miércoles, 2 de octubre de 2013

En la B de Valparaíso también se aprenden cosas

Como cualquier lunes, cada uno de ellos se ponía al día de las caras visitadas durante ese fin de semana. Su libertad por moverse les permitía conocer más que nadie las intimidades de aquellos que los aguardaban suavemente entre sus manos; con lo cual ahora era momento de desahogarse y sacar toda la contención acumulada con aquellos que al igual que ellos vivían en la misma situación.

Durante esos días habían sido fieles a su razón de ser y habían aguantado con disimulo los diferentes cambios anímicos de aquellos que los utilizaban como evasión del mundo real; así que lo único que podían hacer era dejar su vista perdida al viejo horizonte, permitiéndose un único parpadeo obligado tras el contacto de aquellos dedos que les daban un suspiro de aire fresco.

Unos mismos dedos, que más de una vez habían dejado caer su ira rompiendo esas frases que acabarían huérfanas de esas palabras que desde buen principio les habían acompañado. Pero está claro que a veces es el precio que hay que pagar cuando uno busca aventuras, pues así es la vida misma, pues así somos nosotros mismos, pues así es como nosotros a veces nos quedamos huérfanos también de quien nos acompañó de buen principio, por la búsqueda de la burla a la cotidianidad.

Incluso es más, más de uno pagaría por perder alguna de sus historias con el fin de poder salir de esas paredes de madera que acababan aprisionando unas palabras que mezclaban historias del antes y del después, perdiéndose así cualquier sentido por ser leídas en un presente. Si, se trataban de aquellas pieles secas en donde su amarillento color los catapultaba como opción de segunda, tercera o tal vez de cuarta opción, pieles que acabarían perdiendo la percepción del tiempo por un futuro que les torturaba y un pasado que les encadenaba.

Yo ahora me llevaba una nueva historia tras ese intercambio de libros, al momento que miraba aquel conjunto de cuartillas de libros de colores que se mantenía expectante a mi elección; seguiría pasando el tiempo y mientras algunos seguirían buscando nuevas aventuras lejos de allí, otros se resistirían a salir por falta de confianza en sí mismos, otros seguirían confiando más en su propia historia que en la que les contaran los demás,…y como no en los primeros estantes siempre habrían los clásicos, aquellos que todo el mundo quisiera haber leído y que nadie quería leer…

Y como no, siempre hay los clásicos que siempre pensaron en buscar nuevas aventuras, pero que nadie les dio el empujón para hacerlo…


En la Biblioteca de Valparaíso también se aprenden cosas… como un libro a la vida, como la vida a un libro; o es el libro de nuestra vida; no sé si soy amarillo, clásico, aventurero…, pero seguiré transitando entre vidas o cuartillas dando humildemente empujones.


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