Después de
los pies vino el ancla
Al igual
que hace poco más de un año era momento de volverse a reinventar, pues volvían
los momentos en que uno se queda enclavado en un mismo sitio y el ritmo de
nuevas emociones se ven reducidas más personalmente que nunca. Así que una vez
más me tendría que excusar si mi capacidad de relatar nuevas imágenes se veía
reducida en los próximos días.
De poco a
poco me iba haciendo mío cada uno de aquellos lugares que ahora ocupaba, a
veces era un simple metro cuadrado en aquel restaurant a veces un trozo de
arena quema pies frente mi nueva casa de madera.
Un espacio
en duda de si ser ocupado por mi cuerpo entero, pues con ello no sabía si era
honesto conmigo mismo frente a la pregunta de ese viejo amigo limeño de
adopción que cuestionaba si era mi corazón el que guiaba mis pies o al revés.
Por eso
tal vez ahora partía mi cuerpo en dos en mi estancia en Bocas del Toro. El
trabajo quedaría allí en donde el ruido y la gente se mezclaban entre tours que
partían de esa llamada Isla Colón y el descanso se quedaría en Isla Carenero en
donde un chapuzón de buena mañana me despertaba por si había olvido de Marimba.
Supongo
que todo eran excusas para no tener que decir ahora si mi corazón se había
quedado o no enclavado en algún sitio. Supongo que a medida que va pasando el
tiempo las cosas se van viendo de diferente manera y a partir de aquí una
pronta respuesta podría suponer un cuestionamiento inmediato tal vez no
necesario en estos momentos en que la sonrisa amanecía en cada esquina.
Ahora con
ropa limpia de nuevo y vivienda fija me limitaba a vivir el momento frente a
cada uno de aquellos que me rodeaban tras un hasta la vista o bien aquellos que
empezaban a repetir saludo a cualquier hora del día tras cualquier breve
momento en que cruzarse.
Así que
seguiría volando junto a mi estrella ya que a través de la misma aprendería de
nuevo a oír lo que tal vez nunca tuvo sonido. Y así dejaríamos de cuestionarnos
el amor, el sentimiento más elevado y poderoso del que es capaz el ser humano.
Ahora
tocaría acabar con ese proverbio mapuche que me lanzaba esa vieja amiga que
seguía danzando por gusto, al momento que daba aire de evasión a quien la
conocía encima o bajo de una tarima y que decía:
“si sujeto mi corazón me iré a cualquier lugar; por cualquier parte
pasaré”
Como
podéis ver los temas se vuelven personales en el momento que se clava el ancla
en un sitio y tal vez los mismos no importan a nadie por no reflejar nuevas
imágenes con las que seguir viajando.
Pero ese
soy yo, a veces hay que aprender a estar quieto y no moverse en la búsqueda de
nuevas cosas, pues el viaje es el de la vida y este puede hacerse desde
cualquier parte del mundo, todo depende de uno mismo; sólo hace falta sentirse
vivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario