martes, 25 de abril de 2017


Pokhara, un espejo o no de los libros; lago o luciérnagas.

Y el por suerte las veía tanto de día como de noche, sin necesitar saber si Maureen y Tony Wheeler habían pasado por esas tierras mojadas. Un “Across Asia on the Cheap” lo había abierto al mundo “blanquito” que huía del mundo conservador de la vieja Europa. Ahora los hijos de esas generaciones hacían lo mismo, disfrazados de buenas intenciones y cargados de moneda ajena, se movían con su última edición plastificada, para evitar el fin de una expedición plenamente planificada.

En mi tierra Enrique Bunbury le había dedicado parte de una canción y por otras tierras seguro que más de uno le había hecho rasgar un acorde, para dar continuidad a esa “Freak Street” ya desaparecida en Katmandú.

Sin saber lo que había pasado en tiempos pasados, la magia parecía haber desaparecido, pues tal vez ya no quedaban ni murales encubiertos de Hendrix, Joplin, Morrison o de un clásico en esos momentos, alguien llamado Bob Marley.

Pero es lo que tiene la huella humana, que lo toca y lo acaba transformando todo en un mundo globalizado. No esperaba llegar allí y cantar canciones con guitarra rota al lado de algo que echara humo o bien acabar los días consumiendo drogas; pero la verdad es que, si me transportaran allí en un abrir y cerrar de ojos, no podría adivinar en qué país me encontraba.

Sí, ese Lake Side, era uno tantos sitios, que vive del turismo y que por ley de vida se acaba vendiendo al mejor postor; pues el propio Dal Bhat se había convertido en masa redonda de pizza o cualquier otro comestible más afín a nuestra mente perturbada.

Algunos dirán que es la ley de la oferta y la demanda, que es ley de vida, que gracias a cada uno de aquellos que visitan esos lagos, muchas de las familias de las que allí viven se les permite tener una vida más próspera. Pero tal vez lo que olvidamos es que esa vida es más próspera, según el prisma de cada uno de aquellos que las visitamos; idea que por defecto acabamos inculcando a cada uno de aquellos que nos tropezamos.

Por desgracia uno se da cuenta que nuestra distancia frente a todo cada día decrece más. Pero yo también imbécil de mi aquí lo cuento y sigo escribiendo historias de ese lago, olvidando tal vez que si esa representación del espacio no pasara por la escritura; el ser humano tendría más movilidad, pues la capacidad de decisión la tendría que demostrar sobre el mismo y no sobre lo escrito. ¿eso nos daría miedo tal vez?

Así que egoísta de mí y por respeto a la naturaleza, diré que queda aún allí, algún rincón escondido en donde bañarse tranquilamente, comer pescado y olvidar o recordar lo que uno quiera. Aunque dicen que un nuevo destino no es el que ayuda a mejorar nuestra vida, sino que es nuestra nueva manera de ver la vida; al fin y al cabo, la verdad es que aquello que llamamos entorno o naturaleza nos acaba ayudando.

Tal vez debamos volver a recuperar aquella relación personal y emocional, con todos aquellos elementos de la naturaleza, los cuales vamos abandonando por la impotencia de no poder controlar el poder que tienen. Una vez más queda demostrado, que cuando el ser humano no puede controlar algo o darle palabras, lo acaba colocando en posición de objeto.

Así que ahora cuando llega la noche y ya no veo mariposas, sino luciérnagas, no sé si me interesa saber el por qué emiten luz; pues seguro que estará escrito y según ello tal vez dejaré de mirarlas, tocarlas o pensar algo diferente de ellas…que buena es la ignorancia…



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