lunes, 19 de mayo de 2014

Las ruedas giran en Boquete

Llego el momento de divertirse y mezclar ideas allí en donde me encontrará para poder seguir creando mi llamada doctrina personal sobre la vida. Hoy era Mark Ryden  quien llegaba a mi cabeza mediante esa alegoría de elementos que no podía dejar de observar en cada uno de aquellos espacios vacíos de tiempos compartidos.

Una y otra vez aparecía frente de mí con inocencia y perversión invitándome a romper mi cabeza para poder encontrar semejantes señales en cada una de las cosas que me rodeaban.

Los paisajes pastelizados de puro renacimiento italiano parecían escapar de la densa vegetación de ese Boquete Panameño, pues tal vez sólo una orquídea de feria podría ser tomada como interprete ocasional; pues tal vez sólo un rojo esporádico de una plantación de café hubiera sido utilizado como simbología para estampar una lata de Campbells que por suerte o desgracia no existía en esa obra de arte.

Por otra parte, cada uno de los elementos podría ser tomado por cada uno de aquellos que me acompañaban. La diferencia de cada uno de ellos ayudaba a la complementación y existencia de los otros en ese presente o al menos la mera simulación de lo que yo sentía se acercaba a la realidad del ahora.

Pero sin querer dar aportes de ego y señalizar erróneamente quien daba aire, tierra, fuego o agua a cada una de las situaciones, pues yo tampoco era éter; ya que mi propio ego no alcanzaría a la transformación de los mismos a no que fuese consentida. Se dejaba que cada uno de ellos siguieran coronando su propia transformación al igual que pasaba en esa viva imagen de oleo que seguía invitándome día tras día a ser visitada.

Así que me la pasaba bien guardando mi honradez infantil con unos “cuarenta y tantos” que podría cantar en ese simulado karaoke que rescataba desde un Sabina a una Shakira, en esa lluvia esperanzadora tras noche de ojos abiertos al volcán Barú, en esas cascadas con hongos sin nombre tras fotografía de encarte, en el descubrimiento de nuevas bandas sonoras que me acompañarían en el viaje o en ese mástil que daba imágenes a cada uno de nuestros movimientos. Al fin y al cabo acabaríamos cantando juntos esos pocos recuerdos de nuestro propio equipaje compartido y con ellos seguiríamos viviendo para siempre mientras pensábamos en la esperanza.

Así que no me quedaba otra que mostrar mi propio equipaje con Ryden y cualquier simbología Pop que le acompañara mientras sonaba Watching the Wheels de John Lennon una y otra vez.

Esto me daba la libertad de pensar que podría escribir con palabras convexas o no, una historia con hechos que tal vez sólo tenían sentido si aparecían pintados. Era momento de empezar a pensar que de la misma manera que la historia de una pintura puede continuar mucho más allá del marco que la sostiene; nuestras palabras escritas pueden ir más allá de lo que dictamina la coherencia inventada del que entiende sólo una frase como secuencia de palabras con sentido.

Pues tal vez la única intención de lo que os escribo hoy es para decir que hay muchos floripondios en Boquete, que con los mismos parece que sueñas, que aparecen imágenes oníricas con o sin sentido, que las mismas te pueden llevar a recordar el surrealismo;  que por el afán de actualizar el momento y al verme acompañado de un producto de consumismo me pueden llevar al Surrealismo Pop..o es que tal vez pienso que lo que hago es “Labrow art”, arte sin pretensiones artísticas…


Mientras no me planteo nada y dejo que cada uno piense lo que quiera, yo sigo disfrutando viendo como esas ruedas giran…





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