San Pedro de Atacama; cruce de
caminos bajo el agua
El silencio se hizo al pueblo y
el viento empezó a acechar a cada de aquellos rostros que permanecíamos
expectantes en lo alto de aquella colina de tierra árida. Un viento que ahogaba
cada una de nuestras palabras y que tan sólo permitía ser aspirado para dar
vida a los aullidos de aquel humilde saxofón, que desde un minarete invisible
anunciaba la llegada del invierno altiplánico.
Ahora por las calles sólo
restaban los ojos fúnebres de aquellos que deambulaban intentando iluminar ese
laberinto sin paredes; el cual se extendía más allá de donde la incapacidad
humana puede llegar. Un laberinto sin paredes que bajo un cielo a oscuras, permitía
que nubes avergonzadas pudieran aparecer sin ser vistas, para dar paso a
aquella agua que parecía estar reñida con esas secas tierras.
Finalmente esas tierras secas
ajenas al sentido del rencor humano, dejaron ser tomadas por unas aguas que se
tiñeron por el color del adobe como señal de agradecimiento. Un color de adobe
que era tomado por cada una de cada una de aquellas casas, por cada una de
aquellas calles que borraban su nombre para dar paso a nuevos ríos de vida que
perderían nuevamente su virginidad, allí en donde el desierto tomaba de nuevo el
sentido humano y no por ello el natural.
A partir de ahora ese laberinto
sin paredes, abriría sus brazos inexistentes sin rencor alguno a aquellas aguas
avergonzadas por su ausencia, al momento que la mano de aquel ser humano, que parece
sólo entender de posesiones, seguiría luchando para que cada una de aquellos
brazos tomara el nombre de cada una de las partes por las que se extendía;
Chile, Argentina, Bolivia… de nuevo perdían los pueblos y ganaban las
naciones…pasando por alto que posiblemente el aviso de aquel humilde saxofón partía
de una lejana Oriente.
Pachamama…
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