martes, 11 de abril de 2017


Hondas y piedras de Bisket Jatra a Cisjordania

Se acercaba el fin de año nepalí, en pocos días nos plantábamos en 2074. Realmente se hacía raro celebrar diferentes entradas de año en un período no superior a 365 días; pues la sensación del tiempo contado parecía perderse por el camino.

El preludio de esa nueva despedida de año, se veía representado principalmente en Bhaktapur, con el llamado Bisket Jatra.

Como era de esperar el conjunto de tradiciones newaris despertaban la curiosidad de cualquier foráneo. Desde aquel Shrestha que con piercing en la lengua se paseaba por la ciudad, hasta aquel largo palo que con simbología fálica se plantaba en medio de la plaza, invitando a los lugareños a que lo coronasen; pues la recompensa sería aumentar las posibilidades de tener un hijo varón en la familia.

Otra de las cosas que me impactaba era ese inmenso carruaje en el interior del cual se encontraba el dios Bhairava; una de tantas manifestaciones de Shiva, la función del cual era ser el guardián de los puntos cardinales. Tal vez eso explicaba que uno de los puntos álgidos de la fiesta fuese, cuando los habitantes del este y el oeste de la ciudad de Bhaktapur, entraban en una lucha por llevarse el carruaje hacia su zona mediante la ayuda de grandes cuerdas que tiraban con fuerza.

Como era de esperar, cuando la ley del más fuerte era la única que regía el final o principio de cualquier acto, todo acababa con disturbios con la policía y pedradas que se lanzaban a cada uno de esos puntos que un día Bhairava se encargó de empezar a guardar.

Tal vez por esa sensación de procesión, gente, devoción y por los días en que estábamos, mi mente se acercaba a vivencias pasadas en diferentes celebraciones de semana santa. Desde las más ingenuas allí en el pueblo de mi padre hasta las más coloridas allí en Cuzco.

Pero sinceramente unas que nunca podría olvidar, fueron aquellas vividas hace siete años en territorio Palestino o israelí. Pues todo depende del día en que escribas las cosas, pues tal vez lo que hoy parece ser palestino, mañana podrá ser ocupado.

Soy de los que creo que hay que dar espacio a todo y hace pocos días llegaban nuevas informaciones de esas tierras que creo que no debemos pasar por alto.

De nuevo Israel tomaba la política mundial por su cuenta y aprobaba la construcción de su primera colonia en Cisjordania.

Tras el respiro tomado un mes atrás al desalojar el asentamiento ilegal en Amona, Netanyahu tomaba de nuevo la iniciativa de contentar la ultraderecha y se saltaba a la torera cualquier condena que pudiera venir por parte de la ONU. Sin buscar más paralelismos, tal vez la sombra de Trump se seguirá alargando a lo largo de los días, sin querer darnos cuenta.

Con los tiempos que corren, la ONU, la asociación de gobierno global que tendría que facilitar la cooperación en asuntos como el Derecho internacional, la paz y seguridad internacional; parece volver a convertirse en un títere cada vez más evidente al son del vuelo económico.

Ya no me alarmo por esas piedras que serán lanzadas por cada uno de aquellos ciudadanos de las diferentes partes de esa Durbar Square de Bhaktapur, pues con el paso de los días volverán a danzar y bailar juntos sin remordimientos. Pero al otro lado del mundo, de nuevo los palestinos hartos de pensar en la esperanza, se encontrarán sólo con hondas en mano para poder lanzar piedras, hacia ese muro que parece de nuevo inquebrantable; el muro del interés económico.


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