Las ruedas
giran en Boquete
Llego el
momento de divertirse y mezclar ideas allí en donde me encontrará para poder seguir
creando mi llamada doctrina personal sobre la vida. Hoy era Mark Ryden quien llegaba a mi cabeza mediante esa
alegoría de elementos que no podía dejar de observar en cada uno de aquellos
espacios vacíos de tiempos compartidos.
Una y otra
vez aparecía frente de mí con inocencia y perversión invitándome a romper mi
cabeza para poder encontrar semejantes señales en cada una de las cosas que me
rodeaban.
Los
paisajes pastelizados de puro renacimiento italiano parecían escapar de la densa
vegetación de ese Boquete Panameño, pues tal vez sólo una orquídea de feria
podría ser tomada como interprete ocasional; pues tal vez sólo un rojo esporádico
de una plantación de café hubiera sido utilizado como simbología para estampar
una lata de Campbells que por suerte o desgracia no existía en esa obra de
arte.
Por otra
parte, cada uno de los elementos podría ser tomado por cada uno de aquellos que
me acompañaban. La diferencia de cada uno de ellos ayudaba a la complementación
y existencia de los otros en ese presente o al menos la mera simulación de lo
que yo sentía se acercaba a la realidad del ahora.
Pero sin
querer dar aportes de ego y señalizar erróneamente quien daba aire, tierra,
fuego o agua a cada una de las situaciones, pues yo tampoco era éter; ya que mi
propio ego no alcanzaría a la transformación de los mismos a no que fuese
consentida. Se dejaba que cada uno de ellos siguieran coronando su propia
transformación al igual que pasaba en esa viva imagen de oleo que seguía invitándome
día tras día a ser visitada.
Así que me
la pasaba bien guardando mi honradez infantil con unos “cuarenta y tantos” que
podría cantar en ese simulado karaoke que rescataba desde un Sabina a una
Shakira, en esa lluvia esperanzadora tras noche de ojos abiertos al volcán Barú,
en esas cascadas con hongos sin nombre tras fotografía de encarte, en el
descubrimiento de nuevas bandas sonoras que me acompañarían en el viaje o en
ese mástil que daba imágenes a cada uno de nuestros movimientos. Al fin y al
cabo acabaríamos cantando juntos esos pocos recuerdos de nuestro propio equipaje
compartido y con ellos seguiríamos viviendo para siempre mientras pensábamos en
la esperanza.
Así que no
me quedaba otra que mostrar mi propio equipaje con Ryden y cualquier simbología
Pop que le acompañara mientras sonaba Watching the Wheels de John Lennon una y
otra vez.
Esto me
daba la libertad de pensar que podría escribir con palabras convexas o no, una
historia con hechos que tal vez sólo tenían sentido si aparecían pintados. Era
momento de empezar a pensar que de la misma manera que la historia de una
pintura puede continuar mucho más allá del marco que la sostiene; nuestras palabras
escritas pueden ir más allá de lo que dictamina la coherencia inventada del que
entiende sólo una frase como secuencia de palabras con sentido.
Pues tal
vez la única intención de lo que os escribo hoy es para decir que hay muchos
floripondios en Boquete, que con los mismos parece que sueñas, que aparecen
imágenes oníricas con o sin sentido, que las mismas te pueden llevar a recordar
el surrealismo; que por el afán de
actualizar el momento y al verme acompañado de un producto de consumismo me
pueden llevar al Surrealismo Pop..o es que tal vez pienso que lo que hago es “Labrow
art”, arte sin pretensiones artísticas…
Mientras
no me planteo nada y dejo que cada uno piense lo que quiera, yo sigo disfrutando
viendo como esas ruedas giran…
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