jueves, 15 de diciembre de 2016


Las cosas siempre se pueden ver de forma diferente; nosotros cambiamos día a día

Se abre la nueva pasarela de la moda en las calles de occidente. Mallas, tops deportivos, vestimentas transpirables y zapatillas que se ajustan como guantes al pie, sirven para lucir un aspecto saludable. El “mens sana in corpore sano” se recupera día a día auspiciado por una industria de la moda que ve la posibilidad de sacar redito de una nueva corriente que aglutina a todas las generaciones.

Los más jóvenes sueñan en convertirse en los nuevos héroes deportivos del futuro mientras que los cuarentones se pelean por inscribirse en maratones inacabables con el convencimiento que la eterna juventud existe.

Pero hoy se puede ver otra realidad en Kakani, allí en lo alto del valle de Katmandú. Una finish line promovida por Impact Marathon Series, nos presenta una iniciativa que estratégicamente se une al auge del simple poder de correr.

Impact Marathon Series bajo el paraguas de los 17 objetivos marcados por la ONU en 2015, nos ofrece la posibilidad de que Occidente e Oriente se unan para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos como parte de una nueva agenda de desarrollo sostenible.

Todo parece encajar en esa idea de unir a la gente en torno a grandes causas, pero una vez situado en ese punto de control, el cual es de paso obligatorio para cada uno de los participantes, uno se da cuenta que ya desde fuera las cosas no parecen igual.

Por caminos de piedra y pendientes arenadas, unos corren ataviados con sus mejores indumentarias, surgidas del último anuncio del último valor mediático de su país de origen. Son confecciones lanzadas por diseñadores de renombre que, junto a los últimos avances en textiles sintéticos, ayudan a mejorar la calidad del ejercicio físico.

Por otro lado, otros corren con tejanos, chancletas y tal vez con la misma camiseta con la que el día antes se fueron a dormir, pensando que hoy podía ser un día muy especial.

Sólo hay una misma cosa que les une, un dorsal que, dependiendo del color, les identifica por el premio por el que están luchando, ya sea por finalizar los 10, los 21 o los 42 km respectivamente.

Al final de la carrera, cada uno de ellos tendrá una recompensa. Para los primeros, una camiseta que guardaran como trofeo, para demostrar que estuvieron corriendo por una causa benéfica; pues tal vez su composición no se ajusta a la moda del momento, para poderla utilizar para correr. Para los segundos, una camiseta que lucirán al día siguiente tal vez para ir a trabajar, para ir a correr o para ir a la escuela.

Uno de los pequeños lugareños entrega la camiseta a su padre al momento que le muestra el certificado de participación; han sido 10 km duros que le han dejado los pies magullados, pues las tiras de esas chancletas se le han clavado en sus pies en forma de latigazos.  A su lado pasa un joven rubio, que no duda en desenfundar su máquina de recuerdos de su brazalete de neopreno, se sitúa al mismo nivel del pequeño y se marca un selfie con sonrisa de compasión.

El pequeño se gira de golpe y le estampa su certificado en la cara, al momento que arranca de nuevo a correr a carcajadas, pues no hay dolor cuando hay alegría.

Ahora el deporte se unió a las causas benéficas para sacar rédito, pues siempre son formas de aprovechar las modas. Pero difícil es saber si todos acabamos corriendo por alguna causa - ¿Os habéis preguntado alguna vez por qué corréis?


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