Oh Tarija!!
Un nuevo soplo de aire fresco
allí en el Departamento de Tarija, en donde un clima Mediterráneo me aguardaba
una sonrisa tras bellos rostros de tez morena. Había pasado más de un mes tras
la vista de aquellas primeras etiquetas pegadas a una botella en donde se podía
leer su nombre y finalmente había llegado el momento de poderme pasear entre
viñedos al momento que cazaba ese paladar áspero entre catas por el Valle de
Concepción.
Producciones artesanales,
industriales, orgánicas, con pesticidas; cada una de ellas relataban viejas
historias tras la sombra de esa bóveda de piedra que aguardaba viejas barricas
en donde al cabo de unos meses unos podrían dar impulso a esa felicidad que
imperaba en esa zona.
En pocos días lo saludos de
amistad aumentaban por la calles y la luz y el color parecían tomar el aroma de
esa frutilla tan ausente en esos últimos meses. A la entrada al mercado, Karina
me festejaba con un rico plato de albóndigas que veía aumentado con un plato de
sopa tras el guiño de aquella joven que buscaba solución a mi flaco cuerpo.
Mientras, las historias de Julián
dejaban entrever su devoción por la música flamenca, al momento que tatareaba entre
armónicos vocales las pinzadas de Paco de Lucía; el sueño de España le parecía
lejos y mientras mataba su ansiedad con breves escapadas a Salta en dónde la
chacarera parecía dar aliento a su creatividad. Matías en cambio no había
salido de Bolivia, pero estaba feliz tras esa visita fugaz a Tarija en donde el
abrazo de sus nietos dejaba entrever su emocionalidad entre pequeñas hojas de
coca que no dejaba de masticar.
Entre charlas y copas de vino
aparecían nuevas clases de inglés de aquellos que me acompañaban esos días, que
parecían facilitar mis posibles salidas laborables que se avecinaban. Pues como
siempre todo pasa por algo y la anunciación de un posible cambio de ruta venía
caracterizada por los últimos encuentros.
Y al llegar al hostel, la pequeña
Mari Luz siempre me esperaba con ese puzle de madera en donde las letras del
Abecedario aparecían tras esos dibujos de animales que recitábamos tras la
sonrisa de su madre; ella nos miraba sonrojada tras esa cortina y puerta de
entrada a ese humilde pero feliz hogar.
Pero siempre tendría aquellos
momentos de mi propia singularidad individual, en donde me recompensaba con una
escapada a esas Waterfalls de Coimata en donde podría hacer un nuevo guiño a
esa naturaleza que tanto me había acompañado durante los últimos días. Pues uno
siempre recuerda a aquellos que siempre le han ofrecido sin recompensa alguna.
La verdad es que a muchos de
vosotros no os veo ahora, pero quiero que sepáis que sigo recordando todo lo
que me ofrecisteis…
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