Tras uno de esos ventanales se
encontraba ella, con mirada triste y perdida a un horizonte inexistente, veía
como se les escapaban uno a uno cada uno de aquellos recuerdos pasados con la
misma rapidez con que hoy, veía consumir cada uno de los cigarros que inhalaba
sin parar. Cada uno de aquellos cigarros era la excusa perfecta para
abandonarnos por un momento y seguir pensando como la bonita historia llegaba a
su fin. El billete de vuelta se llamaba 30 de Diciembre y con ello se acababa
un año sin contar banderas ya que estas no tenían espacio en un mapa físico en
donde se trataba a todos por un igual.
Tras compartir la excusa perfecta
del alejamiento diario a la que todos los fumadores somos afines, me presentó
su principal fantasma; sin lugar a dudas este se llamaba “Regreso”. Un fantasma
que se veía acrecentado por el mero hecho de que la palabra “regreso” no comprendía
la realidad de la situación. Era imposible hablar de regreso, porque ni el
sitio de donde partió hace un año sería el mismo ni ella era la misma; se
trataba de un billete de vuelta en donde la única realidad era la existencia de
un retorno de un nombre y no de una persona, el retorno a un trozo de tierra
pero no a un país.
Tras unas miradas de
consentimiento mutuo, la invité a que compartiera cada una de las vivencias que
minutos atrás consumía compulsivamente tras esos ventanales. Se trataba de un
mero trato entre un genuinidad sabática de conocimiento que buscaba ponerle
nombre a su persona y a mi Abel ignorante.
Así que dejando atrás esos
ventanales ensombrecidos por las agujas del Fitz Roy nos adentramos al Parque
Nacional de los Glaciares, dispuestos a conocer cada uno de sus secretos. Nuestra
aventura por esa belleza primeriza duró unos días; desde el nacimiento del Rio
Blanco hasta la loma del Pliegue Tumbado nos adentramos por el camino del
Glaciar de las Piedras Blancas, la
Laguna de los Tres, la Laguna Capri, la Laguna Torre… y
cuando volvíamos a la realidad…Una realidad marcada por la vuelta a los
ventanales tras cortinas de huma inhalados, yo me preguntaba quién sería yo
dentro de un año.
Sólo podría pensar humilmente que
por lo menos me reconoceríais por mi nombre…y siempre “sé” que al menos me
quedarían viejas canciones que me ayudarían a recordar quién había sido.
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