Del cementerio de
Trenes al Salar de Uyuni
Entre calles
polvorientas aparecen hierros oxidados pintados bajo el emblema patriótico de
aquellos que visitan aquel camino férreo que conduce a Ollague. Anclajes
carcomidos tras el plano de secas montañas me ofrecen un frio escenario que se
entrega a los rayos de sol que resecan ese camino tras la vista a espaldas de
Chile.
Pero las ruedas del
automóvil parecen proseguir a la búsqueda de un nuevo destino y el negro caucho
parece encontrar su sentido en el momento en que ve marcada su singularidad
tras la pérdida de la tierra cómo sostén de su propio peso. Ahora un cielo sin
nubes nos abraza, pues las mismas parecen yacer en el suelo, con un blanco
ligero que nos aparta de la realidad en la búsqueda de esa eternidad soñada.
Unas nubes blancas que
forman hexágonos agrietados con pequeñas coagulaciones que se juntan para
formar pequeños grupos que se vuelven densos allí en donde el agua vuelve para
visitarlos; al momento que los mismos se permiten descansar a nuestra ladera
mientras se ven ultrajados por líneas
lisas de autos que ven pasar.
Ese blanco desierto
se ve acompañado por aquella tierra que algún día acariciaba sus olas y que
ahora toma el nombre de la Isla de Pescado, en donde áridos cactus reposan a la
espera del faro iluminado por el cual algún día se quisieron hacer pasar. Ellos
se tuercen y miran a esas rocas con espinas clavadas que aliadas a su entorno
daban reposo a aquellos pescadores que buscaban alimento sin suelo blanco para
compartir; ahora tal vez sólo esperan dar más sentido a su vida que el propio
de ofrecer una pura silueta para una foto a ofrecer.
La inversión parece
tomar sentido en aquella tierra; me estremezco frente al suelo blanco helado y
mis ojos se queman tras el reflejo de esos iluminados brotes de sal que se
reflejan en mi cara y que me calientan tras unas montañas que nunca vieron
nevar y que ahora miran como espectadores lo que podrían llegar a ser unos
metros arriba.
Pues tal vez las
nubes se permitieron el lujo de bajar a la tierra, mientras que las montañas
resistirían como esclavas de los humanos, para que los mismos se vieran acompañados
de aquel que aguarda el viento abierto; pues la naturaleza siempre estaría allí
para servirnos, aunque nosotros no siempre la tratáramos de la misma manera.
Tal vez de nuevo
muchas locuras o palabras si sentido florecen en este discurso, pero supongo
que es la única manera de dar a entender la cantidad de imágenes y sensaciones
que uno puede obtener tras la vista de esta puerta abierta a todo el mundo;
simplemente es una manera de intentar transportar la dificultad de poner
palabras a las sensaciones y como las mismas se pueden volver incongruentes de
forma individual, pero feliz me quedo cuando las mismas tienen sentido en un
conjunto, al menos tras mi lectura….pues ellas me permiten recordar lo visto.
Espero con ello que
cuando vuestros ojos vean lo mismo, el conjunto de incongruencias se vuelvan
con sentido para vosotros mismos y cada una de estas pisadas de emociones
recobre un momento que vosotros también podáis recordar.
A esa sal sin mar….
ei pollastre,
ResponderEliminarquina passada de bloc cada dia et tinc més enveja quan tornis m'han vinc amb tu, que guapo que es tot, tu aqui mirant ho més bonic del món coneixen cultures i jo travallan i estudiant com un boix a l'escola.
Quines imatges més guapes.
adeu lechoso.