La verdad que no recuerdo cuando
fue la última vez que te vi, tal vez hace dos años en alguna de esas fugaces estadías
en tierras leridanas. Me cuesta hablar cuando se pierde a alguien y es por ello
que acostumbro a dejarlo en manos de la música; así que pocas cosas voy a decir
hoy.
Sólo decir que recojo esta
canción por su título, pues quiero seguir diciendo “la tieta”. Hoy te vas sola
por primera vez; así que, si algún día te vuelvo a ver, espero que sigas
estando acompañada como has estado siempre. Un beso y un abrazo desde lejos y
tan cerca como siempre.
martes, 29 de noviembre de 2016
Nagarkot, sobrevivir o deseos
Podría ser un día cualquiera de
noviembre, pero hoy me encuentro tumbado en un sofá de esos llamados chill out,
en una no cualquiera terraza de un hotel no llamado por casualidad “End of the
Universe, en una sí, soleada mañana en Nagarkot.
Frente mío una alcanzable taza de
té y a lo lejos tal vez un inalcanzable lugar de nieve llamado Himalaya.
Evidente emoción por ver, aunque
sea desde lejos algo de lo que durante tantos años he oído hablar, al momento
que me pregunto porque las personas sueñan en subir esas montañas. Tal vez las
personas ven en ello el deseo más alto al que pueden aspirar; tal vez es la
única manera de poder ver materializado el poder llegar a lo más alto desde un
punto de vista espiritual.
Según parece los deseos aparecen
debido a nuestras carencias y estos acaban cuando los vemos representados. Sí,
son esos deseos que nos obligan día tras día a marcarnos metas y objetivos para
sentirnos que estamos haciendo algo interesante con nuestras vidas, aunque tal
vez muchos lo hacen para demostrar que sus vidas son interesantes. La verdad es
que es difícil saber quién marca nuestro destino, nosotros o ellos. Pues hay
que ver las cosas estúpidas que uno acaba haciendo por ser otro.
Según parece la mayoría de
personas se quedan sólo con sus deseos en mente y al no poder visualizar como
llegar hasta ellos, tarde o temprano acaban abandonándolos, con lo cual acaban
resignándose. Después es cuando llega Balzac y nos dice que la resignación es
un suicidio cuotidiano; con lo cual uno se pregunta si tener deseos es jugar
entre la vida y la muerte.
Intento pensar que mi único deseo
se materializa con el objetivo de sobrevivir, con lo que me agarro a esa taza
de té que tengo frente de mí; por suerte sobrevivir significa ver, oír, tocar,
saborear, sentir y lo más importante amar. Así que creo que con esto tengo
bastante, no es que tenga miedo en marcarme nuevos objetivos por miedo a la
muerte, pues ella es la única que me hace sentir que estoy vivo. Lo único que
pienso es que “pensar” en el futuro es una pérdida de tiempo.
Así que volvamos a la facilidad
de nuestros cinco sentidos y con ellos amemos. Empezando por nosotros mismos,
pues nadie ni nada es principio y fin de todos nuestros intereses; y recordar
que cuando uno entrega todo su amor, se queda solo.
Ahora es momento de escuchar
“Cerca del Cielo” de Nacho Vegas, para tal vez entender a aquellos que ven esos
ocho mil desde otro punto de vista. Tal vez en el fondo todo acaba siendo lo mismo;
- “una guerra tan cruel como la de uno contra uno mismo”.
En el fondo todo el mundo busca a
su manera que necesita para salvarse y seguir viviendo. En el fondo todo el
mundo busca a su manera como sobrevivir…
Pero recordad que Sísifo fue un
mito y no hace falta hacerlo realidad cada día con vuestras vidas.
jueves, 24 de noviembre de 2016
¿Que estoy haciendo en Nepal?
Supongo que algunos de vosotros
estáis pensando que estoy haciendo por Nepal aparte de dar vueltas, así que va
siendo hora que explique un poco el proyecto en el que estoy inmerso.
Actualmente estoy de voluntario
en el Proyecto Joven de la Asociación “Amics de Nepal”, el cual tiene como objetivo
conseguir despertar en las personas la inquietud entorno a los pensamientos de
uno mismo. Los seres humanos desde que nos despertamos, estamos sumergidos en
una vorágine de pensamientos, que no son más que acciones que nos gustaría
emprender, pero las mismas caen en el olvido o son mermadas por la sociedad.
Amics de Nepal después de más de
veinticinco años desarrollando acciones de cooperación en Nepal, ha conseguido
que cada uno de aquellos jóvenes que año tras año forman parte del Proyecto
Joven vean despertado su espíritu crítico, y lo más importante, su posibilidad
e necesidad de manifestarlo.
Los jóvenes tras sus obligaciones
escolares, encuadradas en una metodología de trabajo centrada en la copia y
repetición, ven las puertas de la ONG como un espacio de escape, donde debatir
y comentar en grupo cada una de las problemáticas que surgen a nivel
individual, familiar, de barrio, de ciudad, y con ello se buscan alternativas
para poder solucionarlas.
El proyecto Joven aparece con la
idea de la filosofía de la cultura de los pueblos, un instrumento de
transformación social en su relación Hombre - Sociedad – Naturaleza. Un
proyecto que nace en el barrio de Maijubahal en Katmandú, pero que espera
expandirse por el resto de Katmandú, no a nivel ideológico, pues las normas no
existen, sino a nivel práctico.
¿Para qué son necesarias las
donaciones?
Pues aparte de los que serían de
carácter estructural, como podrían ser las derivadas de tener un espacio físico
de reunión, existen una serie de necesidades que surgen al poner en marcha la
metodología de trabajo que se usa como herramienta de expresión, las artes
escénicas.
A veces la capacidad de expresar
lo que queremos queda mermada con las palabras, en cambio el hecho de que nos
expresemos mediante el teatro y la danza ayuda sobre todo a que las
generaciones más jóvenes tomen consciencia de ello de forma más fácil y
directa. Evitando así parrafadas de artículos que no acaban siendo nada más
datos que se pierden en la imaginación de cualquier humano.
En el proyecto, las artes
escénicas son tomadas a partir de la técnica del “Teatro del absurdo”, ya que
el mismo se caracteriza por cuestionar la sociedad y el hombre, y lo que es más
interesante; al ser un tipo de teatro que no ofrece respuestas esperadas,
permite al público la interpretación y el análisis en cada de sus obras.
Con lo cual en cada una de las
actuaciones se abra un foro abierto hacia la interpretación de las mismas, y la
posibilidad de que el debate entre el público en relación a la problemática
presentada se vea aumentada. Con ello se consigue crear una sinergia de
diferentes pensamientos críticos que dan su fruto, pues nace una necesidad de
cambiar una realidad con la cual no están conformes.
¿Y cuáles son estas realidades?
Sin lugar a dudas uno de los
proyectos que ha tenido más incidencia en los últimos meses dentro de “Amics de
Nepal Youth”, ha sido llevar a escena una de las principales problemáticas del
país; la concienciación entorno a los inconvenientes medioambientales que
arrastra el mismo. De esta manera se consiguen divulgar aspectos tales como la
importancia del reciclaje o bien la correcta eliminación de los residuos.
Organizaciones importantes del
país relacionadas con la causa, como Clean Up Nepal, han visto claramente que
esta es sin lugar a dudas una de las cartas con las que jugar para poder llegar
a un público más amplio. Asimismo, la obra de teatro ha llevado a conseguir incluso
el reconocimiento de la UNESCO; pero la verdad es que aún queda un largo camino
por recorrer y para ello hacen falta medios.
¿Qué medios faltan?
La idea es de poder mejorar
aspectos tales como el vestuario, el equipo de sonido, etc…y lo más importante,
poder cubrir todos los desplazamientos de los integrantes del “Proyecto Joven”,
los cuales sueñan cada día en poder hacer llegar sus ideas a cada una de las
aldeas del país.
Asimismo, poder poner en marcha
otras ideas que aparecen en el pensamiento de los jóvenes, como sería crear una
obra de teatro en relación a la igualdad de género, uno de los temas puntales
que cada día se pone a debate en esa Ágora abierta a todo el público.
Una esperanza podría ser poder ir
a cualquier pueblo de Nepal dentro de diez años y entender y sentir lo que
piensa el país, sólo con ver una obra de teatro. La misión es dar a conocer
herramientas de expresión y a partir de aquí que sean utilizadas a través de su
cultura y su forma de sentirlas.
Creo que aquí queda todo dicho, sino
lo seguiremos intentando.
Después de unos cuantos
“namastes” y señas varias me subo al “Tempo”, que descubro ese mismo día que es
un medio de transporte de tres ruedas que en su parte delantera luce un número
que señala la línea que cubre. Tras la palabra mágica “Sundara-Ratnapark”, el
conductor me invita a subir al momento que me dice que ese es el indicado.
Sundara Ratnapark fin de línea; empieza
la aventura de subirse a alguna de esas micros que atestadas de gente se
dirigen a Jawalakhel. Tras localizar una, me doy cuenta que el dejen salir
antes de entrar funciona igual de bien que en todos los países. Un dejen salir
que se ve complicado en el momento que necesitan sacar del interior del
vehículo a un hombre, que con no muy buen estado parece ocupar gran parte del
mismo.
Tras dejar ese hombre somnoliento
en la misma acera de la calle, la micro toma de nuevo su rumbo intentando
evitar de forma ambiciosa ese Traffic Jam característico de Katmandú. Pero a la
llegada a las puertas de Jawalakhel y con tan solo con la necesidad de cruzar
ese puente las cosas se complican y la espera parece eternizarse. La policía
retiene el vehículo y de nuevo palabras que no entiendo parecen señalar una
discusión que no parece llegar a ningún sitio.
Salto de la micro y un joven
apuesto se ofrece a acompañarme a mi destino; aún existe gente dispuesta a
ayudar sin nada a cambio. Bueno eso sí, en el momento de la llegada al destino
me invita a que no hagamos un “selfie” de recuerdo, bueno tal vez yo soy el
“raro” en esas tierras, así que acepto con una sonrisa preparada.
Cambio de escenario, estoy en
Patan, veo en pocos minutos un par de Malls al más puro estilo occidentalizado,
la invitación al consumo parece haber llegado también allí. Me pierdo por
estrechas calles que me recuerdan un poco a la antigua Europa, con cafeterías
con velas para dos que invitan a transportarse a un “oasis”, al que dudo en
querer recordar en estos momentos.
Finalmente llego a la Durbar
Square; palacios, arquitectura newarí y demás cosas que parecen preparadas para
llenar libros de historia. Me doy cuenta que no me interesa tanto lo que veo,
sino que me siento más cómodo andando sin rumbo alguno.
Pero la verdad es que tarde o
temprano uno acaba deteniéndose para aprender a valorar esos trabajos de marquetería
expresado en esas Pagodas que de forma estructural se han expandido por el
resto de Asia.
Tras poco más de diez minutos
abandono la plaza, creo que hay cosas más interesantes por lo que vivir, que lo
que me muestra una arquitectura que no me está hablando; pues yo prefiero saber
más sobre los que vivían allí mientras se edificaban esas construcciones,
prefiero conocer más sus costumbres, dialectos, religiones, castas, etc…; es
por ello que creo que Nepal es un buen sitio para aprender sobre la gente,
gracias a su diversidad cultural.
Todo lo otro en el fondo no son
más que hechos materiales que nos presentan la existencia de un legado, así que
tal vez esos mismos Malls que poco antes veía y que menos importancia les doy, dentro
de 1000 años también serán patrimonio de la UNESCO, ¿y porque las personas no? Qué
poco nos queremos, ¿no?
Me voy a cualquier esquina a ver
si alguien me cuenta algo, sigo sin hablar mucho, pues prefiero seguir
observando; pues las palabras ya las voy dejando escritas por aquí.
martes, 15 de noviembre de 2016
Nepal y la gente que pierde su
nombre por un puñado de dólares
Cuenta un cuento que existen
zonas rurales en Nepal, en donde llegan hombres que con labia por bandera...- entro
en sueño -
Me imagino una zona muy verde en
las montañas, con una casa fría sin color definido que escupe humo por lo que
parece ser una salida de aire en su parte superior.
Un hombre de edad indefinida y
piel seca sale cabizbajo con bastón en mano por una pequeña puerta de madera
carcomida. Allí un montón de niños con mejillas rojísimas corretean y sí, visten
jerséis de lana de color azul claro, amarillo y rojo chillón.
Cada uno de aquellos jerséis
llevan un nombre estampado en su espalda, seguro que han sido heredados de
algún blanquito que un día encontró la manera de limpiar su karma, así que me
doy cuenta que yo podría ser ese mismo blanquito.
Cuando bajo la vista me doy
cuenta que la mayoría de ellos van descalzos, eso sí, visten pantalones azul
marino trazados bajo el mismo patrón con cierto aspecto polvoriento.
Ahora el hombre cabizbajo que ha salido
a la puerta de su casa, empieza a hablar con unos señores que vomitan humo por
la boca, pero por desgracia es de esos que nunca se evapora. Sí, son aquellos
hombres que venden futuros venideros, llenos de alimentación y enseñanza bajo
custodia de quien entiende de dinero.
Ahora me imagino paredes grises
llenas de un hollín que, sin recuerdo de humo, se resisten a abandonar a
quienes se quedaron sin nombre. Veo esos mismos niños, con los mismos jerséis
color azul claro, amarillo y rojo chillón, pero ya sin nombre estampado en sus
espaldas. Ya no puedo ver si llevan pantalones azules o zapatos, pues ya no
tienen ni energía para corretear por unas calles que no existen dentro de esas
cuatro paredes.
Mientras, allí en el exterior, en
donde aún existen el nombre de las calles y las personas, veo un grupo de
jóvenes que con bolsillos anchos se toman fotos frente al edificio, como si de
un nuevo monumento a la “humanidad” se tratara. Al momento que envían de forma
viral cada una de esas imágenes para cada uno de aquellos a los que les tengan
que demostrar algo. De nuevo la limpieza del karma se avecina a la vuelta de la
esquina.
Y como no, no mucho más lejos de
esas esquinas, unos hombres siguen vomitando dólares y pudiendo recordar como
mucho su número de cuenta, se plantean volver a coger rumbo a las montañas.
Me despierto y una vez más me
pongo la canción que cada día me ayuda a levantarme con más ganas. Es el
Syndicate de Bipul Chettri. Intento pensar que fue un mal sueño y no el
recuerdo de una charla que allí en el Barrio de Thamel de Katmandu, se hablaba
de “Orphanage Trafficking”.
La verdad es que no entiendo lo
letra de la canción, pero no sé cómo, pero puedo volver a ver los niños y no
tan niños corretear sin preguntarse por la libertad o no de esas calles. Tal
vez soy un iluso pensar que fue un sueño; pero la verdad es que nadie conoce la
realidad de nada.
A veces a uno no le queda más
opción que compartir lo que es y no buscar en el hombre a alguien que le lleve
a aquel sitio, que le permita conseguir lo que aspira y no tiene.
sábado, 12 de noviembre de 2016
Aclaraciones
A veces la gente me pregunta si
realmente soy feliz cuando viajo. Algunos de mis escritos pueden denotar cierta
indignación o desaprobación con el mundo en el que a uno le toca vivir. Pero tomaros
el tema como una terapia personal, pues es el ejercicio mediante el cual uno se
puede desprender de todas aquellas cosas que de manera directa o indirecta le
hacen perder el sentido de la vida; que en el fondo no es más que “vivir”, eso
sí, en la totalidad de su significado. Un hecho que desgraciadamente a menudo
olvidamos.
Existen demasiadas cosas que
nublan nuestra cabeza y que nos impiden vivir por vivir, sin necesidad de marcarse
ningún objetivo más. Así que quieras o no, gracias a poder escribir todas
aquellas cosas que retumban demasiado en tu cabeza, le ayudan a uno a sentirse
mejor con uno mismo.
Algunos pensareis que el hecho de
que este en Nepal actualmente va relacionado con todo ello, tal vez esa
necesidad de seguir aquellos que buscan su “iluminación” al momento que se van
desprendiendo de todo aquello material que les rodea. Aquellos que buscan
olvidar la palabra “apego” de su lenguaje para evitar el sufrimiento y
conseguir asimismo la ausencia del ego.
Pues la respuesta es “no”; soy
abstemio a los dogmas y sin querer parecer egocéntrico, la fe la centro en mí
mismo. Desde hace años pienso que somos egoístas por naturaleza, pues el
egoísmo en el buen sentido de la palabra es innato; todo lo que hacemos lo
acabamos haciendo por satisfacción propia, lo cual no implica que cada una de
estas acciones, no comporten la satisfacción de los demás.
Sigo pensando en estandartes
tales como; “toma de la vida lo que desees, y no olvides que todas las noches
de tu vida son igualmente importantes y que todos los días son tuyos para que
los aproveches”, lo cuales podrían parecer una apología al individualismo.
Pero esto no impide a que busque
el contacto con lo que me rodea, pues no busco una distancia emocional frente a
ello, por miedo a pensar que eso será objeto de mis deseos. Con lo cual vivo
solo con la idea de vivir y por ello no tiendo a ocultar mis emociones hacia lo
que está frente de mí, pues ya hace tiempo que perdí el miedo a querer y a ser
querido.
Tal vez todo esto pueda parecer
un juego de palabras sin significado, pues a menudo nos expresamos mejor si
prescindimos de las palabras. Pero como ahora ya las tomé, no tengo vuelta
atrás. Con ello me viene a la cabeza una canción que decía “Yo hago canciones”;
para mí un canto a la alegría de quien no tiene miedo a contar sus tristezas
pasajeras.
Yo ahora pensaré que sólo hago
escritos…aunque se remueva tristeza, indignación, EMOCIÓN, no penséis que estoy
siempre igual…pues el resultado de poder expulsar todo esto, te compensa con
una máxima plenitud emocional.
Desnudaros de una vez por todas,
pues todo es mucho fácil si uno pierde el miedo a ser visto tal como es.
Y que quede claro, que amo de
igual manera la tierra, el mar, el aire, el cielo…y la especie humana; eso sí, sin
lugar a dudas la más complicada, pues la escritura lleva al libre albedrío de
su interpretación.
Prometo más aventuras y
desventuras por Katmandú en el próximo post, pero antes necesitaba desprenderme
de todo esto…
martes, 8 de noviembre de 2016
Camino por la muerte o la nueva
vida
Al recordar lo que había escrito
estos dos últimos días me daba cuenta que existían dos grandes temas; por una parte,
esa tal vez huida de las obligaciones sociales para conseguir con ello
recuperar sentir las cosas de forma más primitiva y por otra el pensar que si
el ser “humano” estaba intentado transmitir estas obligaciones a los animales
que le rodeaban.
Curiosamente al cabo de unas
horas de que esto pudiera pasar por mi cabeza; en una de esas huidas al Café
americano de las mañanas, unos nuevos amigos me invitaban a ir a Pashupatinath;
más conocido como el templo del Dios de los Animales para el que siente o como
el Crematorio de Katmandú para el frívolo.
Curiosamente ese fue el lugar que
escogió Shiva para adoptar la forma de un ciervo y así huir de sus obligaciones
divinas, del aburrimiento de su brillante palacio del Kailas…
Muchas contradicciones machacaban
mi cabeza durante ese camino hacia el templo, pues no acababa de separar lo
cultural de su visita, de la morbosidad del ser humano de ver la desgracia ajena
frente de sí.
No me imagino estar celebrando el
funeral de un familiar y encontrarme un sinfín de imbéciles desconocidos
haciendo fotos a cien metros de distancia como si estuvieran presenciando el
combate entre la vida o la muerte bajo llama ardiente que desvanece un cuerpo
querido.
Por suerte nuestra llegada fue
por el monte, por la zona de las cuevas en donde viven los sadhus; esos hombres
sagrados que se dedican a la meditación, a su liberación. Sadhus que visten ropajes
de color azafrán, representando la sangre de Parvati y la virtud de la renuncia.
Sadhus que luchan por deshacerse de sus ataduras y cosas de valor para así
hallar la iluminación.
Sadhus que se convierten en Babas
(padres) para aquellos chicos huérfanos, que encuentran en aquellas cuevas un sitio
donde aprender a compartir; un sitio donde se les permite sentir el calor
familiar con los demás sin coincidencia de sangre.
Allí viven juntos ayudándose con
lo que pueden, mientras cantan y recitan oraciones que les hace sentir que
están más vivos que nunca, de manera que ven remontadas sus ganas de vivir, al
sentir que no están solos en el mundo, pues hay una comunidad que les arropa
sin nada a cambio.
El paso de los minutos en esas
cuevas me hace sentir bien, al momento que observo las cuevas de Naropa y
Tilopa, una al lado de la otra, en dónde maestro y discípulo meditaban juntos.
Pero a pesar de la magia del momento en donde se une esa tierra de buena gente
junto a árboles verdes y ese rio Bagmati; existe cierto olor a sándalo
embriagador que te seduce, al momento que enmascara lo que está realmente
pasado allí abajo.
Sí, son esas humaredas que allí
en los Gaths parten de cada una de esas piras funerarias que siguen ardiendo,
al momento que consumen la antigua vida de alguien o bien la nueva que llega.
Lo que me hace feliz es pensar
que cada uno de aquellos que arden sin ser vistos, fueron llevados allí como
último deseo; pues vivos o muertos buscan pasar sus últimas semanas de vida en
el templo, ya que se cree que los que mueren en el templo de Pashupatinath
renacen como un ser humano, independientemente de cualquier mala conducta que
se haya tenido.
Así que no nos vamos a poner tristes,
pues la tragedia es lo más ridículo que tiene el hombre; si lloras hazlo por
pasión, nunca por fatalidad. Todo pasa por algo en esta vida, incluso la
muerte.
viernes, 4 de noviembre de 2016
¿Los hombres, los mejores amigos
de los perros?
Sigo andando por las calles de
Boudhanath, Katmandú, y me encuentro con un sinfín de perros que deambulan tal
vez con el mismo objetivo con el que yo me levanto cada mañana. El objetivo es
ver y hacer cosas que me despierten la curiosidad de algo con lo que pensar y
entre medio de estos momentos mágicos comer algo; en ese caso es al revés se me
despierta el hambre que hay que paliar con algo material, porque con el
pensamiento aun no lo controlo.
Me pregunto si tendrán amigos, si
los necesitan, si vivirán con sus padres, si se habrán independizado o bien si tendrán
un “amo” que les cobije a su vuelta a una hipotética casa. Pero la verdad es que
no parece que la gente les haga mucho caso, sólo el necesario para no
envestirlos con sus motos, que no paran de flirtear por cada una de aquellas
estrechas calles.
Pero una mañana te das cuenta que
cada uno de esos perros con los que te habías cruzado el día anterior, aparecen
con tikka y collares de flores rodeando su cabeza. Inocente de mi podría pensar
que cada uno de sus propietarios (error: sentido de propiedad), se han puesto
de acuerdo en hacerles algo especial ese día. Pero lo que realmente está
pasando en estos días es que se está celebrando el Tihar; que viene a
representar la unión divina entre humanos y otros animales de nuestra
naturaleza.
Así que el primer día son los
cuervos, a los cuales se les coloca platos en los tejados de las casas. El
graznido de los cuervos simboliza la tristeza y el dolor en el hinduismo, por
lo que los devotos les ofrecen alimentos para evitar el dolor y la muerte en
sus hogares.
El segundo día son los perros que
hoy veía; pues los mismos son los mensajeros del dios de la muerte y los que
cuidan las puertas de la vida futura.
El tercer día llegará el momento
para las vacas, el cuarto hace referencia a los bueyes y el quinto y último
será el más humano; humano sólo por el hecho de que tanto unos como los otros
emiten sonidos inteligibles entre ambas partes: veneración a los hermanos.
Pero creo que hoy no es momento
de hablar de lo bonito que es ese último día, en que el hermano y hermana se
entregan tikka o guirnalda de flores respectivamente, simbolizando estrechar su
relación bajo una larga vida en común.
Hoy es día de volver a los
perros, a las vacas, a cada uno de aquellos animales que son venerados sin
importar su procedencia, sin importar si tienen el personaje del “cobijo” que
comentábamos antes o no. Pues cada uno de ellos es igual de importante para
cada una de las personas que viven allí.
De nuevo un guantazo en la cara
de lo que he vivido anteriormente me despierta…
Ando por las calles de Barcelona
y veo perros que van atados por la calle junto a quien un día decidió compartir
su falta de amor con alguien que no lo juzgara. Perros que tienen nombre y
apellidos y que sólo acaban compartiendo con los de su especie momentos contados
de conexión o de sexo bajo la mirada del pedigrí del que los vigila.
De nuevo acaba siendo un “yo” y
después si eso vuelvo a pensar en mí. - ¡Muy bien, el mundo estructurado nos
ataca de nuevo! -. Ahora podéis tener el perro de la hija, el perro soltero, el
perro de la familia, el perro de la pareja, el perro del nicho vacío… “Si le falta algo en esta vida tenga una
mascota en su casa y si consigue lo mismo con un ser “humano” abandónelo... evidentemente
a la mascota, que no se le va a quejar…”
¡Aquí los perros son libres!!! Te
acompañaran si lo necesitan, de igual manera que nos relacionamos los
“humanos”, si nos aporta la gente con la que estamos seguimos con ello, sino
cambiamos de sentido.
Me acerco a un perro y le doy
comida, tal vez estoy falto de amor y por eso busco un agradecimiento suyo para
que vuelva mañana. Me gustaría pensar que le puedo decir vete, corre, disfruta
y sí un día pasas por delante de esta puerta ven a saludar. Yo no te estaré esperando,
pero me agradara verte, espero que tu estés feliz de verme, aunque no te de
comida.
…tal vez lo primero que haga
mañana cuando me levante sea salir a la puerta para ver si le veo, espero que
si no lo veo siga igual de feliz…el seguro que lo estará…
martes, 1 de noviembre de 2016
Uno decide su camino, pero no
donde lo empieza...
Me levanto por las mañanas y sin
ducha alguna, bajo medio dormido por esas calles algo polvorientas en donde los
bocinazos de coches y motos, actúan en forma de ese despertador que por suerte
ya no utilizo. Subo esas tres escaleras y tras tres pasos encuentro a mi
izquierda tumbado un señor que con manto budista me sonríe afablemente.
Está llegando uno de mis momentos
del día, olvido el té por unas horas y me pido mi café americano que acompañado
de un buen cigarro o dos, me sirve para organizar un día que de nuevo no tiene
objetivos marcados. No es que haya perdido las ambiciones o las ganas de hacer
cosas, pero espero que estas vayan fluyendo a medida que pasan las horas. De la
misma manera que como y bebo cuando me apetece, pienso y actúo cuando una
lucecita se enciende en mi cabeza, y si eso no pasa, es porque no lo
necesitaba.
Tras el tiempo necesario, acabo
escribiendo tres cosas que me pasan por la cabeza; y luego llega el momento en que
me seduce bajar allí donde una gran cúpula blanca, sorprendió mi llegada a
Katmandú.
Como leía el otro día en un
cartel, lo que tenía frente de mi era la Estupa de Boudhanath, según parece uno
de los importantes lugares de culto budista del mundo. Boudhanath, el barrio en
donde estoy viviendo actualmente, sirvió de sitio de peregrinaje para los comerciantes
tibetanos desde hace muchos siglos y actualmente es lugar de residencia para
muchos de ellos, a partir de que cierto país opresor les invitara a perder no
amistosamente parte de su identidad.
Pero creo que no es momento de
empezar hablar de conflictos y nos daremos el gusto de dejar de lado a la China
y a su visión del Tíbet como punto estratégico, sumado a los intereses
americanos o no para apoyarlo, o bien de aquellos que aún deben mirarse las
cosas desde Dharamsala.
Así pues, estamos en un sitio
sagrado y a pesar de mi posición atea, declaro mi respeto a no hablar de según
qué cosas; así que todo es tan simple como alegrarse de que allí donde mis pies
pisan pueda ver gente que, sin importar la procedencia, se unan para mostrar
sus respetos frente a un “algo” que les ampara.
Una gente que da vueltas al mismo
sentido que las agujas del reloj, al momento que voltean unos molinillos que se
encuentran en su parte inferior. Según me dicen dentro de los mismos están
escritas las palabras de una oración budista OM MANI PADME HUM miles de veces,
de forma que cuando se le da una vuelta, en realidad se están recitando miles
de oraciones.
Pero tampoco es cuestión ahora de
aburriros con cada una de las partes de esa Estupa, pues para ello ya existen
eruditos que lo harán mejor. Pero de lo que no puedo dejar de hablaros, es de esa
forma cuadrada de la parte superior, donde en sus cuatro costados están los
ojos de Buda.
Unos ojos que ejemplifican claramente
que todo lo ven junto a ese tercer ojo de la sabiduría y ese número “1”
simbolizando la unidad, es decir, “todos escogemos caminos distintos para
lograr el fin último que es llegar al Nirvana”.
…Indudablemente me hago la
pregunta ¿Cuál es mi camino?, pero creo que necesitaría tomarme unos cuantos
cafés más para contestar.
Al ver todo aquello y sin querer
seguir hablando sin conocimiento de causa, se me despiertan de nuevo las ganas
de conocer más sobre el budismo; pero no para saber si me puede enseñar el
camino, sino por saber él porque una Estupa tiene esa estructura o mejor dicho
que nos quieren decir cada uno de los elementos que la componen.
Me acerco a casa y cae en mis
manos un libro con el título “Brahmanismo, budismo e hinduismo”. Tras poco más
de media hora me doy cuenta que nos es el momento…así que recupero de nuevo
Siddhartha de mi “amigo” Herman Hesse, pues a él siempre le he entendido mejor.
Tal vez es normal que después de cuarenta años aún este demasiado occidentalizado,
pero sólo os puedo decir una cosa;