De vuelta a Katmandú
De nuevo llegaba el día de
acercarse a un aeropuerto y tomar un vuelo; se habían acabado los días de playa
y de no pensar en muchas cosas más, que las propias para la subsistencia de uno
mismo. Era el aeropuerto de Kuala Lumpur, el que según parece había sido escenario
en los últimos días de un episodio al más puro estilo “Homeland”; una serie que
tomaba nuevamente como referencia a lo que estaba viendo, escuchando o leyendo
esos últimos días.
Unos días atrás habían matado al
hermano del dictador del régimen norcoreano en ese mismo suelo que yo pisaba.
Las hipótesis saltaban rápidamente a llenar ríos de tinta para cada uno de
aquellos interesados.
El mundo del espionaje se frotaba
las manos con el fin de poder ofrecer la historia más creíble jamás contada,
fuese o no cierta; pues evidentemente todo dependía de los intereses de cada
uno de aquellos que con guerra o no fría, participaban día a día con la idea de
jugar con el pensamiento de la gente
Evidentemente las primeras
acusaciones saltaban entorno a ese bastión hermético llamado Corea del Norte;
un hecho no raro de esperar teniendo en cuenta que tal vez las mismas
informaciones pudiesen llegar de medios estadounidenses o surcoreanos. China,
como protectora del asesinado, parecía no saber dónde fijar su mirada y acababa
anunciado la suspensión de importaciones de carbón procedentes de Corea del
Norte hasta finales de año, lo cual dejaba a Pyongyang sin una considerable
fuente de ingresos.
De nuevo la historia se repetía y
aquellos que controlaban el mundo, seguían dando importancia a cada una de
aquellas cosas que en su momento les interesase; dejando de lado aquello que tal
vez no aportase suficientes ingresos económicos a sus arcas. Como siempre, lo
que puede parecer ser un mundo tan grande se vuelve tan pequeño, al son de cada
uno de aquellos que se encargan de dirigirlo.
Es por ello que me iba de nuevo a
un sitio tal vez olvidado, y solo recordado en aquellos momentos del año, en
que uno quiere sentirse bien con uno mismo y aportar su grano solidario. Sí, hablaba
de Nepal, y de nuevo mi billete de avión señalaba Katmandú como destino.
Desde lo alto de aquel avión
evidentemente ya no veía espías, tal vez por esa niebla o polución que
enmascara esa ciudad, pero una vez despejada, la verdad que ya sólo podía ver
un valle. Un valle que anunciaba de nuevo la vuelta a casa.
Tal vez a la salida del
aeropuerto no podía sentir ese aroma especial de esa tierra, que siempre hemos
leído en revistas de promoción turística y que tal vez la última vez sí que pude
sentir. En ese momento ya me empezaba a preguntar si ese olor ya formaba parte
de mí y como si de un único cuerpo se tratara, la misma ya nunca más se
desprendería de mí y llevaría conmigo sin darme cuenta.
La verdad es que había pensado
cada uno de mis pasos a mi llegada. No podía empezar de otra manera; tenía una
parada obligatoria en el sitio de comidas de al lado de casa, para recuperar de
nuevo ese chicken chowmein acompañado de ese Black Tea. Después a media tarde,
poca cosa más interesante que hacer, que dar de nuevo unas vueltas a esa estupa
de Boudhanath. La verdad es que, visto así, tal vez había sido poco original,
pero era lo que realmente necesitaba.
Ahora ya tumbado en la cama me
relajaba escuchando a …… allí no había espacio para voces gobernantes con
ansias de volar; con ansias de hacer volar noticias al son de un dólar
influyente.
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