miércoles, 17 de septiembre de 2014

Cerrando y abriendo nuevos círculos que nos llevan al infinito

Mi sentido de protección no me dejaba desprenderme de ella. Pero si una cosa había aprendido durante este tiempo es que lo que recibimos de la naturaleza es de todos y ella más savia que nosotros, nos hace devolver con señales las cosas allí donde se sienten arropadas o tal vez conectadas con un “algo” que aún no se descifrar.

Así que empezaba a tomar consciencia la idea de que esa piedra se sentiría cerca de los suyos con la compañía de esa especial persona que no por casualidad se había cruzado por el camino y que con gran amor era capaz de acariciar cualquier mundo sin la necesidad del tacto físico para sentirlo cerca.

Tal vez también era la oportunidad para mí para cerrar un ciclo con ella y tal vez su aislamiento físico tomaría forma de llave imaginaria, para poder así dejar de andar con paso circular y abrirme sin miedo a nuevos mundos desconocidos.

Curiosamente en los últimos meses me la había ido separando de mi pecho, había sido como un lento proceso de desapego ni mucho menos pensado; un proceso que inconscientemente había allanado el camino hacia lo que ahora parecía inevitable.

Me intentaba imaginar mi camino sin ella y aunque podría hacer saltar alguna lágrima, era consciente que siempre habría una conexión existente entre ambos y que ya llegaría el momento en que nuevos objetos tomaran el papel del apego. Así que tendría que dejar fluir lo que mi cuerpo me pedía; un cuerpo que intentaba no singularizar hacia un corazón o una mente, como razón de confirmación de cualquier hecho.

Curiosamente, una mañana tras pasar por aquella mesa ocupada por ese pequeño vivero de plantas, observe unas pequeñas patas de conejo que se secaban al sol y presentí que allí había algo de mí; esa misma noche recibía de sus manos esa pata y sin poder articular palabra alguna de agradecimiento me quedaba asombrado al ver como lo pensado una vez más se sucedía.

A la mañana siguiente acabé depositando esa piedra oscura en su mano, al momento que una sensación de felicidad se apoderaba de mí al sentir que todo volvía a su sitio. Una vez más se repetía la idea de que todas las cosas pasaban por algo; pues no era una casualidad que ahora respirara ese aire de Salt Spring.

No son una casualidad los caminos que vamos trazando, pues aunque a menudo por insistencia de nuestro yo, pensemos que forman parte de nuestros planes, los mismo se suceden al libre albedrío de un algo que aún no puedo descifrar.

Una vez más tras gota de plata puedo confirmar que es cuando no pienso que lo veo todo claro.

Ahora ya me podía ir tranquilo de esa isla, era como si hubiera completado una misión que había durado más de un año y medio, así que me seguiría moviendo por llámale “impulsos”, por desconocer como nombrarlos; aunque algunos le llamasen “flow”.

Un pequeño trozo del Perú se quedaba con alma entre esos árboles de Canadá; un pequeño trozo de mí  pasado se quedaba con cariño en esa especial casa.

Tras ritual de tabaco, me llega de nuevo una nueva piedra a la que apegarme; tal vez mi nueva misión es encontrarle un nuevo sitio en este mundo.

Suena “The dreamer” de the Tallest man on the earth, pocos minutos antes de irme.

Agradecido por enseñarme que a partir de ahora antes de ir a dormir, es bonito pensar a quien agradecer lo vivido.

Agradecido a Salts Spring, agradecido a la casa, agradecido a ti.


Hasta mañana





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