miércoles, 10 de septiembre de 2014

Diferentes movimientos para una misma vida

Adagio en G menor - Albinoni

El miedo a quedarme desnudo frente a la gente me hacían llevar el sonido de la vibración de las cuerdas allí donde se acababan paralizando con la barrera de mi propio lóbulo. Repetía esta acción a lo largo de cada uno de aquellos días musicales en esa isla llamada Salt Spring, en donde sin saber porque la relajación de los músculos llegaba más allá del simple reposo de un cuerpo horizontal.

Cada uno de aquellos sonidos que aparecían de ese pulgar tembloroso tal vez me los acababa haciendo demasiado míos y sin estar orgulloso de ello, asumía que era lo único que había aprendido a hacer tras sepultarme con numerosas capas que según mi estúpido parecer, en épocas de lágrimas ver llorar, eran el único bálsamo para dibujar una sonrisa ficticia. Sí, esa sonrisa suficientemente convincente para aquellos que al igual que yo sólo se permitían llorar con los ojos cerrados.

Andante en G Mayor - Vivaldi

Bajaban cada día a vernos, muchos de ellos llevaban un árbol por cabeza que según parece iban renovando cada año; tal vez era la forma de escenificar, los diferentes disfraces que iban tomando como sujetos evocados a sobrevivir en esa vida de farsa y teatro creada por aquellos que ahora acompañados de ruedas les volteaban por su camino.

Así que me era difícil entender si reían o lloraban, al momento que pensaba que tal vez era estúpido pensar que ellos sólo tuvieran estas dos herramientas para evadir las memorias eclipsadas del miedo. Así que al fin y al cabo acababa mirándolos con la misma cara de aparente neutralidad emocional al momento que ellos giraban su cuello como para direccionarse hacia un nuevo destino

Curiosamente en cada uno de aquellos momentos, sin tener que gesticular mi rostro, uno entendía que no era necesario expresar hacia afuera lo que sentía; pues a veces la percepción, aunque innegablemente a veces desdibujada por nuestro yo, podía ser más útil que la utilización de cada una de las máscaras que llevábamos con nosotros mismos.

Allegro Pequeña Serenata nocturna - Mozart

Levanto el brazo una y otra vez golpeando esa maza afilada contra ese tronco de finas circunferencias que se encuentra apoyado  en esa vieja madre hecha madera. A veces saltan finas tiras suaves y jóvenes de rojo canela con formas familiares que me recuerdan a los que volteaban por mí o su camino.

Agarro un trozo entre mis manos y al levantar la cabeza veo como cada uno de aquellos árboles se desnudan frente de mi sin que yo sienta el vacile de movimiento alguno. Cada uno de aquellos trozos una vez despojado de cualquier corteza opresora se muestra delicado, frágil, suave, lleno, fuerte, próximo,…todo. Tal vez se vieron abandonados de ese fruto de fragancia de miel, pues las abejas aun voltean por las tierras que piso; pero ya no necesitan de nada, pues ya son todo, pues tal vez sus ojos críticos se quedaron sepultados bajo esa tierra. Una tierra que ahora ya no necesita ni de rostro para que quien lo rodee la sienta.

Silencio

Siempre estamos allí aunque la gente a veces no lo vea; uno poco a poco puede ir sintiendo el acompañamiento sin movimiento alguno. Pues la materia muerta esta tal vez más viva que la gesticulación humana bajo el prisma de un “yo” que quiere ser sentido para sentirse vivo; olvidando que la vida puede ser el silencio sin movimiento.

Hoy agradecido a la vida, a la música, a los ciervos, a los madroños y a los humanos que sienten sin ser vistos.

Buenas noches


P.D. al intentar acabar me viene esta canción a la cabeza; allí veo un montón de gente participando de una canción sin ni si quiera pestañear; por suerte cada uno de ellos se van quedando desnudos sin darse cuenta y tal vez más llenos que cuando se levanten del suelo y les toque a ellos actuar.





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