viernes, 28 de junio de 2013

Nuevos retos

Llevaba ya casi un mes en San Pedro de Atacama y empezaba a tener la sensación que me había estancado. Era como un conjunto de contradicciones; estaba claro que tenía la necesidad de hacer un parón al viaje y hacer un poco de dinero, pero a menudo me despertaba con la necesidad de conocer nuevos sitios. Desde la compra del boleto para Isla de Pascua me imaginaba de nuevo paseando mi mochila por un nuevo mundo de sensaciones, pero al pensar que aún faltaba más de un mes y medio para mi huida me cuestionaba si realmente podría esperar tanto tiempo.

La vida en San Pedro era buena, pues todo el mundo se conocía y día a día cada uno de aquellos que me rodeaban me lo hacía más placentera, pero era como si faltara un algo difícil de explicar que no encontraba. Era como si al estar parado en un sitio, me tuviera que buscar nuevos objetivos que alcanzar, tenía como unas ansias de hacer y tener que pensar en algo que me tuviera abducido. Mientras había estado viajado había tenido que aprender de todo día a día y ahora el único pensar estaba en que iba a almorzar ese día y pocas cosas más; tal vez demasiadas pocas complicaciones…

Pero a pesar de todo, al final acababa pensando que era una etapa que tenía que vivir y que la misma me ayudaría a valorar mucho más las cosas que pudiera conocer en un futuro.

Así que la única solución sería buscar nuevas aventuras allí en donde mi vida ocupaba el espacio, pues una huida temprana rompería mis planes de recuperación económica y todo el mundo me decía que en Julio los beneficios que obtendría me permitirían viajar mucho más de lo que podría soñar.

Una de las primeras salidas fue iniciarme en el mundo de la escalada. La municipalidad ofrecía clases gratuitas a todo aquel que lo deseara, así que con pies de gato prestados empezaría a subir por esas montañas ficticias de ese frío pabellón situado frente al mercado artesanal. Los primeros días fueron duros, pues el entrenamiento físico que lo predecía nos dejaba con unos brazos adormecidos y un abdomen repicado de dolor.

Después de unos necesarias elongaciones teñíamos nuestras manos de blanco y tomábamos el arnés a modo de cinturón de castidad, al momento que ese nudo en ocho nos daba la seguridad necesaria para ascender a lo alto de ese muro.

Piedras simuladas de diferentes colores y formas pasaban al lado de nuestros ojos, al momento que intentábamos apoyar nuestro peso en aquellas que ofrecieran un buen dedo que anclar. El apoyo y los gritos de aquellos que se encontraban en la parte inferior que convertían en breves estímulos que te ayudaban a un más alto ascenso; pero siempre llegaba el momento en que esas piernas y esos brazos empezaban a arder hasta que los mismos te hacían regresar de forma repentina a esa colchoneta azul. Esa colchoneta en donde lamentarte y que te servía como reposo por pocos segundos, hasta que de nuevo las ansias de superación te dirigían de nuevo a castigar tus músculos.


Así que por el momento seguiría trepando muros y el día que me hastiara me subiría al árbol que se situaba al lado de mi habitación, para poder divisar que se escondía más allá, pues posiblemente había cosas más interesantes cerca de mí que ahora cegaba por falta de práctica, pues tal vez esas caídas a la colchoneta también me hacían más fuerte, pues tal vez de todo se aprende sin darnos cuenta, pues tal vez ahora me podría convertir en aquel gato que siempre cae de pie y que no le duele cuando le hacen daño…




2 comentarios:

  1. Primo!
    Hacía tiempo que no me paraba a leer tus andanzas recogidas en el blog. Y mira que casualidad: tu en San Pedro, yo en Lima, pero los dos dando clases de escalada deportiva en un pabellón. Hace tres semanas que estoy acudiendo a un club de Miraflores. Todavía tengo que superar el vértigo que me atenaza el cuerpo cuando miro al vacío y la pierna deja de responderme. Este fin de semana me voy a la sierra a escalar en roca. Será una buena forma de poner en practica lo que estoy aprendiendo, pero enfrentandome a las paredes de la montaña.

    Qué te puedo decir de tu estancia en San PEdro? Es lógico que te agobie la vida sedentaria despues de tantos meses de vagabundeo sin descanso. Pero te vendrá bien, para luego agarrar la carretera con ganas renovadas. Para entender lo que es el día, uno tiene que haber conocido antes lo que es la noche. Ley de vida. Descansa, disfruta de la rutina, y luego vuelve a perderte.

    Un abrazo, Javi

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    1. Javi!!! buena iniciación!!!! espero que nos reencontremos cuando suba de nuevo por Perú y nos vayamos a escalar a la Cordillera Blanca..bueno tal vez demasiado...en todo caso espero que sigas disfrutando de la nueva buena vida en Lima!!!

      Un abrazo grande!!!

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