martes, 7 de marzo de 2017


De vuelta a Katmandú

De nuevo llegaba el día de acercarse a un aeropuerto y tomar un vuelo; se habían acabado los días de playa y de no pensar en muchas cosas más, que las propias para la subsistencia de uno mismo. Era el aeropuerto de Kuala Lumpur, el que según parece había sido escenario en los últimos días de un episodio al más puro estilo “Homeland”; una serie que tomaba nuevamente como referencia a lo que estaba viendo, escuchando o leyendo esos últimos días.

Unos días atrás habían matado al hermano del dictador del régimen norcoreano en ese mismo suelo que yo pisaba. Las hipótesis saltaban rápidamente a llenar ríos de tinta para cada uno de aquellos interesados.

El mundo del espionaje se frotaba las manos con el fin de poder ofrecer la historia más creíble jamás contada, fuese o no cierta; pues evidentemente todo dependía de los intereses de cada uno de aquellos que con guerra o no fría, participaban día a día con la idea de jugar con el pensamiento de la gente

Evidentemente las primeras acusaciones saltaban entorno a ese bastión hermético llamado Corea del Norte; un hecho no raro de esperar teniendo en cuenta que tal vez las mismas informaciones pudiesen llegar de medios estadounidenses o surcoreanos. China, como protectora del asesinado, parecía no saber dónde fijar su mirada y acababa anunciado la suspensión de importaciones de carbón procedentes de Corea del Norte hasta finales de año, lo cual dejaba a Pyongyang sin una considerable fuente de ingresos.

De nuevo la historia se repetía y aquellos que controlaban el mundo, seguían dando importancia a cada una de aquellas cosas que en su momento les interesase; dejando de lado aquello que tal vez no aportase suficientes ingresos económicos a sus arcas. Como siempre, lo que puede parecer ser un mundo tan grande se vuelve tan pequeño, al son de cada uno de aquellos que se encargan de dirigirlo.

Es por ello que me iba de nuevo a un sitio tal vez olvidado, y solo recordado en aquellos momentos del año, en que uno quiere sentirse bien con uno mismo y aportar su grano solidario. Sí, hablaba de Nepal, y de nuevo mi billete de avión señalaba Katmandú como destino.

Desde lo alto de aquel avión evidentemente ya no veía espías, tal vez por esa niebla o polución que enmascara esa ciudad, pero una vez despejada, la verdad que ya sólo podía ver un valle. Un valle que anunciaba de nuevo la vuelta a casa.

Tal vez a la salida del aeropuerto no podía sentir ese aroma especial de esa tierra, que siempre hemos leído en revistas de promoción turística y que tal vez la última vez sí que pude sentir. En ese momento ya me empezaba a preguntar si ese olor ya formaba parte de mí y como si de un único cuerpo se tratara, la misma ya nunca más se desprendería de mí y llevaría conmigo sin darme cuenta.

La verdad es que había pensado cada uno de mis pasos a mi llegada. No podía empezar de otra manera; tenía una parada obligatoria en el sitio de comidas de al lado de casa, para recuperar de nuevo ese chicken chowmein acompañado de ese Black Tea. Después a media tarde, poca cosa más interesante que hacer, que dar de nuevo unas vueltas a esa estupa de Boudhanath. La verdad es que, visto así, tal vez había sido poco original, pero era lo que realmente necesitaba.

Ahora ya tumbado en la cama me relajaba escuchando a …… allí no había espacio para voces gobernantes con ansias de volar; con ansias de hacer volar noticias al son de un dólar influyente.



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