Muchas vistas y pocas emociones
Andaba y andaba por esa Avenida
del Mar que separaba la Serena de Coquimbo intentando como describir estos días
pasados y realmente me costaba mucho poder transmitir alguna emoción. Había
partido de Santiago con la idea de descansar en cualquier playa idílica mientras
rebozaba mi cuerpo al sol del Pacífico. I sí, es cierto que me había encontrado
con Punta de Choros; una villa de pescadores bañada de azules y tranquilas
aguas turquesa que reposaban sobre arena blanca; pero está claro que no todo
aquello que entra por los ojos acaba cubriendo cada una de nuestras
necesidades. Así que tras la búsqueda furtiva de delfines aturdidos por los
motores de las lanchas que rodeaban la Isla Damas; partí de allí con el único
recuerdo de aquellos que me invitaron a compartir su tienda de campaña, tras
ver que mi economía se encontraba lejos de aquellas cabañas expuestas a las
puestas de un sol que perdía su luz a golpe de talonario.
Es cierto, que también había
comido buen marisco en el Puerto de Coquimbo, acompañado de refrescantes jugos
de Frutilla; pero finalmente también, había tenido que acabar refugiándome a la
sombra de cualquier árbol, como si todo aquello que me rodeaba no fuese
conmigo; ya que todo aquello que me rodeaba me ayudaba a vivir, pero en ningún caso
a sentir…
Así que tras la búsqueda de
nuevos destinos al borde aguas saladas, pensé que posiblemente lo que
necesitaba era un nuevo cambio de rumbo en mi viaje, un cambio que me ayudara a
sentir cosas nuevas. Ahora esas edificaciones de cemento, esas neveras de refresco
familiar, esos cuerpos bronceados en la búsqueda de vitrinas inexistentes, esas…no
eran nada más que postales cargadas de sentimientos inventados.
Así que teniendo en cuenta que me
encontraba en plena temporada alta y que mis bolsillos se podían empezar a
agujerear, pensé que tenía que empezar a pensar en uno de mis últimos destinos
en Chile, este tomaría el nombre de San Pedro de Atacama. Sin lugar a dudas el
desierto podría ser una fuente nueva de emociones, al momento que allanaba el
paso a la entrada a un nuevo país…tal vez Bolivia.
Mientras cerraba este cuaderno, Iván
Ferreiro ponía música a estos momentos vividos; en esa playa que seguía vacía o
tal vez ya, llena de lluvia...
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