lunes, 27 de mayo de 2013

Oh Tarija!!

Un nuevo soplo de aire fresco allí en el Departamento de Tarija, en donde un clima Mediterráneo me aguardaba una sonrisa tras bellos rostros de tez morena. Había pasado más de un mes tras la vista de aquellas primeras etiquetas pegadas a una botella en donde se podía leer su nombre y finalmente había llegado el momento de poderme pasear entre viñedos al momento que cazaba ese paladar áspero entre catas por el Valle de Concepción.

Producciones artesanales, industriales, orgánicas, con pesticidas; cada una de ellas relataban viejas historias tras la sombra de esa bóveda de piedra que aguardaba viejas barricas en donde al cabo de unos meses unos podrían dar impulso a esa felicidad que imperaba en esa zona.

En pocos días lo saludos de amistad aumentaban por la calles y la luz y el color parecían tomar el aroma de esa frutilla tan ausente en esos últimos meses. A la entrada al mercado, Karina me festejaba con un rico plato de albóndigas que veía aumentado con un plato de sopa tras el guiño de aquella joven que buscaba solución a mi flaco cuerpo.

Mientras, las historias de Julián dejaban entrever su devoción por la música flamenca, al momento que tatareaba entre armónicos vocales las pinzadas de Paco de Lucía; el sueño de España le parecía lejos y mientras mataba su ansiedad con breves escapadas a Salta en dónde la chacarera parecía dar aliento a su creatividad. Matías en cambio no había salido de Bolivia, pero estaba feliz tras esa visita fugaz a Tarija en donde el abrazo de sus nietos dejaba entrever su emocionalidad entre pequeñas hojas de coca que no dejaba de masticar.

Entre charlas y copas de vino aparecían nuevas clases de inglés de aquellos que me acompañaban esos días, que parecían facilitar mis posibles salidas laborables que se avecinaban. Pues como siempre todo pasa por algo y la anunciación de un posible cambio de ruta venía caracterizada por los últimos encuentros.

Y al llegar al hostel, la pequeña Mari Luz siempre me esperaba con ese puzle de madera en donde las letras del Abecedario aparecían tras esos dibujos de animales que recitábamos tras la sonrisa de su madre; ella nos miraba sonrojada tras esa cortina y puerta de entrada a ese humilde pero feliz hogar.

Pero siempre tendría aquellos momentos de mi propia singularidad individual, en donde me recompensaba con una escapada a esas Waterfalls de Coimata en donde podría hacer un nuevo guiño a esa naturaleza que tanto me había acompañado durante los últimos días. Pues uno siempre recuerda a aquellos que siempre le han ofrecido sin recompensa alguna.


La verdad es que a muchos de vosotros no os veo ahora, pero quiero que sepáis que sigo recordando todo lo que me ofrecisteis…


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