¿Alguna vez has puesto la oreja en el suelo?
Supongo que después de atravesar
Malasia y tropezarme con un sinfín de plantaciones de palma, las cuales según
parece convierten a dicho país como uno de los mayores productores de aceite
del mundo. Seria momento de pararse a hablar tanto de las consecuencias
medioambientales de las mismas como de las que hacen relación a la salud
humana.
Supongo que, al estar viviendo al
lado de una mezquita, seria momento de hablar del canto del almuédano en lo
bajo de ese minarete sonorizado, que durante cinco veces al día llama a la
oración y que nos sirve de reloj a cada uno de nosotros.
Supongo que podría hablar de
cosas que pudieran parecer interesantes, al menos por un ignorante como yo que
día a día descubre cosas nuevas...
Pero la verdad que hoy no tengo
ganas de hacer nada de todo esto, pues tumbado en esa playa de “Batu ferringhi”
en la Isla de Penang, uno parece olvidarse de todo ello, para poder hacer
rejuvenecer sus sentidos más primitivos; si esos sentidos que seguimos
olvidando día a día.
Como he dicho otras veces durante
las primeras etapas de nuestra existencia, nos dedicamos a explorar el mundo
con los sentidos, nos dirigimos hacia el exterior; hacia lo que podemos ver,
tocar, oler o saborear, cualidades que vamos olvidando con el paso de los años.
Hoy nuevamente me doy cuenta que
no quiero perder nada de todo esto y lo quiero compartir con todo aquello que
me rodea, la naturaleza; si otra de esas tristemente olvidadas.
Al principio tal vez las personas
establecen una relación personal, emocional, con todos aquellos elementos de la
naturaleza a los que atribuimos un poder, pero debido a la impotencia que
supone controlar sus mecánicas causales abstractas, los ponemos en posición de
objeto con respecto a los deseos que atribuyen.
Una vez más el ser humano se
encuentra desamparado frente a todo aquello que no puede controlar y poseer y
acaba simplificando su vida en querer aquello que le ofrezca una respuesta
hablada.
Ahora una canción me recuerda
preguntas que me sirven para estar tumbado más allá de la orilla de ese mar,
mientras veo como el agua me cubre las piernas o lo que quiera que desee. Esa
canción me preguntaba si alguna vez había visto un sonido, si había escuchado
una imagen, si había tocado un pensamiento….si había probado la nada.
Todo se hace más grande si uno
quiere, sólo hace falta que se desprenda de esas anteojeras que utilizamos como
caballos para mirar sólo de frente. ¿Tal vez es el miedo al desconocimiento de
ver más allá de los que conocemos? ¿el miedo a la incertidumbre? ¿el miedo a no
entender lo que anuncia ese almuédano en lo bajo de ese minarete?
Y con ello nos vamos cerrando más
y más con lo mínimo que conocemos, porque es lo que estúpidamente nos hace
sentir seguros.
Pero como dice la canción – larga vida viviendo, si vivir puede ser esto
–. Así que cada uno tome lo que quiera, nunca nada será mejor o peor; sino
romperíamos lo mágico de todo ello, ya que empezaríamos a señalar que tenemos
la posesión de algo, una posesión de una verdad inventada por nosotros mismos.
Así que me callo y escucho la canción frente a un mar que tal vez me habla.
¿alguna vez has puesto la oreja en el suelo?