miércoles, 27 de noviembre de 2013

Se acerca el fin de un nuevo principio

A día de hoy empezaba a pensar el día en que había abandonado el llamado sitio de confort; sí, allí en donde permanecemos inmóviles visualizando el paso del tiempo bajo la seguridad de sentirnos acorazados por tierras y personas que conocen más que nadie nuestros triunfos y fracasos.

Sí, ese día en que había emprendido el camino de la llamada época del aprendizaje; allí en donde los triunfos y fracasos se miden con la misma subjetividad con la que yo ahora evado una derrota, agarrándome sin miedo a tomar como tierra pisada, aquella que fue presentada tras cualquier nueva mañana de ojos curiosos.

Tal vez había tenido que ir creando pequeños peñones que yo mismo convertiría en islotes con nombres propios, para cada uno de aquellos pasos intermitentes en que el subconsciente necesitaba reposar buscando una nueva escucha de aliento familiar. Sí, esa necesidad de sentirme que quien me acompañaba en cada uno de esos nuevos días, tomaba la misma confianza que quien me aceptaba tras esos triunfos y fracasos ya lejanos.

Tal vez las nubes habían ido y venido durante todo este tiempo de la misma manera en que a día de hoy las mismas me escondían ese cráter del volcán Tungurahua. Pero está claro que el mismo como forma natural también utilizaba la contención por miedo a demostrarse frente al mundo; aunque un mes atrás hubiera tenido que quedarse desnudo a cielo despejado bajo una tormenta de rojo ardiente. Pues tal vez el confort para algunos puede venir representado por esos ojos curiosos que necesitan florecer tras una época de contención.

Tal vez a día de hoy también necesitaba cambiar de poza en poza en esas termas abiertas de Baños de Agua Santa, en busca de agua fría y caliente, para poder buscar ese confort necesario que te hace sentir neutro. Pues tal vez el confort para algunos puede venir representado por esos ojos curiosos que necesitan el cambio para sentirse vivos.

Ahora, en esa casa del árbol en donde el silencio sólo se vería roto por el voceo de ese mismo volcán que de nuevo utilizaba la contención como única referencia a su presencia, yo tomaba ese columpio de forma simbólica y me lanzaba de nuevo a la aventura de abrirme a lo que se me pudiera mostrar. Eso sí, con la necesidad de pensar que la historia continuaba, ya había aprendido que los islotes eran necesarios para no dar un paso en falso que te hiciera sentir perdido en un mundo desconocido por el subconsciente.

Desde ese columpio empezaba a pensar que tal vez ya podía ser un viajero; aquel que cuando llega a un lugar no sabe exactamente el día que partirá, pues no puede saber si se quedara allí el resto de su vida.


Pero también un nuevo islote creado años atrás y con nombre Barcelona se acercaba; está claro que allí podría fijar firmemente mis pies, pero la contención de esos ojos curiosos parecían tener ganas de conocer nuevas pozas y nubes blancas que escondieran bellas tierras y personas. Pues así como la luz es movimiento, poder descubrir una nueva imagen es una ilusión que me sigue corrompiendo.



No hay comentarios:

Publicar un comentario