Sin nombre
Fluía con sencillez al borde de
ese mar inventando, andaba saltando sin ruido alguno por cada una de aquellas
rocas erosionadas por ese golpe de sal que hacía tiempo que había olvidado.
Ella ahora levantaba la mirada y con ojos de simplicidad buscaba un encuentro
visual con el que tropezarse, pero tal vez las palabras se comieron los
sentimientos y las mismas sólo sirvieron como sujeto para conocernos. Ahora yo
sólo podría esperar el día en que no me recordara por lo que escribía, sino por
lo que ella sentía cuando me leía o bien me veía.
Sé que esas sonrisas de
simplicidad se repetirían, allí en donde el agua seguía visitando a aquellos
que tras una toalla en mano o bien con abrigo cargado de humo natural
esperarían un nuevo amanecer o atardecer con el que recordar viejos momentos o
tal vez aquellos que se tan sólo se veían adormecidos por el estupor de la
brisa que ahora calaba en sus fosas nasales.
Yo por suerte sin toalla o con
abrigo esfumado llegaría allí nuevamente como un turista; pues tal vez incluso
somos turistas de la tierra que nos ve nacer, pues estamos de paso en todo
aquello que cambia día y noche; pero aquellos que se nos permite movernos
podemos alcanzar aquello que ahora nos imaginamos.
Tal vez esas rocas ahora tenían
sed, pero el agua ahora no estaba cerca, pues no siempre lo que marca el paso
del tiempo aporta lo que queremos, es por ello que necesitamos sentir la necesidad
de ser turistas para alcanzar lo que no encontramos.
En pocos días tomaré de nuevo mi
mochila para alcanzar todo aquello que imagino, dejando atrás breves encuentros
que recordar los cuáles verán paliar su sed allí donde uno deje de imaginar.
Y seguiré pensando que no hay que elegir a la persona
más bonita del mundo, sino a la persona que haga más bonito mi mundo.
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