Cerrando y
abriendo nuevos círculos que nos llevan al infinito
Mi sentido
de protección no me dejaba desprenderme de ella. Pero si una cosa había
aprendido durante este tiempo es que lo que recibimos de la naturaleza es de
todos y ella más savia que nosotros, nos hace devolver con señales las cosas allí
donde se sienten arropadas o tal vez conectadas con un “algo” que aún no se
descifrar.
Así que
empezaba a tomar consciencia la idea de que esa piedra se sentiría cerca de los
suyos con la compañía de esa especial persona que no por casualidad se había
cruzado por el camino y que con gran amor era capaz de acariciar cualquier
mundo sin la necesidad del tacto físico para sentirlo cerca.
Tal vez también
era la oportunidad para mí para cerrar un ciclo con ella y tal vez su
aislamiento físico tomaría forma de llave imaginaria, para poder así dejar de
andar con paso circular y abrirme sin miedo a nuevos mundos desconocidos.
Curiosamente
en los últimos meses me la había ido separando de mi pecho, había sido como un
lento proceso de desapego ni mucho menos pensado; un proceso que
inconscientemente había allanado el camino hacia lo que ahora parecía
inevitable.
Me intentaba
imaginar mi camino sin ella y aunque podría hacer saltar alguna lágrima, era
consciente que siempre habría una conexión existente entre ambos y que ya
llegaría el momento en que nuevos objetos tomaran el papel del apego. Así que
tendría que dejar fluir lo que mi cuerpo me pedía; un cuerpo que intentaba no singularizar
hacia un corazón o una mente, como razón de confirmación de cualquier hecho.
Curiosamente,
una mañana tras pasar por aquella mesa ocupada por ese pequeño vivero de
plantas, observe unas pequeñas patas de conejo que se secaban al sol y presentí
que allí había algo de mí; esa misma noche recibía de sus manos esa pata y sin
poder articular palabra alguna de agradecimiento me quedaba asombrado al ver
como lo pensado una vez más se sucedía.
A la
mañana siguiente acabé depositando esa piedra oscura en su mano, al momento que
una sensación de felicidad se apoderaba de mí al sentir que todo volvía a su
sitio. Una vez más se repetía la idea de que todas las cosas pasaban por algo;
pues no era una casualidad que ahora respirara ese aire de Salt Spring.
No son una
casualidad los caminos que vamos trazando, pues aunque a menudo por insistencia
de nuestro yo, pensemos que forman parte de nuestros planes, los mismo se
suceden al libre albedrío de un algo que aún no puedo descifrar.
Una vez
más tras gota de plata puedo confirmar que es cuando no pienso que lo veo todo
claro.
Ahora ya
me podía ir tranquilo de esa isla, era como si hubiera completado una misión
que había durado más de un año y medio, así que me seguiría moviendo por
llámale “impulsos”, por desconocer como nombrarlos; aunque algunos le llamasen “flow”.
Un pequeño
trozo del Perú se quedaba con alma entre esos árboles de Canadá; un pequeño
trozo de mí pasado se quedaba con cariño
en esa especial casa.
Tras
ritual de tabaco, me llega de nuevo una nueva piedra a la que apegarme; tal vez
mi nueva misión es encontrarle un nuevo sitio en este mundo.
Suena “The dreamer” de the Tallest man on the earth,
pocos minutos antes de irme.
Agradecido
por enseñarme que a partir de ahora antes de ir a dormir, es bonito pensar a
quien agradecer lo vivido.
Agradecido
a Salts Spring, agradecido a la casa, agradecido a ti.
Hasta
mañana
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