En la B de Valparaíso también se
aprenden cosas
Como cualquier lunes, cada uno de
ellos se ponía al día de las caras visitadas durante ese fin de semana. Su
libertad por moverse les permitía conocer más que nadie las intimidades de
aquellos que los aguardaban suavemente entre sus manos; con lo cual ahora era
momento de desahogarse y sacar toda la contención acumulada con aquellos que al
igual que ellos vivían en la misma situación.
Durante esos días habían sido fieles
a su razón de ser y habían aguantado con disimulo los diferentes cambios
anímicos de aquellos que los utilizaban como evasión del mundo real; así que lo
único que podían hacer era dejar su vista perdida al viejo horizonte,
permitiéndose un único parpadeo obligado tras el contacto de aquellos dedos que
les daban un suspiro de aire fresco.
Unos mismos dedos, que más de una
vez habían dejado caer su ira rompiendo esas frases que acabarían huérfanas de esas
palabras que desde buen principio les habían acompañado. Pero está claro que a
veces es el precio que hay que pagar cuando uno busca aventuras, pues así es la
vida misma, pues así somos nosotros mismos, pues así es como nosotros a veces nos
quedamos huérfanos también de quien nos acompañó de buen principio, por la
búsqueda de la burla a la cotidianidad.
Incluso es más, más de uno
pagaría por perder alguna de sus historias con el fin de poder salir de esas
paredes de madera que acababan aprisionando unas palabras que mezclaban
historias del antes y del después, perdiéndose así cualquier sentido por ser
leídas en un presente. Si, se trataban de aquellas pieles secas en donde su
amarillento color los catapultaba como opción de segunda, tercera o tal vez de cuarta
opción, pieles que acabarían perdiendo la percepción del tiempo por un futuro
que les torturaba y un pasado que les encadenaba.
Yo ahora me llevaba una nueva
historia tras ese intercambio de libros, al momento que miraba aquel conjunto
de cuartillas de libros de colores que se mantenía expectante a mi elección;
seguiría pasando el tiempo y mientras algunos seguirían buscando nuevas
aventuras lejos de allí, otros se resistirían a salir por falta de confianza en
sí mismos, otros seguirían confiando más en su propia historia que en la que
les contaran los demás,…y como no en los primeros estantes siempre habrían los
clásicos, aquellos que todo el mundo quisiera haber leído y que nadie
quería leer…
Y como no, siempre hay los clásicos que
siempre pensaron en buscar nuevas aventuras, pero que nadie les dio el empujón
para hacerlo…
En la Biblioteca de Valparaíso
también se aprenden cosas… como un libro a la vida, como la vida a un libro; o
es el libro de nuestra vida; no sé si soy amarillo, clásico, aventurero…, pero
seguiré transitando entre vidas o cuartillas dando humildemente empujones.
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