lunes, 18 de febrero de 2013


Valle del Colca – Del hombre a la naturaleza y de la naturaleza al hombre

Tras la búsqueda del cóndor allí en donde la cruz toma su propio nombre, nos desplazamos hasta Chivay, la capital de la región del Valle del Colca. Había sido un duro camino guiado por la verticalidad de aquellas piedras que veneraban a los Apus Incas y por las verdes terrazas escarpadas a los largo de rocosas montañas sagradas que emergían a lo largo del cañón más profundo nunca visto.

A pocos kilómetros de allí nos encontrábamos con los baños termales de “La Calera”, lo cuáles podrían ahuyentar un cansancio acrecentado por los problemas de altura, pues nos encontrábamos a más de 4.900 metros; pero como cautivado por la atmosfera de ese pueblo, opté por quedarme en tierra para conocer que escondía esa cultura.

Eran días de carnaval y por las calles la gente vestía con atuendos tradicionales cargados de colorido. Pero era un colorido que parecía mantener un dualismo con unos rostros silenciosos llenos de identidad propia que parecían restar importancia a la concepción del tiempo. Unos rostros que enriquecían su pensar con la mera observación de todo aquello que parecía no ser visible por mí mismo. Yo, avergonzado del sonido de mis propios pasos, opté por sentarme en una de aquellas aceras sombreadas, esperando entender algo; como aquel que inmerso en la oscuridad no absoluta espera la llegada de una imagen que le sentido al espacio que ocupa.

Tras permanecer en silencio, todo aquello que me rodeaba empezó a tomar vida poco a poco; la misma mujer que cerca de mi vendía su propia cosecha se interesaba con cortas preguntas y tímida sonrisa, acerca de mi procedencia, de mi viaje, etc… pero curiosamente aquella ausencia de palabras que hacía unos momentos echaba en falta, ahora me desbordaba, pues sentía como si mis respuestas fueran banales frente a la sabiduría de una gente que había aprendido a hablar sin abrir la boca con unos dioses que venían representados por la propia naturaleza.

Con todo aquello aprendí que no es necesario hablar para sentirte que estas presente, sino que con la mera expresión que recibimos de la interacción no sólo con los humanos sino con la naturaleza, muchas veces es más gratificante que la espera de palabras sin sentido que intentan ocupar el tiempo y el espacio.

No por ello deje de hablar con esas ya tres mujeres, pues yo aún me encontraba lejos de poder expresar en silencio todo aquello que pudiera llevar dentro de mí.

-….sí, de Barcelona

-…sí, llevo más de dos meses viajando

- …sí, visité Arequipa; fui cruzando por cada una de aquellas calles de sillar blanco que iluminaban la atmosfera nublada coronada por las fumarolas del volcán Misti. Tal vez con catálogo plastificado en mano recordare la arquitectura religiosa y colonial que me ofreció.

Las recordaré a ustedes, así como toda la gente que me acompaño durante estos días…esto no se si lo dije, pero espero que lo expresara…

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