Valle del Colca – Del hombre a la
naturaleza y de la naturaleza al hombre
Tras la búsqueda del cóndor allí
en donde la cruz toma su propio nombre, nos desplazamos hasta Chivay, la
capital de la región del Valle del Colca. Había sido un duro camino guiado por
la verticalidad de aquellas piedras que veneraban a los Apus Incas y por las
verdes terrazas escarpadas a los largo de rocosas montañas sagradas que
emergían a lo largo del cañón más profundo nunca visto.
A pocos kilómetros de allí nos
encontrábamos con los baños termales de “La Calera”, lo cuáles podrían
ahuyentar un cansancio acrecentado por los problemas de altura, pues nos
encontrábamos a más de 4.900 metros; pero como cautivado por la atmosfera de
ese pueblo, opté por quedarme en tierra para conocer que escondía esa cultura.
Eran días de carnaval y por las
calles la gente vestía con atuendos tradicionales cargados de colorido. Pero
era un colorido que parecía mantener un dualismo con unos rostros silenciosos
llenos de identidad propia que parecían restar importancia a la concepción del
tiempo. Unos rostros que enriquecían su pensar con la mera observación de todo aquello
que parecía no ser visible por mí mismo. Yo, avergonzado del sonido de mis
propios pasos, opté por sentarme en una de aquellas aceras sombreadas,
esperando entender algo; como aquel que inmerso en la oscuridad no absoluta
espera la llegada de una imagen que le sentido al espacio que ocupa.
Tras permanecer en silencio, todo
aquello que me rodeaba empezó a tomar vida poco a poco; la misma mujer que
cerca de mi vendía su propia cosecha se interesaba con cortas preguntas y
tímida sonrisa, acerca de mi procedencia, de mi viaje, etc… pero curiosamente
aquella ausencia de palabras que hacía unos momentos echaba en falta, ahora me
desbordaba, pues sentía como si mis respuestas fueran banales frente a la
sabiduría de una gente que había aprendido a hablar sin abrir la boca con unos
dioses que venían representados por la propia naturaleza.
Con todo aquello aprendí que no
es necesario hablar para sentirte que estas presente, sino que con la mera
expresión que recibimos de la interacción no sólo con los humanos sino con la
naturaleza, muchas veces es más gratificante que la espera de palabras sin
sentido que intentan ocupar el tiempo y el espacio.
No por ello deje de hablar con
esas ya tres mujeres, pues yo aún me encontraba lejos de poder expresar en
silencio todo aquello que pudiera llevar dentro de mí.
-….sí, de Barcelona
-…sí, llevo más de dos meses
viajando
- …sí, visité Arequipa; fui
cruzando por cada una de aquellas calles de sillar blanco que iluminaban la
atmosfera nublada coronada por las fumarolas del volcán Misti. Tal vez con
catálogo plastificado en mano recordare la arquitectura religiosa y colonial
que me ofreció.
Las recordaré a ustedes, así como
toda la gente que me acompaño durante estos días…esto no se si lo dije, pero
espero que lo expresara…
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