El día que
los árboles se convirtieron en paredes libres
Me daba
cuenta que cada una de las dudas que pudieran aparecer en relación a cuál
podría ser mi próximo destino o tal vez las que se planteaban al pensar si
perseguía un objetivo con el viaje que estaba haciendo, eran las que finalmente
acababan mermando el paso de cualquier día; el paso de cualquier día que sería
más o menos interesante dependiendo evidentemente de mí mismo.
Oía
bonitas historias de cada uno de los que me rodeaban, los cuáles marcaban
mediante etapas la llegada a ser un algo que tenía nombre y tal vez era aquello
lo que les mantenía firmes a sus convicciones; pues su ida no necesitaría nunca
billete de vuelta por ser decisión ya previamente catalogada.
Así que
tal vez empezaba a entender que el problema venía al no poder dar nombre a
aquello que estaba viviendo. Todo era tan simple como verme impotente al tener
que poner una simple palabra en aquel espacio en blanco titulado “Ocupación”.
El problema es que cuando lo que haces no tiene etiqueta con la que te puedas
llegar a reconocer a ti mismo y a los que te rodean, uno puede tener la
sensación de que se pierde; pero por suerte creo que empiezo a liberarme de que
no hay problema alguno, sino que es una simple falta de identificación con
aquello que hace unos años era ajeno.
Ahora me
levanto por la mañana y veo el pasillo
que me lleva a la cocina; tal vez hace unos años hubiera visto simplemente dos
líneas de pequeños arbolitos separados por unas hierbas. Con lo cual uno se da
cuenta que el conflicto tan sólo aparece por la falta de identificación de uno
mismo con los nuevos escenarios que se va encontrando; olvidando así que vivir
feliz no es nada más que aceptar todo lo que sucede. Y ese es el momento en que
uno empieza a no encontrar sentido a que tengamos la obligación de hacer lo
“normal”, pues sólo por el hecho de suceder ya existe y sólo por eso para mí ya
lo hace normal.
Sigo
teniendo problemas cuando tengo que
escribir algo en ese espacio en blanco, pero como veo que es lo que sucede
ahora, me hace feliz, pues eso es normal y eso me tranquiliza. Buf, muchas
capas sociales me faltan aún para quitarme para vivir con naturalidad, que en
el fondo es lo más fácil, aunque desgraciadamente lo hayamos olvidado; pues ya
hace tiempo que nos hicieron perder la inocencia.
Con todo
ello me quedo con una frase que leía el otro día de Eckhart Tolle; “ la
mente, para asegurarse el control, busca continuamente cubrir el momento
presente con el pasado y el futuro”. Yo, sinceramente aun no consigo vivir
el presente sin recordar el pasado o pensar en el futuro, pero al menos voy
aprendiendo que tal vez no es m i culpa que lo que haga no tenga nombre.
Si, tal vez
no interesaría darle valor en una sociedad de consumo y por esto la misma se
negó la posibilidad de identificación a cualquiera que lo quisiera vivir;
porque el mismo, tras el miedo de verse perdido, volviese al mundo de las
etiquetas, las cuáles siempre serían más fáciles para poder fijar de nuevo un
precio mercado.
Para
cualquier duda sigue siendo un blog de viajes, sigo escribiendo desde Cawston;
pues uno puede viajar con los pies en el suelo, sólo depende de él mismo. Y si
sucede, sigue siendo algo normal y ya sólo por eso puede seguir siendo feliz,
si quiere.
Tremendo! Pusiste palabras a mi sentir. Sos un grande, Abel (aunque creo que esta etiqueta tampoco sirve para llenar el campo de ocupación)
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