martes, 22 de octubre de 2013

Tres libretas, una camino a Lima

…y porque un adiós no significa que dejemos de compartir las cosas…eran las primera palabras que se podían leer en aquella libreta de telas azules que había aparecido tras cuarenta soplos de deseos. Ahora treinta horas más tarde la abría en esa playa que de nuevo visitaban mis ojos, en un lucho llamado Arica; allí en donde mis tobillos de elefante buscaban su estado normal con el impacto de esas tenues olas de sal cicatrizante.

La verdad era complicado decir adiós y más un día como hoy; pues veía que acababa de cumplir mis cuarenta años lejos de la gente que quería…eran las primeras palabras que se podían leer en aquella libreta que estaba dispuesta a hacer volar su cierre de hierro sin miedo a decir que lo importante para ella era pensar que viviría permitiéndose sentirse autorealizada gracias a la sonrisa de caras ajenas, gracias a la ayuda a los demás.

Son aquellos momentos como el de ahora en los que aprovecho para decir lo que pienso cuando no os tengo en frente…eran las primeras palabras que se podían leer en aquella libreta en donde la naturalidad de sus hojas y la sencillez como carta de presentación era aprovechada por escritores, dibujantes,.. en fin, para cada uno de todos aquellos que estuvieran dispuestos a mostrar sus sanas inquietudes de forma desinteresada frente al mundo; pues ella siempre estaría allí con las cuartillas abiertas con ganas de aprender.

Y porque un adiós no significa que no nos volvamos a ver de frente durante cuarenta años más... Sí que es verdad que cada una de aquellas libretas se volverán viejas e irán desapareciendo por el camino ya que las mismas sólo se permiten existir por las inquietudes de cada momento. Sí que es verdad, que nosotros sin desaparecer tal vez estaremos tiempo sin vernos; pero si pasa, siempre nos quedará el recuerdo viejo o no, pero escrito, que nos permitimos compartir unas hojas de nuestras inquietudes sin miedo a aprender cosas nuevas.


Ahora agarro mí nueva libreta de telas azules sin dejar de observar los recuerdos de la libreta “roja”, tal vez aún faltan más impactos de olas tenues; mientras no nos queda otra que cambiar la Campiña por la Inca Kola, las Toddy por el Sublime, la palta por el choclo con queso,… mientras camino hacia la gris Lima.


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