Pokhara, un espejo o no de los libros; lago o luciérnagas.
Y el por suerte las veía tanto de
día como de noche, sin necesitar saber si Maureen y Tony Wheeler habían pasado
por esas tierras mojadas. Un “Across Asia on the Cheap” lo había abierto al
mundo “blanquito” que huía del mundo conservador de la vieja Europa. Ahora los
hijos de esas generaciones hacían lo mismo, disfrazados de buenas intenciones y
cargados de moneda ajena, se movían con su última edición plastificada, para
evitar el fin de una expedición plenamente planificada.
En mi tierra Enrique Bunbury le había
dedicado parte de una canción y por otras tierras seguro que más de uno le
había hecho rasgar un acorde, para dar continuidad a esa “Freak Street” ya
desaparecida en Katmandú.
Sin saber lo que había pasado en
tiempos pasados, la magia parecía haber desaparecido, pues tal vez ya no
quedaban ni murales encubiertos de Hendrix, Joplin, Morrison o de un clásico en
esos momentos, alguien llamado Bob Marley.
Pero es lo que tiene la huella
humana, que lo toca y lo acaba transformando todo en un mundo globalizado. No
esperaba llegar allí y cantar canciones con guitarra rota al lado de algo que echara
humo o bien acabar los días consumiendo drogas; pero la verdad es que, si me
transportaran allí en un abrir y cerrar de ojos, no podría adivinar en qué país
me encontraba.
Sí, ese Lake Side, era uno tantos
sitios, que vive del turismo y que por ley de vida se acaba vendiendo al mejor
postor; pues el propio Dal Bhat se había convertido en masa redonda de pizza o
cualquier otro comestible más afín a nuestra mente perturbada.
Algunos dirán que es la ley de la
oferta y la demanda, que es ley de vida, que gracias a cada uno de aquellos que
visitan esos lagos, muchas de las familias de las que allí viven se les permite
tener una vida más próspera. Pero tal vez lo que olvidamos es que esa vida es
más próspera, según el prisma de cada uno de aquellos que las visitamos; idea
que por defecto acabamos inculcando a cada uno de aquellos que nos tropezamos.
Por desgracia uno se da cuenta
que nuestra distancia frente a todo cada día decrece más. Pero yo también imbécil
de mi aquí lo cuento y sigo escribiendo historias de ese lago, olvidando tal vez
que si esa representación del espacio no pasara por la escritura; el ser humano
tendría más movilidad, pues la capacidad de decisión la tendría que demostrar
sobre el mismo y no sobre lo escrito. ¿eso nos daría miedo tal vez?
Así que egoísta de mí y por
respeto a la naturaleza, diré que queda aún allí, algún rincón escondido en
donde bañarse tranquilamente, comer pescado y olvidar o recordar lo que uno
quiera. Aunque dicen que un nuevo destino no es el que ayuda a mejorar nuestra
vida, sino que es nuestra nueva manera de ver la vida; al fin y al cabo, la
verdad es que aquello que llamamos entorno o naturaleza nos acaba ayudando.
Tal vez debamos volver a
recuperar aquella relación personal y emocional, con todos aquellos elementos
de la naturaleza, los cuales vamos abandonando por la impotencia de no poder
controlar el poder que tienen. Una vez más queda demostrado, que cuando el ser
humano no puede controlar algo o darle palabras, lo acaba colocando en posición
de objeto.
Así que ahora cuando llega la
noche y ya no veo mariposas, sino luciérnagas, no sé si me interesa saber el por
qué emiten luz; pues seguro que estará escrito y según ello tal vez dejaré de
mirarlas, tocarlas o pensar algo diferente de ellas…que buena es la ignorancia…