De dentro a fuera – Cerro Rico
Con trapo en boca y luz vertical
arriba me adentre en ese laberinto oscuro en donde lo que brilla se convierte
en plato en mesa para aquellas manos negras que buscan a golpe de martillo el
futuro de aquellos que sueñan con jugar en el Real Potosí.
Lleno mi boca de hojas de coca y
deambulo tras el ruido de esas carretillas que corren por el impulso del último
boliviano de aquellas vetas de plata que se vuelven estrechas allí en donde las
estalactitas no parecen sobrevivir.
Tierras húmedas llenas de
sulfatos se apoderan de mis pulmones a los que le falta oxigeno que tomar,
sobre todo tras el paso de aquellas tres escalinatas que me conducen al Tio, el
cual se mantiene fiel a aquellos que le ofrendan con cigarrillos y alcohol, pues
el mismo se tiene que mantener fuerte y la escasez podría suponer un mal
presagio para el futuro de esas luces que se muestran intermitentes tras la
búsqueda del último agujero que dinamitar.
Frente al Tio cerramos las luces
y pedimos nuestros sueños hacer realidad, al momento que derramamos alcohol por
los suelos como ofrenda a esa Pachamama; tras el silencio nos miramos nuestras
caras con cierta vergüenza, por el miedo a haber dado transparencia a nuestros
pensamientos.
Así que nos levantamos con mirada
perdida y tras intercambiar unas palabras con cada uno de aquellos que siguen
soñando con la fortuna inmediata, tras la sombra cruel de la silicosis que convierte
el verde de la coca en el rojo de la muerte, salimos al exterior cegados por la
luz de la realidad.
Allí fuera los más pequeños
empiezan a empujar torpemente esos carros de esperanza fría entre sonrisas y
amables invitaciones a compartir del juego que ahora les permite soñar con
quien quieran; mientras las mamitas preparan nutridos manjares con que
alimentar aquellas doblas pesadas de trabajo duro, al momento que buscan por
los alrededores cualquier astilla de material precioso con el que dar imagen a
ese postre ansiado.
Obsequiamos a cada una de
aquellas familias con bolsas de hojas de coca, refrescos y alguna que otra
botella de alcohol puro; los 96º de aquella dinamita en forma de plástico,
parece ser la opción más eficaz y económica para poder burlar las bajas
temperaturas. Ellos recogen nuestros presentes y con ganas de seguir
compartiendo, nos invitan a la mañana siguiente para acudir a la llamada
Wilancha; el sacrificio de aquellas llamas pares se avecina y el mismo nos
ayudara a derramar la sangre para poder saciar a la Pachamama.
Me duermo por los alrededores
esperando la salida de ese sol agridulce que vera como la muerte se vuelve en
esperanza para aquellos que aman a la tierra.
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