Marcando
fechas límite
Iba a
izquierda y derecha palpando cada una de aquellas frutas que colgaban de ese
árbol; era la búsqueda de esa esfera perfecta que con toque maduro anunciase
con color rojo anaranjado ser arrancada. Así que al igual que en mi caso,
demasiadas vueltas tenía que hacer para encontrar algo que me satisficiera, en
aquellas tierras donde me estaba empezando a limitar a tan sólo recobrar mi
energía monetaria.
Como de
costumbre la estabilidad me estaba empezando a agobiar, con lo que no me quedaba
otra que fijarme una pronta fecha límite para dejar de deambular entre árboles
recogiendo dólares.
Iba
sintiendo que la terapia de la escritura iba quedando mermada a medida que iban
pasando los días, con lo cual para mí ya no tenía ningún sentido quedarse
encima de cualquier escalera esperando que llegasen nuevas historias; pues me
sentía como aquella pintura de Munch que gracias a que nunca llego a tener
sonido seguía produciendo angustia retenida, pues me sentía como aquella
pintura de Munch que gracias a que nunca llego a tener sonido seguía
produciendo angustia retenida, pues me sentía como aquella pintura de Munch que
gracias a que nunca llego a tener sonido seguía produciendo angustia retenida, pues
me sentía como aquella pintura de Munch que gracias a que nunca llego a tener
sonido seguía produciendo angustia retenida … ahora con las palabras que me
quedaban me costaba mucho reproducir lo mismo, pues tan sólo existía la
reiteración de frases para simularlo; así que de nuevo necesitaría algo más que
una ventana que romper para poderme desaojar.
Quién lo
diría que hace unos años pudiera aguantar once meses de claudicación para conseguir
un mes de preciada libertad condicional; ahora ya no podía aguantar más de dos
meses bajo un mismo cobijo, por mucho algodón simulado que se situara tras
cualquier anuncio de esa “way of life”. Esa misma “way of life” que nos tocaba
vivir para ser ciudadano de primera en una sociedad de valores olvidados.
Así que manejando
como podía mis dudas, me quedaba pensando si todo era producto de esa nube gris
que se había asentado en ese valle tras las cenizas del último incendio en
Peachland; pues ni las mismas ahora me dejaban ver esa esfera que sin color
anaranjado permanecía allí arriba, la cual no sería arrancada ni por ese conejo
que a partir de ahora siempre vería machacando arroz con un martillo para
preparar mochi.
Así que
empezaba otra vez esa duda viajera de la cual nunca uno no se puede desprender;
¿dónde podría ir ahora, teniendo en cuenta que uno mejor que no vuelva allí
donde ha sido feliz?, sí, tal vez por miedo a que la experiencia recordada haga
olvidar vivir el presente.
Pero sin
más dilaciones por la búsqueda de esferas, os diré que sigo viendo el grito de Munch sin
sonido mientras suena Dark Globe de Syd Barret; que suerte aquellos que pueden
transmitir con imágenes o que nos dejan su voz sin ser vistos. Espero de nuevo
ir al encuentro de mis palabras sin parecer que escapo de nada; así que
mientras veo como se escapan esas sí, las nubes grises, miro de nuevo la
“esfera” en la que habito para fijar mi nuevo destino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario