jueves, 22 de agosto de 2013

Como en casa

Por primera vez en este viaje me di cuenta que tal vez estaba lejos de cualquier sitio, pero asimismo me sentía más cerca que nunca de un algo que hacía muchos años que había soñado; un encuentro parental parecía avecinarse con cada uno de aquellos que restaban inmóviles con vista fijada en alguno de aquellos horizontes que un buen día se propusieron proteger.

Así que en esa búsqueda de acorazamiento humano del cual no se libra ni aquel que gime tras la puerta que no esconde nada más que la falsedad de una realidad humana, me baje por esas calles silenciosas y solitarias hasta llegar allí en donde los brazos de la tierra no llegaban a juntarse, para con ello alcanzar a cada uno de aquellos que sentimos sin puerta cerrada.

Allí estaba el Tahai dando las buenas noches; entre alfombras verdes convertidas en pasto para caballos se apoyaba con fuerza sobre la roca de color granito que lo vio nacer. Ahora con mirada atenta restaba inmóvil de espaldas a aquello que había estado ausente en mí durante los últimos meses.

Sí, de nuevo el mar hacía acto de presencia y vestido de fuerte azul se volvía de blanco espumoso para celebrar el encuentro con esa tierra que tantos años me había hecho soñar y que ahora observaba con falta de palabras para agradecer.

Verde y azul se juntaban de nuevo y celebraban el encuentro tras la sombra de mi figura humana que se encontraba ausente de cualquier compañía humana; momento en que veía festejada mi felicidad por esos últimos rayos llenos de energía y fuerza que rompían esas densas nubes que me encuadraban en un episodio difícil de repetir.

Eran momentos en que la soledad se agradecía por esa necesidad tal vez enfermiza de no compartir cuando uno se llena de aquello que tal vez espero durante mucho tiempo, pero sin lucro a un individualismo egocéntrico me sentía sano de juicio de los que me rodeaban.

Ahora una vuelta a casa con un retorno diario, aseguraba mi nueva fiel mirada a quien año tras año seguiría esperando la llegada de un viejo niño del que cuidar y por el camino las notas de esa vieja rima del que no quiere crecer para poder seguir sintiendo sin miedo a la soledad seguirían retumbando suavemente en mis oídos.


Oh Amelie…Oh rapa Nui



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