Camino por la muerte o la nueva
vida
Al recordar lo que había escrito
estos dos últimos días me daba cuenta que existían dos grandes temas; por una parte,
esa tal vez huida de las obligaciones sociales para conseguir con ello
recuperar sentir las cosas de forma más primitiva y por otra el pensar que si
el ser “humano” estaba intentado transmitir estas obligaciones a los animales
que le rodeaban.
Curiosamente al cabo de unas
horas de que esto pudiera pasar por mi cabeza; en una de esas huidas al Café
americano de las mañanas, unos nuevos amigos me invitaban a ir a Pashupatinath;
más conocido como el templo del Dios de los Animales para el que siente o como
el Crematorio de Katmandú para el frívolo.
Curiosamente ese fue el lugar que
escogió Shiva para adoptar la forma de un ciervo y así huir de sus obligaciones
divinas, del aburrimiento de su brillante palacio del Kailas…
Muchas contradicciones machacaban
mi cabeza durante ese camino hacia el templo, pues no acababa de separar lo
cultural de su visita, de la morbosidad del ser humano de ver la desgracia ajena
frente de sí.
No me imagino estar celebrando el
funeral de un familiar y encontrarme un sinfín de imbéciles desconocidos
haciendo fotos a cien metros de distancia como si estuvieran presenciando el
combate entre la vida o la muerte bajo llama ardiente que desvanece un cuerpo
querido.
Por suerte nuestra llegada fue
por el monte, por la zona de las cuevas en donde viven los sadhus; esos hombres
sagrados que se dedican a la meditación, a su liberación. Sadhus que visten ropajes
de color azafrán, representando la sangre de Parvati y la virtud de la renuncia.
Sadhus que luchan por deshacerse de sus ataduras y cosas de valor para así
hallar la iluminación.
Sadhus que se convierten en Babas
(padres) para aquellos chicos huérfanos, que encuentran en aquellas cuevas un sitio
donde aprender a compartir; un sitio donde se les permite sentir el calor
familiar con los demás sin coincidencia de sangre.
Allí viven juntos ayudándose con
lo que pueden, mientras cantan y recitan oraciones que les hace sentir que
están más vivos que nunca, de manera que ven remontadas sus ganas de vivir, al
sentir que no están solos en el mundo, pues hay una comunidad que les arropa
sin nada a cambio.
El paso de los minutos en esas
cuevas me hace sentir bien, al momento que observo las cuevas de Naropa y
Tilopa, una al lado de la otra, en dónde maestro y discípulo meditaban juntos.
Pero a pesar de la magia del momento en donde se une esa tierra de buena gente
junto a árboles verdes y ese rio Bagmati; existe cierto olor a sándalo
embriagador que te seduce, al momento que enmascara lo que está realmente
pasado allí abajo.
Sí, son esas humaredas que allí
en los Gaths parten de cada una de esas piras funerarias que siguen ardiendo,
al momento que consumen la antigua vida de alguien o bien la nueva que llega.
Lo que me hace feliz es pensar
que cada uno de aquellos que arden sin ser vistos, fueron llevados allí como
último deseo; pues vivos o muertos buscan pasar sus últimas semanas de vida en
el templo, ya que se cree que los que mueren en el templo de Pashupatinath
renacen como un ser humano, independientemente de cualquier mala conducta que
se haya tenido.
Así que no nos vamos a poner tristes,
pues la tragedia es lo más ridículo que tiene el hombre; si lloras hazlo por
pasión, nunca por fatalidad. Todo pasa por algo en esta vida, incluso la
muerte.
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