viernes, 12 de abril de 2013



Relax en Coroico

Pues llega un momento en que a pesar que parece que uno está de vacaciones, necesita tomarse unos días de respiro para descansar y permanecer fijo en un sitio sin la necesidad de estar descubriendo nuevos horizontes. Así que después de visitar los restos arqueológicos de Tiwanaku, allí en donde según parece empezó toda la historia de lo que estaba viviendo estos últimos meses, me dirigí a Coroico.

Tras el paso de lindos valles cubiertos por neblina y rocosas montañas tapiadas de verde, llegue a ese pequeño pueblo en donde se podía divisar la famosa carretera de la muerte; pero sin querer ni siquiera verme atraído por nada y tras mediar unas cuantas palabras con los transeúntes que se interesaban por mi procedencia, me dirigí hacia las montañas. Allí me esperaban bellas cabañas escondidas entre bellos bosques selváticos que se permitían el descanso entre hamacas que yacían estratégicamente en cada uno de aquellos miradores; frente de mi pasaron esquinitas de chocolate, sabrosos cítricos de la zona, plátanos fritos y algún que otro baño en la swiming pool con Paceña en mano.

Asimismo las lluvias características de la zona en la que nos encontrábamos se aliaron conmigo y me permitieron burlar posibles escapadas, gracias a las cuales pude descubrir el arte del yoga junto a rostros familiares con los que me había tropezado en La Paz y con los que posiblemente producto del esquivo nunca me volvería a ver.

Pero finalmente tras unos días de descanso no pude reprimir las ansias de conocer más de cerca Nor Yungas, pues días atrás tras el paso por el Museo de la Coca había leído sobre dicha Provincia y una  de las cosas que me atrajo más fue de la existencia de la comunidad afroboliviana. Así pues curiosamente en tiempos de colonización los españoles al ver que los esclavos que habían mandado a las minas de Potosí tenían graves problemas para soportar la altura los mandaron a dicha zona para cultivar coca o para servir a patrones. Si curiosamente esa hoja de coca que en sus principios fue satanizada por el catolicismo y luego santificada por los propietarios de las minas y haciendas; pues la misma les permitía explotar horas y horas a esa pobre gente que subsistía sin alimento alguno y que tan sólo se veía acompañada del olor de esa húmeda hoja de coca que yacía en su pies.

Con el paso del tiempo se dieron cuenta que la divinización de la hostia se veía ensombrecida por la Damacoca, pues esta era el nexo divino; en aquellas tierras era el mediador con Dios y con los demás. Tal y como decía la leyenda cuando uno tenía dolor en el corazón, hambre en su carne y oscuridad en su mente, deberían llevárselas a su boca, pues con ello obtendrían amor para su dolor, alimento para su cuerpo y luz para su mente. Esa coca que solo se volvería en la contra cuando esta fuese tomada por el hombre blanco colonizador, el mismo que ahora en el siglo XX compraba toneladas de la misma para dar sabor a esa bebida de color oscuro que en navidad aparecía tras un oso blanco.

Pero sin querer capitalizar el discurso os diré que un buen día cambié la swiming pool por las cascadas naturales, allí en donde una agua congelada acabaría relajando mis pensamientos, al mismo momento que quebrantaría mis huesos de dolor, los cuáles acabaría calentando tras subir esa escalinata de raíces que me harían llegar hasta el cerro Uchumani. Allí arriba ya no me cuestionaría nada más pues era momento de seguir disfrutando del viaje…


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