martes, 12 de febrero de 2013


Carretes, paisajes, personas,…. San Pedro

Un pequeño dolor de cabeza me hizo despertar, tras una noche en donde el Carnicero me hizo tomar consciencia de que era ir de carrete en San Pedro de Atacama. Pero no había tiempo para las lamentaciones, la lluvia había dejado atrás sus visitas anuales dándonos a conocer el llamado cielo azul atacameño.

Ahora me encontraba rodeado frente a formas escultóricas con crestas filosas, montículos y hondonadas cubiertas de aquella sal que años atrás había acompañado el agua que cubría cada uno de los caminos que a día de hoy nos allanaban el paso. Le llamaban el Valle de la Luna, así pues su conformación era parecida a la superficie lunar, debido a las distintas estratificaciones y afloramientos salinos ocasionados por los agentes naturales.

Un valle situado bajo el relieve de la Cordillera de los Andes, en donde el volcán Licancabur o montaña del pueblo perdía una vez más su virginidad por culpa de aquellos que confundieron la Dictadura como una forma de vida; un personaje cuyo nombre no se merece el derecho a ser recordado se había encargado de repartir minas anti persona por esa “Pachamama”, tal vez porque nunca entendió que significaba la palabra pueblo, tal vez porque..

Ahora tumbado en la Duna Mayor el silencio humano se apoderaba de mí y me permitía por unos momentos aislarme de todos aquellos que posaban su rostro tras unas postales de ensueño que validaran su estancia en esas tierras. De nuevo la música se convertía en mi puerta hacia la posibilidad de pensar en todo aquello que podía imaginar sin ser siempre visto; tal vez también por esa necesidad que uno tiene de recordar a aquellos que a día de hoy se encontraban lejos de allí y con quien sería bonito compartir cada una de aquellas vivencias.

Pero sin dar tregua al recuerdo abría de nuevo los ojos y más allá de aquella naturaleza que me daba cobijo, sentía que el calor humano de cada uno de aquellos que días atrás no tenían nombre eran los que me llenaban de felicidad. Ellos se encargaban de darme la posibilidad de conocer nuevas vidas, que tal vez tras el paso de unas semanas tomarían el relevo a mis nuevos pensamientos ansiosos de recuerdo. Intentaría pero no tomarlos con nostalgia, pues cada una esas nuevas vidas iban a seguir en mí siempre presentes.



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