viernes, 16 de agosto de 2013

Sin nombre

Fluía con sencillez al borde de ese mar inventando, andaba saltando sin ruido alguno por cada una de aquellas rocas erosionadas por ese golpe de sal que hacía tiempo que había olvidado.

Ella ahora levantaba la mirada y con ojos de simplicidad buscaba un encuentro visual con el que tropezarse, pero tal vez las palabras se comieron los sentimientos y las mismas sólo sirvieron como sujeto para conocernos. Ahora yo sólo podría esperar el día en que no me recordara por lo que escribía, sino por lo que ella sentía cuando me leía o bien me veía.

Sé que esas sonrisas de simplicidad se repetirían, allí en donde el agua seguía visitando a aquellos que tras una toalla en mano o bien con abrigo cargado de humo natural esperarían un nuevo amanecer o atardecer con el que recordar viejos momentos o tal vez aquellos que se tan sólo se veían adormecidos por el estupor de la brisa que ahora calaba en sus fosas nasales.

Yo por suerte sin toalla o con abrigo esfumado llegaría allí nuevamente como un turista; pues tal vez incluso somos turistas de la tierra que nos ve nacer, pues estamos de paso en todo aquello que cambia día y noche; pero aquellos que se nos permite movernos podemos alcanzar aquello que ahora nos imaginamos.

Tal vez esas rocas ahora tenían sed, pero el agua ahora no estaba cerca, pues no siempre lo que marca el paso del tiempo aporta lo que queremos, es por ello que necesitamos sentir la necesidad de ser turistas para alcanzar lo que no encontramos.

En pocos días tomaré de nuevo mi mochila para alcanzar todo aquello que imagino, dejando atrás breves encuentros que recordar los cuáles verán paliar su sed allí donde uno deje de imaginar.


Y seguiré pensando que no hay que elegir a la persona más bonita del mundo, sino a la persona que haga más bonito mi mundo.



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