viernes, 1 de septiembre de 2017


Nueva etapa, norte de Lombok

La verdad es que hacía tiempo que no me ponía frente a una hoja en blanco. Desde mediados de Junio, antes de dejar Nepal que no escribía nada. Tal vez era producto de la felicidad, ya se sabe que a pesar de que luchamos por conseguirla, se trata de un estado no productivo, pues cuando eres feliz no haces nada profundo, no cambias.

No es que ahora buscara la infelicidad, pero si un nuevo cambio de vida para poder fustigarme y entregar mi cuerpo al abismo, con posibilidad eso sí, de vuelta atrás. De esta manera conseguiría seguir experimentado con todo aquello que ofrecía la vida y que desgraciadamente a menudo pasaba por decisión propia, sigilosamente frente nuestro; tal vez por miedo al enfrentamiento, tal vez por miedo a perder la estabilidad emocional.

Ahora me encontraba viviendo en una comunidad musulmana en el norte de Lombok, Indonesia, trabajando en un proyecto de empoderamiento de la mujer. Sí que es cierto que tal vez sería momento de abrir un nuevo capítulo y empezar a escribir en relación a las vivencias que estaba experimentando, pero la verdad es que a día de hoy no tenía ganas de hacerlo. Con lo cual a pesar de que hoy escribiera, no significaba que lo siguiera haciendo en los próximos días.

Evidentemente que pasaban cosas extraordinarias y diferentes frente de mí, pero algo dentro de mí me decía que no era momento de compartirlas. Cada día tengo más claro que no tenemos que anticiparnos a nada, sino que a veces es mejor dejarlo crecer, sólo de esta manera conseguiremos entender por qué un día apareció frente nuestro.

Si nos pasamos la vida arrancando raíces de pensamientos, al final nos acabamos quedando sin nada; tal vez sí que es cierto que tendremos diversidad de cosas, pero su efímera genuidad acabará dejándonos con la imposibilidad de conocerlo en su plenitud.

Eran días que me ataba a la idea de sólo observar las cosas con las que se tropezaban mis ojos y utilizando el silencio como arma de respuesta, me preguntaba por qué habían aparecido. Intentaba mirar a la gente como tal vez lo haría Marina Abramovic, intentaba no pestañear, porque eso sería señal de haber vuelto a la realidad…

Tal vez no era una casualidad que me hubiera venido a la cabeza durante esos días las historias de Marina Abramovic, cuando por lo que estábamos luchando esos días, era por el  empoderamiento de la mujer.

Abramovic ya en sus inicios dejó demostrado en unas de sus perfomances, que la deshumanización del ser humano era vía fácil cuando el mismo no se defendía. Hoy no quería tan sólo romper lanzas en nombre de las mujeres del norte de Lombok, sino que quería trasladarlo a toda la humanidad.

Esperaba conseguir que en los próximos días cada una de aquellas mujeres no tuvieran sentimientos de culpa por no ser la mujer que les dijeron que tenían que ser. Sí, esa permanente sensación de culpa por saltarse lo establecido.

Esperaba a que empezaran a darse permiso a poder realizar su proyecto de vida, pues tenían que darse cuenta que sus opiniones valían lo que ellas mismas decidieran hacerlas valer.

A partir de hoy me centraría a mirar fijamente y pestañando, para así poderlo llevar a la realidad, a cada una de aquellas mujeres que me encontrara con mirada perdida, con expresión pasiva y el ego disminuido por sus propias expectativas negativas. Expectativas negativas creadas por cada uno de aquellos que se dedicaban a deshumanizarnos con el fin de poderse sentir superiores. Se dedicaran a deshumanizarnos por su sensación de inferioridad…


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