Nueva etapa, norte de Lombok
La verdad es que
hacía tiempo que no me ponía frente a una hoja en blanco. Desde mediados de
Junio, antes de dejar Nepal que no escribía nada. Tal vez era producto de la
felicidad, ya se sabe que a pesar de que luchamos por conseguirla, se trata de
un estado no productivo, pues cuando eres feliz no haces nada profundo, no
cambias.
No es que ahora buscara
la infelicidad, pero si un nuevo cambio de vida para poder fustigarme y entregar
mi cuerpo al abismo, con posibilidad eso sí, de vuelta atrás. De esta manera conseguiría
seguir experimentado con todo aquello que ofrecía la vida y que desgraciadamente
a menudo pasaba por decisión propia, sigilosamente frente nuestro; tal vez por
miedo al enfrentamiento, tal vez por miedo a perder la estabilidad emocional.
Ahora me encontraba
viviendo en una comunidad musulmana en el norte de Lombok, Indonesia, trabajando
en un proyecto de empoderamiento de la mujer. Sí que es cierto que tal vez
sería momento de abrir un nuevo capítulo y empezar a escribir en relación a las
vivencias que estaba experimentando, pero la verdad es que a día de hoy no tenía
ganas de hacerlo. Con lo cual a pesar de que hoy escribiera, no significaba que
lo siguiera haciendo en los próximos días.
Evidentemente que
pasaban cosas extraordinarias y diferentes frente de mí, pero algo dentro de mí
me decía que no era momento de compartirlas. Cada día tengo más claro que no
tenemos que anticiparnos a nada, sino que a veces es mejor dejarlo crecer, sólo
de esta manera conseguiremos entender por qué un día apareció frente nuestro.
Si nos pasamos la
vida arrancando raíces de pensamientos, al final nos acabamos quedando sin nada;
tal vez sí que es cierto que tendremos diversidad de cosas, pero su efímera genuidad
acabará dejándonos con la imposibilidad de conocerlo en su plenitud.
Eran días que me
ataba a la idea de sólo observar las cosas con las que se tropezaban mis ojos y
utilizando el silencio como arma de respuesta, me preguntaba por qué habían
aparecido. Intentaba mirar a la gente como tal vez lo haría Marina Abramovic, intentaba
no pestañear, porque eso sería señal de haber vuelto a la realidad…
Tal vez no era una
casualidad que me hubiera venido a la cabeza durante esos días las historias de
Marina Abramovic, cuando por lo que estábamos luchando esos días, era por el empoderamiento de la mujer.
Abramovic ya en sus
inicios dejó demostrado en unas de sus perfomances, que la deshumanización del
ser humano era vía fácil cuando el mismo no se defendía. Hoy no quería tan sólo
romper lanzas en nombre de las mujeres del norte de Lombok, sino que quería trasladarlo
a toda la humanidad.
Esperaba conseguir que
en los próximos días cada una de aquellas mujeres no tuvieran sentimientos de
culpa por no ser la mujer que les dijeron que tenían que ser. Sí, esa
permanente sensación de culpa por saltarse lo establecido.
Esperaba a que
empezaran a darse permiso a poder realizar su proyecto de vida, pues tenían que
darse cuenta que sus opiniones valían lo que ellas mismas decidieran hacerlas
valer.
A partir de hoy me
centraría a mirar fijamente y pestañando, para así poderlo llevar a la
realidad, a cada una de aquellas mujeres que me encontrara con mirada perdida,
con expresión pasiva y el ego disminuido por sus propias expectativas
negativas. Expectativas negativas creadas por cada uno de aquellos que se
dedicaban a deshumanizarnos con el fin de poderse sentir superiores. Se
dedicaran a deshumanizarnos por su sensación de inferioridad…
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