maestro, no tengo panza, pero me sigo riendo mientras pienso llevarme el mundo entero.

Sé que tal vez sólo soy un soñador, pero me sigo aferrando a ello, aunque sepa que no tengo mucho más que ofrecer…


domingo, 19 de febrero de 2017


Kuala Lumpur, modernidad y poco mas

Bocanada de aire caliente y humedad nos acechan a la salida de ese aeropuerto de Kuala Lumpur. Cambio total no solo de clima sino de escenario; los saris se perdieron en el aire y el hiyab se convierte en símbolo de modestia y privacidad.

No veo vacas, ni perros, ni monos, ni personas que dancen al ritmo de ese bocinazo repetitivo; de aquel que te avisa con su vehículo desde la salida de su casa. Veo semáforos y pasos de cebra que dirigen personas y vehículos que parecen sumergidos en una ciudad sin alma. Sí que es cierto que veo un montón de luces que parecen querer dar luz a ese decorado de última generación, pero el mismo se convierte en poco más, que la viva imagen de aquel figurante que paseo sin pena ni gloria por allí donde le dictaminaron.

Ahora cuando hecho una mirada hacia ese Katmandú, que deje días atrás, me doy cuenta que aquella ciudad hablaba, respiraba y te hacía sentir algo especial. Tal vez a menudo te cuesta entender desde un punto vista emocional que pasa por la cabeza de cada uno de aquellos que viven en ella, pero tal vez lo que pasa es que no necesitan expresarse de ninguna manera, pues la ciudad ya habla por ellos.

La verdad es que me quedaría con el alma de aquella ciudad, la esencia de Katmandú. Como siempre acabarías llevándote un cachito de cada uno de aquellos sitios que vas recorriendo para crear con ello ese sitio ideal sin bandera alguna, en donde te gustaría vivir.

Pero hoy me toca vivir Malasia desde cerca y me sorprenden las mezquitas, las madrasas, esas amplias zonas verdes que intentan dar una bocanada de aire fresco a esa ciudad que sigue andando con rumbo fijo hacia la modernidad. Una ciudad que desgraciadamente va perdiendo la esencia de una historia, que parece no reconciliarse con aquel que quiere seguir poniendo la ciudad por las alturas.

Una ciudad que se va llenando de cada uno de aquellos rascacielos, que se acaban perdiendo en ese smog inevitable que surge de ese clima tropical; un smog que acabara perdiendo la propia esencia de cada uno de aquellos que ahora veo andando arriba y abajo con rostro apagado, mientras resto sentado frente a esas Torres Petronas, símbolo de la “prosperidad”.

Sí tal vez cada uno de aquellos rostros apagados sólo verán su cara iluminar, tras tropezar con cualquiera de las luces de ese sinfín de malls que acorazan la ciudad a cada vuelta de la esquina. Unos malls que les ofrecerá como respuesta, poco más que uno nueva etiqueta por la que seguir trabajando; una etiqueta más por la que seguir buscando luces…

Pero por suerte las noches me llevan a dormir al barrio chino. Allí las cosas parecen diferentes, aún existe autenticidad en cada una de aquellas casas, aún no han pasado los vigilantes del nuevo milenio para interponer su imagen ideal de la prosperidad.

Esas calles vuelven a hablar incluso hasta altas horas de la noche, algo que me tenía olvidado en ese barrio tranquilo de Boudhanath en Katmandú; esas calles también tienen olor, sudan y tal vez empiezan a hablar para cada uno de aquellos que las observan desde cerca.

Seguiremos observando…



miércoles, 15 de febrero de 2017


Camino hacia la playa, camino hacia Malasia

Después de estar ya más de tres meses en Nepal, llega el momento de empezar a pensar en hacer algún cambio. A pesar de que uno toma por bandera la idea de no pensar en el pasado y en el futuro, tal vez ya le quedaron lejos esos libros de Eckhart Tolle e inevitablemente empieza a llamar a otras puertas para que el dinero no se convierta en el guía de uno mismo.

Sin lugar a dudas la playa siempre ha sido un lugar de reconciliación conmigo mismo y en donde a lo largo de la vida he encontrado las respuestas que quería oír, previa llegada a la misma. Así que me dirijo a la playa, sin pensar que la misma me sirva de excusa, para ver que lo que realmente necesito es un cambio de aires. Como siempre he dicho un cambio de lugar, me permite empezar de nuevo de cero, con la misma identidad, pero con más apertura de pensamiento.

Pero sin ganas de soltaros un mensaje existencialista, sólo dijo que cojo mis cosas y me largo por unas semanas a Malasia. Allí me espera un nuevo país en donde ordenar de nuevo mis pensamientos, allí me espera una playa en donde tumbarme con mente en blanco sin tener que pensar en el que tengo que hacer de inmediato.

Tal vez es el ser nómada que se alza de nuevo, que no quiere pensar en que existen ataduras en un mismo y solo por el hecho de cambio de escenario ya significa un alivio para el mismo.

La verdad es que ni muchos menos estoy cansado de Katmandú, pues aquí estoy tranquilo viendo pasar los días sin cuestionarme si hago mucho o poco, pues lo que hago es lo que necesito en cada momento; pero tampoco os engaño si os dijo que la ganas de conocer nuevos sitios ya me empieza a remover la curiosidad.

Volveré en unas semanas a Katmandú y estaré tal vez un mes o dos más en Nepal, pero sé que llegará el día en que mi visado no me permitirá estar más en este país, con lo cual hay que empezar a pensar con nuevos sitios que se dejen acoger.

Está claro que siempre tengo la posibilidad de una vuelta a España. Un trabajo temporal de verano para recuperar esa moneda de cambio puede ser la solución, para después poder volver a armar las maletas y conocer nuevos sitios; pero la verdad es que cuando uno está de nuevo fuera, cada vez le cuesta más regresar, pues el mundo está para descubrirlo, más allá de lo que marcan las palabras escritas en forma de libro.

Tal vez a veces podría tener la sensación de que me estoy perdiendo cosas, dando vueltas por allí donde no están los que te siguieron durante años. Ahora no siempre estoy presente en esas fiestas familiares de cumpleaños, ahora me alejo del crecimiento de seres queridos, etc…pero uno al final acaba tomando la vía que le hace la vida más placentera.

Tal vez pareceré un poco egoísta, pues al final uno piensa en el bienestar de sí mismo, pero desde mi punto de vista, sólo de esta manera podré mostrar felicidad hacia los demás y los mismos la recibirán de la misma manera.

Así que de nuevo buscaré una aventura sin fecha de caducidad, serán unas semanas de playa, serán unas semanas en las que en el fondo tendré que empezar a pensar que hacer a partir de Abril; Port de la Selva, Asia, África,… tarde o temprano tenía que volver a salir la pregunta.

Ahora relajado pienso que el único billete de ida y vuelta es a Malasia y con ello me quedo tranquilo pensando que aún me quedan muchas cartas con las que jugar. Aún sigo pensando que tengo mucha más libertad ahora, que antes de que empezara esta historia, allí en el 2012.

Sigo pensando que nada es para siempre…. y sigo corriendo; pues la vida siempre tiene algo preparado que supera cualquiera de mis fantasías.



domingo, 12 de febrero de 2017


Días de cambios

A nadie le resulta fácil empacar, y dejar atrás todo lo que le resulta familiar, para enfrentar un entorno nuevo. A nadie le resulta fácil dejar paredes que recuerdan viejas historias de días pasados. A nadie le resulta fácil cerrar por última vez una puerta sin vuelta atrás…

Pero las cosas cambian y de nuevo uno tiene que poner a prueba su capacidad de adaptación, dejando de lado historias nostálgicas, que no aportan nada más que una pérdida de tiempo.

A partir de mañana esos escalones blancos precedidos de ese árbol que día tras día nos daba la bienvenida a una jornada de sol y sombra, se verán suplantados por un nuevo edificio que se encuentra unas calles más abajo. A partir de mañana me dirigiré de nuevo a la zona de Maijubahal de Katmandú, tal vez con miedo de equivocarme de puerta…

Siempre es difícil hacerse a un lugar nuevo, pues uno al entrar siempre busca similitudes de espacio, que le hagan sentirse como allí donde pasó los últimos días. Somos animales de costumbres, y tras cruce de nueva puerta, los llamados rituales se ven transfigurados por unas nuevas paredes, mesas, sillas que andan tan perdidas como nosotros.

Hoy tras sentarnos todos en el suelo, miramos la nueva Oficina y decidimos que tal vez lo más fácil, es que aquel espacio de nuevo nos lo hagamos nuestro.

Los pinceles, los martillos, los destornilladores, serán tomados por cada uno de nosotros y tal vez inevitablemente empezaremos a transformar ese espacio a vivo recuerdo de aquella imagen que empieza a quedar en el olvido.

Todos sabemos que serán días de descuidos, de no encontrar cada una de aquellas cosas, las cuales estaban en ese sitio que cada uno de nosotros conocíamos; pero día a día nos inventaremos o no excusas para pensar sobre las ventajas de ese nuevo espacio.

Un espacio tal vez más soleado, un espacio tal vez más acogedor, un espacio tal vez más cálido,..un espacio que cada día nos lo sentiremos más nuestro. Tal vez nos cambiaran el cartel de sitio, pero la esencia y la gente que encontraremos dentro seguirá siendo la misma; los jóvenes del Proyecto Joven d’Amics de Nepal.

Hay que seguir pensando que a pesar que a veces los cambios vienen disfrazados de problemas, en el fondo los mismos nos acercan al cumplimento de nuestros propósitos.

Ahora tendremos la posibilidad de abrir una puerta a nuevos retos y con ello podremos aprovechar, para comenzar una limpieza mental y poder escribir un nuevo capítulo de la historia de cada una de nuestras vidas; que mejor que aceptar cuando ha terminado un ciclo para tomar con más fuerza que nunca el que se presenta,

Tras vuelta a casa, me paso de nuevo por la Estupa, en busca de mí peregrinaje simbólico alrededor de la misma, al momento que recuerdo uno de los principios, que había oído en boca de alguno de aquellos monjes de túnica morada que observo.

Era el principio de la transitoriedad de todos los fenómenos, es decir, el hecho de que todo está en constante cambio y nada permanece igual; está claro que incluso lo aquí escrito, al cabo de unos minutos se seguiría transformando…Asia que hasta luego.



jueves, 9 de febrero de 2017


Budismo, Sati y algunas cosas más que contar

El Machapuchare es una montaña de los Anapurna venerada por la población nepalí por ser sagrada para el dios Shiva, con lo cual no está permitida su escalada. Con ello uno se da cuenta, que a menudo las cosas materiales por una razón u otra no son alcanzables para todo el mundo, por muy próximas y cercanas que a veces parezcan.

Machapucharne viene a significar “espina de pescado”, nombre que le viene dado por la forma de su cima. Una forma de pescado que tal vez podemos visualizar de forma más real allí abajo en Pokhara, la ciudad próxima más grande o bien aquí mismo en Katmandú, pero no por ello significa que sea más alcanzable para todo el mundo.

Uno se puede pasear por las calles de Katmandú y puede encontrar puestecitos que venden pescado, pero tras la pregunta del precio, uno muchas veces se acaba resignando a un plato de arroz acompañado de vegetales.

Con lo cual la historia se repite, las cosas materiales por una razón u otra no siempre alcanzables… pero bueno está claro que con esto tampoco estoy diciendo nada nuevo; uno a veces se resigna y acaba renunciando a lo que desea.

Ahora andando por las calles de Boudhanath veo un sinfín de monjes vestidos con sus tradicionales ropajes morados, según parece buscan esa iluminación que les permita despojarse del apego, de la necesidad de posesión, etc.. mediante el llamado noble camino óctuple.

Según parece este camino será el que les permitirá borrar la sensación de sufrimiento, pues según dicen el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Con lo cual si resumimos la situación sería la siguiente;

A partir de nuestra llegada al mundo, vamos a estar sufriendo por el hecho de no conseguir las cosas que anhelamos, y la única opción que nos permitirá anular dicho sufrimiento, será eliminando la idea de tener que poseer aquello que queremos. Un hecho que traducido al mundo marino alimentario, significaría que si eliminamos el deseo de querer comer pescado nunca vamos a sufrir por ello.

Realmente visto así para ser todo lógico, pero no por ello fácil. Según mi humilde entender la solución pasaría por anular la escritura. La escritura constituye el principal instrumento de individualización de las personas, ya que representa las dinámicas del mundo a través de modelos abstractos; equivale a comprender sus mecánicas y genera sensación de poder sobre ellos.

A partir de aquí teniendo en cuenta que somos almas comunicativas nos tendríamos que apoyar únicamente con la oralidad. En la oralidad no existe el pensamiento abstracto, desconectado de la acción, ni la consciencia de la existencia de la mente, ni los verbos que hacen alusión a los estados mentales como pensar, decidir, creer, dudar, equivocarse.

Tal vez de esta manera estaríamos libres de sufrimiento, pero luego llega la pregunta que te hace entrar de nuevo a un círculo sin salida - ¿Por qué se llenan ríos de tinta de esta práctica filosófica o religiosa llamada budismo?

Una vez más mi incomprensión en relación a cualquier doctrina, práctica filosófica o religiosa se repite, aunque la misma no sea de carácter teísta.

Pero bueno tampoco no os engañaré, ahora cada una de estas tardes de emoción primaveral, me paseo en silencio dando koras alrededor de la Estupa; eso sí, intento olvidar lo que deseo conseguir, para no tener que sufrir por no haberlo conseguido.

A mi alrededor siguen esos monjes intentado llegar a esa consciencia plena o “sati”. En nepalí “sati” significa amigo, así que de momento me quedo con ese significado que aún me da más felicidad. A la llegada a casa sé que me esperará una “Nepal Ice” a compartir con más o menos palabras con alguien y sino se lo mandaremos por escrito sin miedo alguno. Pero recuerda nunca prometer regalar el mundo entero…



domingo, 5 de febrero de 2017


Cuando la Ama es algo más que un palíndromo

Una de las cosas que tal vez he pasado por alto en estos últimos escritos o en todos, ha sido la mitología, sin lugar a dudas una de las cosas más interesantes con las que divagar cuando uno conoce una nueva cultura.

Hoy tomaba de ejemplo Ganesh, tal vez no conocido por nombre por la mayoría de mortales, pero si por su forma. Sí, esa deidad que con cabeza de elefante habíamos podido ver en libros, estampas y murales que escondían una cierta espiritualidad en un mundo desconocido.

Si, quería hablar de Ganesh, pero no de la típica historia que relata como acabo con dicho aspecto, tras ira y posterior apaño de Shiva, sino de algo que daría a entender porque el mismo es adorado como el dios del conocimiento y la sabiduría.

Según parece tras reto presentado por sus padres, los presentes Shiva y Parvati, tenía que competir con su hermano Kartikeya, para ver cuál de los dos era el más rápido en llegar al sitio más inhóspito del mundo y volver; pues el primero que lo lograra recibiría el “premio” de casarse, (pongo comillas y abro paréntesis, porque soy de los que creo que uno debería estar siempre enamorado, por eso jamás debería casarse; el matrimonio implica una pérdida o renuncia a la libertad).

Tras paréntesis cerrado y esperando que cada uno piense lo que quiera, prosigo con la historia. Kartikeya se subió al lomo de Paravani su pavo real y sin perder tiempo emprendió el viaje; en cambio, Ganesh junto a su ratón se quedó tranquilo en su hogar, como si aquello no le importara demasiado.

Algunos tal vez pensareis que Ganesh quería vivir siempre enamorado y tal vez por esto no quería casarse. Pero no, la cuestión es que tras paso de unos días volteo a su madre Parvati y le dijo que el reto ya estaba superado en creces. Tal vez las palabras fueron los siguientes:

Madre, ¿acaso no has leído las escrituras sagradas?, Los Shastras dicen que tú eres la madre sagrada, el mundo y el universo entero, y yo te acabo de voltear, con lo cual he superado la prueba.

Podría ahora continuar con la historia, que si Ganesh se casó, que si Ganesh tuvo hijos, que si…pero tal vez al final podría acabar aburriéndoos con tanta mitología de golpe.

Al fin y al cabo, donde quería llegar yo era a otro sitio; tal vez lo de querer hablar de mitología me lo he inventado con la excusa de que saliera la palabra “Madre” y a partir de aquí traducirlo a Ama, que no es nada más que su significado en Nepalí.

Y el tema es que cada uno de aquellos llamados expatriados que voy conociendo dicen que tienen una Ama, que evidentemente no es la que regenta alguno de sus apellidos, sino que es alguien que les protege en su estadía. Sí, es como una madre tomada de préstamo mutuo, para poder anclarse en un vínculo allí a lo lejos de donde estén.

Los días siguen pasando, la palabra Ama sigue apareciendo en las conversaciones y yo sin ella. La verdad es que a veces giro la cabeza y disimulo cuando sacan el tema; pero en el fondo me quedo tranquilo, pensando que a la larga cada uno recibe lo que se merece.

Humildemente creo, que esa mujer que cada mediodía nos sirve ese Chowmein y que nos mira con cara misteriosa, acabará convirtiéndose en un tema de que hablar y en ese momento, yo no tendré que voltear más mi cabeza; pues -Se verla al revés -

La verdad que tanto texto sólo me ha servido para recordar, que a menudo nos cuesta decir lo que realmente queremos decir… y pensar que con una misma palabra tal vez parece que digamos dos; pero cómo no soy sabio ni tengo conocimiento…Palíndromo.



jueves, 2 de febrero de 2017


Cuando las manos no siempre se juntan

Aunque sea un tópico, siempre llega el momento de hablar de una de las cosas que a uno le choca cuando llega a Nepal, pues aun previo paso por la India, el hecho de no ver muestras de afecto en público, sigue pareciéndole a uno, una cosa excepcional.

Tal vez quedo en el olvido el Kama-sutra, tras el paso de una Inglaterra victoriana con ánimos de establecer unos llamados valores morales. Curiosamente la sexualidad pasó de ser una cuestión pedagógica de sensualidad al cuerpo a una represión de las manifestaciones públicas a los afectos amorosos.

Una vez más la huella occidental deja mella allí por donde pasa. Pero tal vez no hace falta que descendamos o ascendamos al tributo sexual, sino que el mero hecho de que unas manos no se junten para sentir algo más que una liberación de oxcitocina, parece ser humildemente algo más que alguien deja de sentir.

Sí, es cierto que en Nepal, uno se encuentra con hombres de diferentes edades que deambulan cogidos de la mano sin miedo alguno; un hecho que muchos de nosotros tal vez nunca es tarde que empezáramos a experimentar sin pensar en estupideces homofóbicas. El hecho de no poder demostrar lo que sentimos en cualquier calle del mundo en relación a un objeto, persona, animal, planta o a quien queramos intentar acorazar sin ánimo de pertenencia, parece ser un aspecto que me sigue nublando la vista.

Me siento con un amigo y le saco el tema y me comenta que las muestras de amor en público no son bien vistas, que tal vez allí a lo largo de ese lago de Pokhara uno se puede desinhibir y dejar esas cárceles morales de lado; pero allí en Katmandú uno tiene que cruzar una puerta no imaginaria para poder no abalanzarse hacia su amor, ya que sino el hecho de tomar mano no ajena de sexo contrario, se convierte en “éxtasis” prohibido.

Frente a ello, uno no lo comparte, pero lo respeta; pues la cultura y tradición de cada uno viene tomada “libremente” por uno mismo. Pero sí que es cierto que se pregunta si eso es realidad o ficción.

De golpe me caen dos palabras en devanagari en mi hoja de estudio o mejor dicho dos dioses. Brahma y Maya. Sí, Brahma viene a ser esa realidad inmutable y Maya es la ilusión, allí en donde según parece cada uno de nosotros vivimos; lo que sería un claro paralelismo con esa realidad y esas sombras del Mito de la Caverna de Platón.

Pero como no es momento de filosofar me pongo una canción nepalí para cambiar de tema; la tomo de la mano y con cierta sudoración o liberación de oxcitocina siento que hablan de Maya; según parece Maya en Nepalí significa “Amor”. ¿Es que el amor es una ilusión y es por ello que no hace falta que lo mostremos en público? o ¿El público es una ilusión y el amor es una realidad que sólo podemos sentir desde un punto de vista onírico?

Tal vez el amor es una invención nuestra y es por ello que los animales son más felices, porque no se enamoran. Pero ya que apostamos por ser “humanos”, empezamos a entender que el amor cuando no es locura no es amor.

Que al amor transforme nuestras vidas. Estamos acostumbrados a variar automáticamente el alcance que damos a la expresión de nuestras emociones como parte de las condiciones de interactuación en una estúpida sociedad. Se tiende a ocultar crecientemente las emociones que se sienten respeto a las demás personas del grupo, sobretodo sino son congruentes con los intereses de la propia relación o con la propia sociedad

Empecemos a ser como queramos ser. Hombres, mujeres o lo que queramos ser, desde Oriente a Occidente.