Aparecen
de nuevo los egos
Demasiados
reniegos encima de esa escalera en los últimos días; siempre por esas putas
manzanas que se acababan resbalando de mis manos y que alargaban una vez más el
poder conseguir llenar ese cubículo de madera que sólo tenía sentido por los
nuevos kilómetros de cancha libre que me daría en la nueva tierra a donde
partir, Méjico.
Sí de
nuevo me convertía en una pieza más de ese engranaje productivo del cual había
despotricado tantas veces en los últimos meses; al momento que mi “yo” se
avivaba de nuevo por la necesidad de poseer nuevos logros, pues la ambición
aparecía como ese viejo fantasma que se ocupó de anular mi infancia para poder entrar
a formar parte de la sociedad.
Como
humano enfermizo me castigaba la idea de no poder conseguir acabar el día con
los mismos dólares que aquel con el que ahora me hacían competir codo a codo y
por el cual ahora ya no existía la idea de que la pérdida se pudiera convertir
en felicidad a partir del momento en que llenaba tanto dar como recibir. Sí esa necesidad de poder sobre los demás la cual no
acababa siendo nada más que nuestra debilidad disfrazada de fuerza.
Incluso la
llegada al store se traducía con la compra de ese refresco burbujeante de color
oscuro de no sé qué oso polar vi un día pasar, por allí donde se decían las
verdades tras colador de ideas para poder postular a ciudadano de primera.
Así que un
nuevo impulso de mandarlo todo allí donde una sentadilla daba placer me atacaba
cada escasos minutos, pero mi palabra dada a aquellos que habían confiado en mí
para resistir hasta el final de la temporada acababan congelando cada uno de
aquellas iras que se traducían en patadas de genio a cada una de aquellas
manzanas que ser reían expectantes en el suelo de la estupidez humana.
La dualidad
aparecía de nuevo; el blanco y negro, el bien y el mal, el sí o no parecían la
única vía para poder direccionar mis intenciones, pues es sólo eso lo que
estúpidamente había aprendido tras años de observación; pues las tres puntas de
un triángulo siempre habían estado tachadas de incongruentes. La posibilidad de
encontrar un punto medio se perdía al mismo ritmo que el equilibrio de ese funambulista
de paseo por una barra de acero frío.
La fealdad
a mi palabra daba vida a ese yo que tal vez había olvidado, no por saber quién
fuese o dejara de ser; pues tal vez ahora sabia más que nunca quien era, sino
por la necesidad de objetivos para pensar de nuevo que era algo dentro de ese
ahora ya “soñado” triángulo.
Así que de
nuevo intentaba poner mi mente en blanco al momento que pensaba lo que un día
decía el amigo Lennon.
“La vida
es aquello que te va sucediendo mientras tú te empeñas en hacer otros planes”
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