lunes, 7 de abril de 2014

Después de los pies vino el ancla

Al igual que hace poco más de un año era momento de volverse a reinventar, pues volvían los momentos en que uno se queda enclavado en un mismo sitio y el ritmo de nuevas emociones se ven reducidas más personalmente que nunca. Así que una vez más me tendría que excusar si mi capacidad de relatar nuevas imágenes se veía reducida en los próximos días.

De poco a poco me iba haciendo mío cada uno de aquellos lugares que ahora ocupaba, a veces era un simple metro cuadrado en aquel restaurant a veces un trozo de arena quema pies frente mi nueva casa de madera.

Un espacio en duda de si ser ocupado por mi cuerpo entero, pues con ello no sabía si era honesto conmigo mismo frente a la pregunta de ese viejo amigo limeño de adopción que cuestionaba si era mi corazón el que guiaba mis pies o al revés.

Por eso tal vez ahora partía mi cuerpo en dos en mi estancia en Bocas del Toro. El trabajo quedaría allí en donde el ruido y la gente se mezclaban entre tours que partían de esa llamada Isla Colón y el descanso se quedaría en Isla Carenero en donde un chapuzón de buena mañana me despertaba por si había olvido de Marimba.

Supongo que todo eran excusas para no tener que decir ahora si mi corazón se había quedado o no enclavado en algún sitio. Supongo que a medida que va pasando el tiempo las cosas se van viendo de diferente manera y a partir de aquí una pronta respuesta podría suponer un cuestionamiento inmediato tal vez no necesario en estos momentos en que la sonrisa amanecía en cada esquina.

Ahora con ropa limpia de nuevo y vivienda fija me limitaba a vivir el momento frente a cada uno de aquellos que me rodeaban tras un hasta la vista o bien aquellos que empezaban a repetir saludo a cualquier hora del día tras cualquier breve momento en que cruzarse.

Así que seguiría volando junto a mi estrella ya que a través de la misma aprendería de nuevo a oír lo que tal vez nunca tuvo sonido. Y así dejaríamos de cuestionarnos el amor, el sentimiento más elevado y poderoso del que es capaz el ser humano.

Ahora tocaría acabar con ese proverbio mapuche que me lanzaba esa vieja amiga que seguía danzando por gusto, al momento que daba aire de evasión a quien la conocía encima o bajo de una tarima y que decía:

“si sujeto mi corazón me iré a cualquier lugar; por cualquier parte pasaré”

Como podéis ver los temas se vuelven personales en el momento que se clava el ancla en un sitio y tal vez los mismos no importan a nadie por no reflejar nuevas imágenes con las que seguir viajando.


Pero ese soy yo, a veces hay que aprender a estar quieto y no moverse en la búsqueda de nuevas cosas, pues el viaje es el de la vida y este puede hacerse desde cualquier parte del mundo, todo depende de uno mismo; sólo hace falta sentirse vivo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario