Una simple historia de un día
cualquiera
Después de unos cuantos
“namastes” y señas varias me subo al “Tempo”, que descubro ese mismo día que es
un medio de transporte de tres ruedas que en su parte delantera luce un número
que señala la línea que cubre. Tras la palabra mágica “Sundara-Ratnapark”, el
conductor me invita a subir al momento que me dice que ese es el indicado.
Sundara Ratnapark fin de línea; empieza
la aventura de subirse a alguna de esas micros que atestadas de gente se
dirigen a Jawalakhel. Tras localizar una, me doy cuenta que el dejen salir
antes de entrar funciona igual de bien que en todos los países. Un dejen salir
que se ve complicado en el momento que necesitan sacar del interior del
vehículo a un hombre, que con no muy buen estado parece ocupar gran parte del
mismo.
Tras dejar ese hombre somnoliento
en la misma acera de la calle, la micro toma de nuevo su rumbo intentando
evitar de forma ambiciosa ese Traffic Jam característico de Katmandú. Pero a la
llegada a las puertas de Jawalakhel y con tan solo con la necesidad de cruzar
ese puente las cosas se complican y la espera parece eternizarse. La policía
retiene el vehículo y de nuevo palabras que no entiendo parecen señalar una
discusión que no parece llegar a ningún sitio.
Salto de la micro y un joven
apuesto se ofrece a acompañarme a mi destino; aún existe gente dispuesta a
ayudar sin nada a cambio. Bueno eso sí, en el momento de la llegada al destino
me invita a que no hagamos un “selfie” de recuerdo, bueno tal vez yo soy el
“raro” en esas tierras, así que acepto con una sonrisa preparada.
Cambio de escenario, estoy en
Patan, veo en pocos minutos un par de Malls al más puro estilo occidentalizado,
la invitación al consumo parece haber llegado también allí. Me pierdo por
estrechas calles que me recuerdan un poco a la antigua Europa, con cafeterías
con velas para dos que invitan a transportarse a un “oasis”, al que dudo en
querer recordar en estos momentos.
Finalmente llego a la Durbar
Square; palacios, arquitectura newarí y demás cosas que parecen preparadas para
llenar libros de historia. Me doy cuenta que no me interesa tanto lo que veo,
sino que me siento más cómodo andando sin rumbo alguno.
Pero la verdad es que tarde o
temprano uno acaba deteniéndose para aprender a valorar esos trabajos de marquetería
expresado en esas Pagodas que de forma estructural se han expandido por el
resto de Asia.
Tras poco más de diez minutos
abandono la plaza, creo que hay cosas más interesantes por lo que vivir, que lo
que me muestra una arquitectura que no me está hablando; pues yo prefiero saber
más sobre los que vivían allí mientras se edificaban esas construcciones,
prefiero conocer más sus costumbres, dialectos, religiones, castas, etc…; es
por ello que creo que Nepal es un buen sitio para aprender sobre la gente,
gracias a su diversidad cultural.
Todo lo otro en el fondo no son
más que hechos materiales que nos presentan la existencia de un legado, así que
tal vez esos mismos Malls que poco antes veía y que menos importancia les doy, dentro
de 1000 años también serán patrimonio de la UNESCO, ¿y porque las personas no? Qué
poco nos queremos, ¿no?
Me voy a cualquier esquina a ver
si alguien me cuenta algo, sigo sin hablar mucho, pues prefiero seguir
observando; pues las palabras ya las voy dejando escritas por aquí.
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