jueves, 20 de junio de 2013

Y en un futuro…una Isla se avecina

Las cosas empezaban a tomar forma, el trabajo como camarero parecía ofrecerme cierta estabilidad económica, al momento que me estaba permitiendo ahorrar para poder seguir viajando.

Aunque la noche anterior había leído, que sólo aquel que puede permanecer en el presente puede ser un hombre feliz, me tomé el riesgo de romper con las normas enjuiciadas de aquellos que buscan excusas cuando no encuentran su felicidad y miré brevemente al futuro para planearme unas vacaciones como excusa a dar respiro a esos meses de trabajo que se avecinaban.

Así que empecé a jugar con ese buscador de vuelos que tantas veces me había hecho soñar con nuevas aventuras y que en momentos de tedio me permitía conocer nuevos destinos. Fue en ese momento que pasaron frente de mí, imágenes de aquella película en donde aparecían enigmáticas figuras que coronaban lindas playas cargadas de misticismo más allá de anochecer.

Y finalmente pulse esa misma tecla que hace más de siete meses había dejado sin aire mis pulmones, al momento que veía aparecer una confirmación de vuelo en la bandeja de entrada de mi Hotmail. En la misma, yo presente tenía un vuelo a mediados de Agosto a la llamada Isla de Pascua.

De esta manera uno de mis viejos sueños se hacía realidad y la felicidad por un acto futuro rompía con cualquier letargo inventado del presente.

Fueron días de entrega al conocimiento de esa misteriosa cultura ancestral polinésica, esa isla que tiempos antaño fue conocida como el ombligo de la tierra, esa isla que se encontraba capitaneada por esos moais que tal vez fueron tallados con esa misma obsidiana que ahora coronaba mi pecho.

Esa obsidiana que me hacía recordar aquellos que con la fuerza de la danza escribían con sus pies cada una de sus emociones, al momento que engendraban un ejército de hombres buenos en sus pensamientos; esa obsidiana que marcaría una vuelta a Valparaíso tras el regreso de la Isla de Pascua.

Ahora sólo me quedaría un poco de nostalgia escondida por aquellos con los que no me reencontraría en tierras Colombianas, pero sé que el reencuentro con ellos dentro de unos meses sería igual o más especial.

El turno en el bar empezaba al momento que cerraba mi computador; el próximo reto sería tomar un billete para la isla en donde la teoría de la evolución por la selección natural tomo nombre.


De nuevo repito, toco de pies al suelo; hoy siempre es hoy, me voy a trabajar.


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