sábado, 24 de mayo de 2014

En Boquete siguen rodando las ruedas, hoy desde otra perspectiva

Cada una de nosotras sería repartida por aquellas tierras verticales que se dedicaban a acariciar cualquier sendero de pájaro que tomara nombre de moneda de intercambio. Según parece al cabo de cuatro años seríamos productivas; pero para ello necesitábamos de una tierra para recibir todos los nutrientes indispensables, de un aire para recibir oxígeno, de un sol para alimentarnos y de una agua para disolver los nutrientes que nos ofrecía esa tierra. Tal vez la necesidad del éter no sería tan cuestionable para nosotras, porque como diría Schopenhauer a excepción del hombre ningún ser se maravilla de su propia existencia  y como diría yo ningún ser a excepción del hombre necesita cuestionarse que es “maravilla”.

Sería al cabo de esos cuatro años cuando empezaríamos a ser espectadoras por unos “cuarenta y tantos” años de reuniones de vanidades. Unos encuentros que se crearían alrededor de cualquier vida hecha mesa de intercambio, por aquellos que seguían viviendo en ignorancia a pesar de ser conocedores de su propia existencia. Sí, la ignorancia del llamado “humano” que vive rodeado de felicidad sin poder llegar a apreciarla y a la cual sólo puede llegar mediante oleos pastelizados que puedan recordar un renacimiento italiano que tal vez les apareció tras cualquier visión onírica.

Pero igualmente se seguirían reuniendo allí, retando el tiempo con cara de perro mientras sujetaban el jugo de nuestra semilla para poderse mantener más despiertos y así poder alcanzar cualquier palabra compartida que fuese algo más que un simple sonido para ellos.

Eso sí, para poder redimirse a cualquier estandarte de apariencia se forrarían de vestidos impolutos que tomaban el color blanco de nuestra inexistencia, el verde de nuestra inmadurez y el rojo cereza de nuestra madurez; al momento que pasaban por un amarillo que marcaba ese ciclo de vida intermedio. El negro no sería utilizado por miedo a la muerte aunque el mismo fuese evocado por el propio tueste que a nosotros se nos obligaba a adoptar para poder servir esa apertura de ilusiones rotatorias.

Así que seguiría viendo instantáneas pictóricas de un tal Mark Ryden  que tal vez algún día me tomaría como modelo de empaque moderno y con las mismas seguiría intentando descifrar la forma de ver la vida de los humanos, Allí seguiría esperando que llegase el día en que esa alegoría de los cuatro elementos fuese más allá y los humanos soltaran sus estructuras impuestas y así pudieran escuchar su naturaleza interna; el correr de la sangre (agua), los latidos del corazón (fuego), la percepción de los huesos/raíces (tierra) y su liberación de la mente (aire). Todos somos iniciados y conectados con nuestro mundo en el momento de nuestro nacimiento a través de los cuatro elementos básicos…

De nuevo les dejo con ese griego por nariz que tal vez nunca podrá llegar a dar a conocer su poesía a través del canto; pero al menos veo que ahora se divierte cantando junto a los que le acompañan y así no olvida su pasado en el umbral del presente por ansias de vivir el ahora, pues de esta manera nunca acabará olvidando la música que le vio crecer.

Hola, nuevamente sigue sonando Watching the wheels de John Lennon en Boquete… quien me deja sus ojos ahora, los intentaré contar torpemente con mis palabras de nuevo; mientras me pregunto si el cambio perspectiva es posible de contar a través de la palabra humana.



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