lunes, 18 de agosto de 2014

El día que los árboles se convirtieron en paredes libres

Me daba cuenta que cada una de las dudas que pudieran aparecer en relación a cuál podría ser mi próximo destino o tal vez las que se planteaban al pensar si perseguía un objetivo con el viaje que estaba haciendo, eran las que finalmente acababan mermando el paso de cualquier día; el paso de cualquier día que sería más o menos interesante dependiendo evidentemente de mí mismo.

Oía bonitas historias de cada uno de los que me rodeaban, los cuáles marcaban mediante etapas la llegada a ser un algo que tenía nombre y tal vez era aquello lo que les mantenía firmes a sus convicciones; pues su ida no necesitaría nunca billete de vuelta por ser decisión ya previamente catalogada.

Así que tal vez empezaba a entender que el problema venía al no poder dar nombre a aquello que estaba viviendo. Todo era tan simple como verme impotente al tener que poner una simple palabra en aquel espacio en blanco titulado “Ocupación”. El problema es que cuando lo que haces no tiene etiqueta con la que te puedas llegar a reconocer a ti mismo y a los que te rodean, uno puede tener la sensación de que se pierde; pero por suerte creo que empiezo a liberarme de que no hay problema alguno, sino que es una simple falta de identificación con aquello que hace unos años era ajeno.

Ahora me levanto por la mañana  y veo el pasillo que me lleva a la cocina; tal vez hace unos años hubiera visto simplemente dos líneas de pequeños arbolitos separados por unas hierbas. Con lo cual uno se da cuenta que el conflicto tan sólo aparece por la falta de identificación de uno mismo con los nuevos escenarios que se va encontrando; olvidando así que vivir feliz no es nada más que aceptar todo lo que sucede. Y ese es el momento en que uno empieza a no encontrar sentido a que tengamos la obligación de hacer lo “normal”, pues sólo por el hecho de suceder ya existe y sólo por eso para mí ya lo hace normal.

Sigo teniendo problemas cuando  tengo que escribir algo en ese espacio en blanco, pero como veo que es lo que sucede ahora, me hace feliz, pues eso es normal y eso me tranquiliza. Buf, muchas capas sociales me faltan aún para quitarme para vivir con naturalidad, que en el fondo es lo más fácil, aunque desgraciadamente lo hayamos olvidado; pues ya hace tiempo que nos hicieron perder la inocencia.

Con todo ello me quedo con una frase que leía el otro día de Eckhart Tolle; “    la mente, para asegurarse el control, busca continuamente cubrir el momento presente con el pasado y el futuro”. Yo, sinceramente aun no consigo vivir el presente sin recordar el pasado o pensar en el futuro, pero al menos voy aprendiendo que tal vez no es m i culpa que lo que haga no tenga nombre.

Si, tal vez no interesaría darle valor en una sociedad de consumo y por esto la misma se negó la posibilidad de identificación a cualquiera que lo quisiera vivir; porque el mismo, tras el miedo de verse perdido, volviese al mundo de las etiquetas, las cuáles siempre serían más fáciles para poder fijar de nuevo un precio mercado.


Para cualquier duda sigue siendo un blog de viajes, sigo escribiendo desde Cawston; pues uno puede viajar con los pies en el suelo, sólo depende de él mismo. Y si sucede, sigue siendo algo normal y ya sólo por eso puede seguir siendo feliz, si quiere.



1 comentario:

  1. Tremendo! Pusiste palabras a mi sentir. Sos un grande, Abel (aunque creo que esta etiqueta tampoco sirve para llenar el campo de ocupación)

    ResponderEliminar