Nepal y la gente que pierde su
nombre por un puñado de dólares
Cuenta un cuento que existen
zonas rurales en Nepal, en donde llegan hombres que con labia por bandera...- entro
en sueño -
Me imagino una zona muy verde en
las montañas, con una casa fría sin color definido que escupe humo por lo que
parece ser una salida de aire en su parte superior.
Un hombre de edad indefinida y
piel seca sale cabizbajo con bastón en mano por una pequeña puerta de madera
carcomida. Allí un montón de niños con mejillas rojísimas corretean y sí, visten
jerséis de lana de color azul claro, amarillo y rojo chillón.
Cada uno de aquellos jerséis
llevan un nombre estampado en su espalda, seguro que han sido heredados de
algún blanquito que un día encontró la manera de limpiar su karma, así que me
doy cuenta que yo podría ser ese mismo blanquito.
Cuando bajo la vista me doy
cuenta que la mayoría de ellos van descalzos, eso sí, visten pantalones azul
marino trazados bajo el mismo patrón con cierto aspecto polvoriento.
Ahora el hombre cabizbajo que ha salido
a la puerta de su casa, empieza a hablar con unos señores que vomitan humo por
la boca, pero por desgracia es de esos que nunca se evapora. Sí, son aquellos
hombres que venden futuros venideros, llenos de alimentación y enseñanza bajo
custodia de quien entiende de dinero.
Ahora me imagino paredes grises
llenas de un hollín que, sin recuerdo de humo, se resisten a abandonar a
quienes se quedaron sin nombre. Veo esos mismos niños, con los mismos jerséis
color azul claro, amarillo y rojo chillón, pero ya sin nombre estampado en sus
espaldas. Ya no puedo ver si llevan pantalones azules o zapatos, pues ya no
tienen ni energía para corretear por unas calles que no existen dentro de esas
cuatro paredes.
Mientras, allí en el exterior, en
donde aún existen el nombre de las calles y las personas, veo un grupo de
jóvenes que con bolsillos anchos se toman fotos frente al edificio, como si de
un nuevo monumento a la “humanidad” se tratara. Al momento que envían de forma
viral cada una de esas imágenes para cada uno de aquellos a los que les tengan
que demostrar algo. De nuevo la limpieza del karma se avecina a la vuelta de la
esquina.
Y como no, no mucho más lejos de
esas esquinas, unos hombres siguen vomitando dólares y pudiendo recordar como
mucho su número de cuenta, se plantean volver a coger rumbo a las montañas.
Me despierto y una vez más me
pongo la canción que cada día me ayuda a levantarme con más ganas. Es el
Syndicate de Bipul Chettri. Intento pensar que fue un mal sueño y no el
recuerdo de una charla que allí en el Barrio de Thamel de Katmandu, se hablaba
de “Orphanage Trafficking”.
La verdad es que no entiendo lo
letra de la canción, pero no sé cómo, pero puedo volver a ver los niños y no
tan niños corretear sin preguntarse por la libertad o no de esas calles. Tal
vez soy un iluso pensar que fue un sueño; pero la verdad es que nadie conoce la
realidad de nada.
A veces a uno no le queda más
opción que compartir lo que es y no buscar en el hombre a alguien que le lleve
a aquel sitio, que le permita conseguir lo que aspira y no tiene.
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