jueves, 20 de febrero de 2014

Intentando orientar el camino en San José

De nuevo me encontré desubicado en un clima que no entendía de meses maternos, parecía que el deja vu del año pasado aparecía de nuevo con unas mismas incógnitas por resolver a través de esos ropajes que parecían dejar el algodón para las emociones delicadas. La necesidad de vida estructurada parecía que había vuelto a presentarse como la forma natural de vida, pues esos dos meses de parón habían hecho mella en un sistema que ni siendo ni mejor ni peor era de fácil adaptabilidad para aquellos que hemos vivido tiempo en una rutina tal vez de algodón.

Así que de nuevo me encontraba buscando mi sitio en aquellas primeras horas por San José, al momento que recordaba que tenía que vivir sin miedo a fracasar; pues a pesar de que me había equivocado muchas veces había entendido que el éxito no era el lujo, el dinero o la fama, sino hacer en cada momento lo que uno quisiera con su vida.

Así que aún ebrio de pensamiento me maldecía por la existencia de caminos múltiples dispuestos a convertirse en elogios o fracasos, pues siempre existía el eco detrás de la oreja que me iría repitiendo –“y si hubiera…”

Pero no me podía quedar quieto pensando en que hacer y aún con margen de maniobra, de momento retomaba esos contactos prestados de viejas almas viajantes para empezar a buscar un sitio en donde laburar, en donde dormir, en donde comer…más que nada un sitio en donde compartir todo aquello que parecía encontrarse en ese “nuevo” camino.

A la espera de esas primeras respuestas me acerque al centro de San José en donde los paseos se alargaron desde la Plaza de la Democracia hasta allí en donde la Sabana me dejaba un nuevo espacio para dejar corretear mis ideas. Por el camino recupere ese combinado que tomaba nombre de “casado” y en donde de nuevo se juntaban el arroz, el pollo, el banano frito y esos frijoles que allí se bañarían con zumos de guanábana, tamarindo y melón. La vuelta al recuerdo se venía de nuevo encima, ahora con cara requemada de ese sol abrasador de verano de Febrero; pues tal vez todos por suerte o desgracia necesitamos recuerdos para saber quién somos, pues tal vez puede salir el sol en Febrero…


De vuelta a la nueva casa, me encontraba con un grupo de españoles que decidían al igual que yo su vida entre diferentes caminos que buscaban un final con sonrisa agradable. Compartiendo risas y recuerdos de añoranza me dormía de nuevo a la espera que ese despertador me diera de buena mañana unos buenos días con los que centrar ese movimiento que parecía deslizarse como una “bola” por mis posibilidades de nueva vida.



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