lunes, 1 de mayo de 2017


De cómo la senectud se convirtió en cuerpo de cautiverio, no en Nepal

Ahora el llamado viejo mira al vacío sin nieta alguna a la que agarrarse, pues la misma ha estado separada de aquel que según parece no aporta. La sociedad actual parece estar inmersa en una posición Aristotélica entorno a la vejez, como si esta se tratara de un estado de decadencia y en absoluto de garantía de sabiduría; así pues, la sociedad actual omite la vejez relegándola a toda suerte de residencias.

Ese entorno de vida que parecía verde por hoja existente, parece convertirse en geriátrico, pues ese parece ser el último hogar digno para una persona. Ese parece ser su último refugio; pues ahora se reduce a una sala de espera, una cueva de pena, un recinto de tristeza…

Por desgracia los que ahora valoraban más que nunca cada nube que veían tras aquella ventana, cada flor que emergía de aquella mesita de espera. Aquellos que ahora apreciaban más que nunca la vida, al mismo momento que se lamentaban del porque haber tardado tanto tiempo a aprender a perdonar o a olvidar, aspectos que tiempos atrás tal vez les habían separado de seres queridos, eran relegados a la respuesta por falta de pregunta.

Son tantas cosas que aprenden a día de hoy, son tantas cosas las que no sabemos y que podríamos aprender de ellos que los acabamos relegando al silencio por falta de astucia.

Ahora más que nunca, cada uno de aquellos ancianos están allí para darnos una nueva lección, pero nosotros tras ese bloque de cristal seguimos ignorándolos muchas veces; pues desgraciadamente parece que tengamos que llegar a la vejez para entenderlos…

Llego a Nepal y la estampa cambia; ancianos y pequeñas andan cogidos de la mano sin esperar una salida del colegio para encontrarse. Me encuentro inmerso en un conjunto de personas que andan por la calle y que se dirigen a cada uno de ellos con la expresión de hermano/a grande o pequeña, sin importar la necesidad de que algo les una.

Algunos dirán que cada uno de aquellos viven bajo un mismo techo por falta de medios, que comparten de cerca sus vidas como único “remedio” a sus posibilidades. Pero luego uno se pone a pensar y se da cuenta que cada vez más queda demostrado que el dinero y el desarrollo, si es que así le podemos decir, lo único que nos conlleva es a la plena individualización del ser humano.

Tal vez es que fuimos engañados, y que en su día pensamos que era necesario dar valor a la familia, cuando en el fondo no éramos nada más que unos simples animales que luchaban por su propia existencia. Pero la verdad es que una vez conocida la droga llamada “vinculo” o incluso amor hacia los que te rodean, parece estúpido dejarlo de lado por un fajo de billetes que nos hacen querer soñar con un estúpido mundo creado bajo cartelera publicitaria.

Los llamados occidentales siguen llegando con herramientas que enseñar a esos países subdesarrollados, intentando dar y recibir ese amor que no sienten. Pero estúpidos de nosotros no abrimos los ojos, ni recordamos esos seres queridos que en esos mismos momentos están viendo la vida tras un escaparate de cristal llamado Centro de Día.

¿Cuándo lo que entendemos como evolución o desarrollo se convierte en involución? Todo dependerá de las ganas de ver la realidad de las cosas o que nos tropezamos con un espejo, que nos diga las verdades que no queremos escuchar… no esperemos que él o ella tenga que tocar el piano para pensar que son diferentes…



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