Lima, pesando en días atrás y
mirando de nueva de frente
Allí se encontraba el último
reducto de aquel crucero que se vio aclamado por la Perla de Pacífico; un
reducto que bajo camisa de seda hoy hacia llorar cada una de aquellas notas de
piano que rememoraban viejas historias del ayer, al momento que nublaba su
vista con una Cusqueña por compañía, que parecía representar el único nexo de
unión con cada una de aquellas maderas por tabla que nos acompañaban. Tal vez
era esa misma niebla característica de Lima, con la que yo me iba levantado esa
mañana, la única forma de escapismo que parecía ahuyentar sus viejos fantasmas
del pasado, la misma que le ayudaba a vislumbrar los indecisos perfiles que se
escapaban de peligros y abismos; tal vez por ello, se regocijaba en esa taberna
horas y horas sin pensar en un tiempo que corría sin pensar en él.
Yo tal vez me había visto inmerso
por esa misma niebla que cubría la ciudad, allí arriba en el Cerro de San Cristóbal,
en donde la luz sólo parecía percibirse a través de las ofrendas de aquellos
que rememoraban vidas perdidas por el camino; pero era consiente que esa
neblina había sido pasajera, pues tras esa cortina se escondía una nueva ciudad
llena de luz que discurría entre edificaciones coloniales que partían de más
allá de la Plaza San
Martín o de la propia Plaza de Armas. Una ciudad en donde el hollín marcaba los
rasgos enmarañados de un río llamado Rimac, el cual bajaba con la misma fuerza
con la que los niños a día de hoy corrían a la búsqueda de esos nuevos cuadernos
que anunciaban la llegada de un nuevo curso escolar, unos niños que con ojos
abiertos esperaban la llegada del reencuentro inocente con cada uno de aquellos
compañeros con quien compartir ese verano que llegaba a su fin.
Pero mientras pensaba esto, las
notas de aquel piano seguían golpeando con fuerza, al momento que repetían;
Yesterday, all my….ese niño ya se había hecho grande y ya no compartía su
inocencia con aquellos que le rodeaban, sino que dejaba escurrir sus
sentimientos sólo a través de la música, a escondidas… al igual que lo hacían aquellas
damas tapadas que años atrás, tras esos balcones de madera que acompañaban la
ciudad, fustigaban sus calores pensando con aquel gentil hombre que sin sangre
azul veían alejarse de las previsiones paternales.
Yo si pensaba con el ayer,
recordaba los dos últimos días pasados en Paracas, en donde lejos de conocer la
fauna autóctona, había dedicado el tiempo a no pensar en nada más que en como
situar mi toalla para poder entablar conversación con aquel que desde lo alto
nos iluminaba el día. Yo si pensaba en hoy veía una nueva ciudad para conocer…
Tal vez me preguntaría si aún era
un niño, tal vez me preguntaría si aún no había crecido; tal vez no tenía
sentido preguntarse nada y mejor seguir pensando que era un inocente o tal vez
un ignorante de la vida…