El Tatio o el viejo que llora
Son poco más de las siete de la
mañana y aparece el sol tras el volcán del Tatio para dar luz a cada una de
aquellas columnas de vapor que van emanando de la tierra. La naturaleza se
encarga de emular el campo de batalla jamás esperado, producto de aquella
caverna en donde convergen aguas
subterráneas sobre un campo de lava. Es allí donde tal vez la naturaleza, tras
un ataque de ira frente a la mano usurpadora del hombre, se expresa expulsando
gases y vapores por cada una de aquellas fisuras agrietadas que nos rodean.
Nosotros corremos exhaustos entre
medio de esas fumarolas y géiseres al momento que el aire que respiramos se
vuelve falto de oxígeno; nos encontramos a más de 4.300 metros de altura y las
hojas de coca no hacen más que aliviar los pequeños dolores de cabeza que nos
acechan. Pero cada uno de nosotros de resiste a huir de ese espectáculo, aunque
cada uno de nuestros rostros vayan desapareciendo de forma extraña entremedio
de esas nubes bajas que descansan tras la atónita mirada de vicuñas, guanacos,
ñandúes y vizcachas.
Finalmente nos despojamos de
nuestras ropas, tal vez por la necesidad de sentirnos como aquellos animales
que parecían no entender nuestra conducta o tal vez porque nosotros necesitamos
sentir su libertad. Ahora nuestros cuerpos reposan desnudos en aquellas termas
al aire libre, sintiendo así ese anhelo de libertad animal; pero al cabo de un
rato me doy cuenta que tal vez todo aquello fue un sueño o mejor dicho una
nueva lección…
Así pues cuando llego a Machuca,
me doy cuenta que tal vez lo de la libertad de ser entre los humanos es una
utopía. Allí los rostros quemados por el sol, de aquellos que residen en esas
tierras, celebran el carnaval pintándose el rostro de blanco, al momento que
con la ayuda del líquido de las uvas aclaran sus ojos; según parece ellos
también tuvieron que pasar desapercibidos para no sufrir el ataque de los llamados
conquistadores….
Pues tal vez el viejo que esta
mañana lloraba, emanaba vapor para hacernos sentir que es un campo de batalla, cuál
es la sensación de tener que pasar desapercibido, que pasa cuando quien está a
tú lado de golpe desaparece, que pasa cuando no te sientes seguro ni en tu
propia tierra, que pasa cuando delimitan tu tierra, que pasa cuando ocupan tu
tierra,…
Cuantos “que pasa cuando”
tendremos que seguir contando…
Cuantos “viejos” tendremos que
ver llorar…
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