miércoles, 14 de mayo de 2014

La propia tierra se despertó y yo también

Después de estar recorriendo más de un año zonas con ciertas posibilidades sismológicas, llego el momento de vivir una de ellas en plena consciencia. Pues a pesar que la misma aun no estoy seguro de si me despertó, la duración de la misma se alargó más allá que un segundo de ese claudicado reloj de sol que espera reclinado en luna llena, se alargó más que la espera del que no se sabe lo que espera..

Como caer al vacío estando sin movimiento alguno, como agarrarse a tarros de mantequilla de madera maciza, como seguir cayendo con colchón pegado a la espalda, como llenarse los pulmones de aire sin sentir necesidad de respiración alguna por miedo a perder la vida; los ojos se van hundiendo en sus propias orbitas sin poder encontrar un objetivo en donde poder clavar su mirada. Un objetivo en donde poder sentir cierta seguridad; sí, ese punto en donde quedarse quieto frente a un abismo invisible.

Y sigo cayendo al momento que miro la parte superior de la litera que intento alcanzar sin suerte alguna, pues la misma parece moverse sin tener nada que sospesar; …miro la hora y parece que es momento de seguir durmiendo.

Grita la gallina como cada mañana buscando un sitio caliente en donde calar un huevo y mis ojos parecen tener un leve recuerdo de algo que pareció un sueño, pues la imagen fotográfica de mi memoria vale más que el intento de fotocopia bajo papel o imagen que lo intenta plasmar.

Mientras tomo mi Bonlac de fresa con hojuelas de avena y trozos de chocolate en ese living que hace días que me acompaña, ciertas voces alertan de un mismo mal sueño que parece marcar coincidencias con una misma alerta. Estoy en lo cierto pues el terremoto fue real allí en donde el epicentro tomaba el nombre de mi propio hermano, David.

Nueva experiencia que contar sin daños que declarar al momento que admiro ese miembro creativo del planeta que me vino a despertar. Con lo que podemos seguir diciendo que de todas aquellas cosas ya sean buenas o malas, aparecen como enseñanzas que debemos de aprender. Así que encontrando esa enseñanza y esa belleza que a veces se puede volver maligna uno puede seguir descubriendo el sentido de la vida.

Curiosamente ese nuevo epicentro aparece como señal de un nuevo lugar que visitar, ha sido la propia alerta de mi movimiento que parece anunciar mi nueva huida consentida. Dejamos Bocas del Toro y buena gente con la que compartir, pero el cliché del trabajo relacionado con aquella tierra parece obligar mi marcha para que parezca una vuelta a empezar.

Era un buen sitio y tal vez me dejé muchas cosas que descubrir, pero la idea de que en cualquier momento tendría que volver a sospesar una bandeja aunque la liberación del trabajo fuese un hecho, no me dejaba a acabar de disfrutar el momento.


Así que como leía el otro día abandonaría la autopista de los cuerdos para vivir el sueño de los locos. Lo que es cierto es que el terremoto no fue un sueño, pero que también ahora transitaba por una carretera de curvas.



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