De Kumari a Dalai Lama y tiro
porque me toca
De nuevo en el escrito de hoy,
podría recuperar las palabras de Vicente Aleixandre entorno a si la tradición y
la revolución significan los mismo. Nuevas tradiciones y costumbres de Nepal me
ayudan a creer que pensar no siempre se convierte en una pérdida de tiempo.
Hoy es el día de hablar de la
Kumaris, aquellas deidades pertenecientes a la comunidad nepalesa Newari; las
cuales viven aisladas del mundo hasta que tienen su primera menstruación, momento
a partir del cual son destituidas y una nueva Kumari pasa a ocupar su lugar.
Pero creo que ahora no es momento
de hablar de si sus pies nunca pueden tocar el suelo, de si sólo pueden hablar
con sus familias y únicamente pueden abandonar su templo para honrar los festivales
religiosos con su presencia, etc… pues para ello ya hay un ser digital más
inteligente llamado Google o sus avatares.
Lo que sí es momento de hablar es
de si existe un incumplimiento o no de los llamados Derechos Humanos de los
niños y lo más importante; sí dichos derechos son tomados con la misma
benevolencia en todas las prácticas relacionadas con alguna religión.
Con lo cual al aparecer la
palabra “religión”, es evidente que el terreno se vuelve pantanoso y la posibilidad
de opinar sin tal vez suficiente conocimiento, se convierte en un deporte de
alto riesgo.
Para ir reduciendo las
posibilidades en cuanto hablar de diferentes religiones, primero de todo
pondremos en tela de juicio el hecho de pensar en que es más interesante,
venerar un ser muerto o bien un ser vivo. Con lo cual uno como agnóstico
practicante, se inclina por la veneración de los seres con vida, por el hecho
de que los mismos pueden llegar hasta cierto punto a mostrar una proximidad.
Con ello a uno le viene a la
cabeza por ejemplo el Dalai Lama, un ser querido que representa ser el líder
espiritual de una religión altamente venerada en occidente. Un ser querido que
es nombrado como tal ya en su niñez por el llamado “Panchen Lama”. Un líder
espiritual que a día de hoy otorga un estatus de “ “ a cada uno de aquellos líderes
políticos que consiguen pasar unos días con él para hacerse una fotos.
Con lo cual llega el momento en
que uno se pregunta - ¿Cómo fue la infancia de Dalai Lama? – ahora la
ignorancia ocupa mi pensar. Tal vez fue una infancia de austeridad en ese
Palacio de Pótala, una fortaleza de sólo 410.000 metros cuadrados; pero la
verdad es que uno no puede hablar sin conocimiento de causa, pues nunca estuve
allí.
Lo que sí que es cierto es que
ahora vive en Dharamsala, producto de ese exilio obligado; pero tampoco sería
cuestión de entrar en temas políticos ahora, pues con hablar de la religión por
hoy ya tenemos bastante, aunque a veces las dos cosas vayan cogidas de la mano.
No creo que en este punto tenga
que hablar y contar muchas cosas más; pues lo de pensar de nuevo os lo dejo a
vosotros. Sólo me quedaré con unas palabras que decía Anjana Shakya, presidenta
de la Organización Himalaya para la Supervisión de los Derechos Humanos.
“Medios de comunicación y periodistas extranjeros intentan imponer sus
criterios en nuestra comunidad; tratan de decirnos lo que está bien o mal.
Ellos también tienen que escucharnos y entender que podemos decidir por
nosotros mismos”.
Una vez más uno se pregunta qué
es lo que está bien o mal y lo que es más importante, porque nos lo hacen ver
bajo un prisma occidental u oriental.
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