sábado, 9 de febrero de 2013


San Pedro de Atacama; cruce de caminos bajo el agua

El silencio se hizo al pueblo y el viento empezó a acechar a cada de aquellos rostros que permanecíamos expectantes en lo alto de aquella colina de tierra árida. Un viento que ahogaba cada una de nuestras palabras y que tan sólo permitía ser aspirado para dar vida a los aullidos de aquel humilde saxofón, que desde un minarete invisible anunciaba la llegada del invierno altiplánico.

Ahora por las calles sólo restaban los ojos fúnebres de aquellos que deambulaban intentando iluminar ese laberinto sin paredes; el cual se extendía más allá de donde la incapacidad humana puede llegar. Un laberinto sin paredes que bajo un cielo a oscuras, permitía que nubes avergonzadas pudieran aparecer sin ser vistas, para dar paso a aquella agua que parecía estar reñida con esas secas tierras.

Finalmente esas tierras secas ajenas al sentido del rencor humano, dejaron ser tomadas por unas aguas que se tiñeron por el color del adobe como señal de agradecimiento. Un color de adobe que era tomado por cada una de cada una de aquellas casas, por cada una de aquellas calles que borraban su nombre para dar paso a nuevos ríos de vida que perderían nuevamente su virginidad, allí en donde el desierto tomaba de nuevo el sentido humano y no por ello el natural.

A partir de ahora ese laberinto sin paredes, abriría sus brazos inexistentes sin rencor alguno a aquellas aguas avergonzadas por su ausencia, al momento que la mano de aquel ser humano, que parece sólo entender de posesiones, seguiría luchando para que cada una de aquellos brazos tomara el nombre de cada una de las partes por las que se extendía; Chile, Argentina, Bolivia… de nuevo perdían los pueblos y ganaban las naciones…pasando por alto que posiblemente el aviso de aquel humilde saxofón partía de una lejana Oriente.

Pachamama…
 
 

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