miércoles, 5 de junio de 2013

Wilancha

Tras el amanecer, las ocho llamas restaban atadas frente a la puerta de la Mina Rosario, nosotros sin mascaras ni luces cargábamos de nuevo con paquetes de cigarrillos y botellas de alcohol puro con “buen gusto”, al momento que las primeras cervezas pasaban de mano en mano.

Cada una de las historias de aquellos nuevos hermanos que nos acompañaban nos hacía estremecer; conocían la mina desde cortas edades y se mantenían fiel a la misma hasta que la muerte se los llevara, al momento que mataban el tiempo comiendo hojas de coca de forma compulsiva mientras veían su vida pasar tras el brillo de aquella cruel piedra.

Tras una  larga charla en donde ningún hombro parecía buscar pena, llegó el momento en que los cuchillos tomaron un nuevo brillo y el reflejo de los mismos mostraba el color de la sangre de aquel animal que se resistía a la opresión de cada uno de aquellos cuerpos que se amontonaban sobre el mismo.

Los niños miraban el sacrificio desde lo alto de la entrada principal y mientras las mamitas corrían con cacerolas buscando abastecerse de esa fuente de vida; cacerolas cargadas de sangre que era esparcida por las paredes de la entrada de la mina para poder obtener así un buen devenir para la misma, cacerolas que nos servían para bañar nuestras manos de sangre para poder enmarañar nuestros rostros de buenos augurios.

Ahora con las manos, caras y ropas ensangrentadas alzábamos con fuerza nuestras copas y nos abrazábamos; al momento que algunos empezaban a despellejar la lana de esa llama y otros cavaban agujeros en la tierra para enterrar esos corazones aún latientes.

Yo miraba fijamente esa tierra y veía como la misma iba absorbiendo toda la sangre derramada, pues ese Tio que residía en todos los sitios tenía que alimentarse para poder seguir dando amparo a aquellos mineros.
Una tierra que paradójicamente se nutría de la muerte para dar hoy luz propia a cada uno de aquellos mineros.

Una tierra que ahora nos daba de comer suculentos trozos de lama acompañados de papas y ocas a la brasa.


Una tierra…me levanto con la ropa manchada de sangre y me tomo un mate de coca..


No hay comentarios:

Publicar un comentario