sábado, 24 de diciembre de 2016


De Kumari a Dalai Lama y tiro porque me toca

De nuevo en el escrito de hoy, podría recuperar las palabras de Vicente Aleixandre entorno a si la tradición y la revolución significan los mismo. Nuevas tradiciones y costumbres de Nepal me ayudan a creer que pensar no siempre se convierte en una pérdida de tiempo.

Hoy es el día de hablar de la Kumaris, aquellas deidades pertenecientes a la comunidad nepalesa Newari; las cuales viven aisladas del mundo hasta que tienen su primera menstruación, momento a partir del cual son destituidas y una nueva Kumari pasa a ocupar su lugar.

Pero creo que ahora no es momento de hablar de si sus pies nunca pueden tocar el suelo, de si sólo pueden hablar con sus familias y únicamente pueden abandonar su templo para honrar los festivales religiosos con su presencia, etc… pues para ello ya hay un ser digital más inteligente llamado Google o sus avatares.

Lo que sí es momento de hablar es de si existe un incumplimiento o no de los llamados Derechos Humanos de los niños y lo más importante; sí dichos derechos son tomados con la misma benevolencia en todas las prácticas relacionadas con alguna religión.

Con lo cual al aparecer la palabra “religión”, es evidente que el terreno se vuelve pantanoso y la posibilidad de opinar sin tal vez suficiente conocimiento, se convierte en un deporte de alto riesgo.

Para ir reduciendo las posibilidades en cuanto hablar de diferentes religiones, primero de todo pondremos en tela de juicio el hecho de pensar en que es más interesante, venerar un ser muerto o bien un ser vivo. Con lo cual uno como agnóstico practicante, se inclina por la veneración de los seres con vida, por el hecho de que los mismos pueden llegar hasta cierto punto a mostrar una proximidad.

Con ello a uno le viene a la cabeza por ejemplo el Dalai Lama, un ser querido que representa ser el líder espiritual de una religión altamente venerada en occidente. Un ser querido que es nombrado como tal ya en su niñez por el llamado “Panchen Lama”. Un líder espiritual que a día de hoy otorga un estatus de “       “ a cada uno de aquellos líderes políticos que consiguen pasar unos días con él para hacerse una fotos.

Con lo cual llega el momento en que uno se pregunta - ¿Cómo fue la infancia de Dalai Lama? – ahora la ignorancia ocupa mi pensar. Tal vez fue una infancia de austeridad en ese Palacio de Pótala, una fortaleza de sólo 410.000 metros cuadrados; pero la verdad es que uno no puede hablar sin conocimiento de causa, pues nunca estuve allí.

Lo que sí que es cierto es que ahora vive en Dharamsala, producto de ese exilio obligado; pero tampoco sería cuestión de entrar en temas políticos ahora, pues con hablar de la religión por hoy ya tenemos bastante, aunque a veces las dos cosas vayan cogidas de la mano.

No creo que en este punto tenga que hablar y contar muchas cosas más; pues lo de pensar de nuevo os lo dejo a vosotros. Sólo me quedaré con unas palabras que decía Anjana Shakya, presidenta de la Organización Himalaya para la Supervisión de los Derechos Humanos.

“Medios de comunicación y periodistas extranjeros intentan imponer sus criterios en nuestra comunidad; tratan de decirnos lo que está bien o mal. Ellos también tienen que escucharnos y entender que podemos decidir por nosotros mismos”.

Una vez más uno se pregunta qué es lo que está bien o mal y lo que es más importante, porque nos lo hacen ver bajo un prisma occidental u oriental.



No hay comentarios:

Publicar un comentario